Prefacio

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>Prefacio<

Un hilo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse sin importar el momento, el lugar o las circunstancias. El hilo puede alargase o enredarse, pero nunca se romperá.

Tina Mahoney suspiró una vez más, como si aquello fuera a mágicamente lograr que su hija terminara más rápido de comprar su deseado libro. La pequeña Valentine la hubo despertado demasiado temprano para que la llevara a la nueva librería en la plaza principal y así adquiriera el nuevo libro más vendido en todo el país.
Según lo que su querida hija le relató, el libro todavía ni ha salido y ya ha vendido millones de preventas pues un rumor se esparció el cual juraba que aquél libro cambiaría la vida de quien lo leyera.

Una vez más verificó que su hija de trece años siguiera en la fila enorme de personas queriendo comprar, y al verla hablando con otras niñas se quedó más tranquila. Esto es imposible, pensó en voz alta al ver una fila que salía de la librería de puras personas queriendo comprar el mismo libro, el cual apenas se podía comprar la preventa, ¿qué tiene de intrigante este libro?

Miró el cartel que anunciaba el adorado libro, con el título "Paraje del destino" en letras doradas y una portada de colores oscuros y la imagen de una cuidad destruida y en ruinas. Tina quería bufar, le parecía demasiado exagerado la reacción de todos los que ahí estaban, incluyendo su hija, por un libro que todavía ni iban a adquirir hasta que saliera.

—¿Quién lo diría no? —la sobresaltó una voz a su lado—. Apenas hace unos meses nadie conocía de la existencia del libro, y ahora no hay quién no quiera comprarlo.

Tina giró su cabeza para encontrarse con una chica a su lado, no se dio cuenta en qué momento la muchacha se ubicó junto a ella. Probablemente entre los dieciocho o diecisiete años, tenía un cabello rizado y rojizo con destellos anaranjados brotando de él dándole un brillo precioso, como si fuera una llama viva. Sus ojos eran castaños oscuros e hipnotizantes, tenía pecas esparcidas por todos lados de su rostro, y con pómulos un poco sonrosados, casi podría jurar que se trataba de una muñeca.

No obstante, eso no fue lo primero que llamó la atención de la señora Mahoney, sino que dibujado a un lado de su ojo derecho, tenía tatuado un ala de una mariposa monarca, naranja con motitas negras resaltando el tono de su ojo. La señora Mahoney tardó unos momentos en contestar después de contemplar semejante belleza.

—Yo apenas escuché de él por mi hija —comentó—, parece ser un gran revuelo. Aunque sinceramente no tengo ni la menor idea de qué trata.

La chica se encontraba con los brazos cruzados, vestida simplemente con unos jeans, camiseta blanca y chaqueta de cuero, aunque Tina notó de inmediato algo peculiar que colgaba de su cuello.
Era un medallón redondo y de un dorado tan brillante, que podría jurar sobre su tumba que se trataba de oro. Tenía también un color entre blanco y plateado en las orillas, decorado por curvas hacia afuera y hacia adentro, dejando en el centro la figura de una flor, y justo en el centro de éste, una perla.

Jamás había visto una joya parecida, y si no estaba todavía loca por el hambre que tenía después de no haber desayunado, pudo haber jurado que el mismo medallón desprendía una luz extraña que te hacía no querer dejarlo de ver.

—Logré averiguar bastante sobre el libro —sonríe la chica—, incluso tuve un encuentro con el mismo autor y estoy enterada del final, ¿le gustaría que se lo contara?

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