{23} El ataque

121 32 25
                                    



El viento frío que me llega es lo único que logra hacer que mis lágrimas poco a poco vayan secándose. Debo reconocer que ha pasado mucho tiempo desde la última ves que lloré, hace casi aproximadamente un año o dos creo y fue porque uno de los agentes con los que tuve que enfrentarme me golpeó tan fuerte en el rostro, que las lágrimas eran de dolor.

¿Llorar por algún dolor que no sea físico? Creo que apenas puedo conmemorarlo, ya que si mi mente aún puede repetir aquél momento, fue cuando regresé de mi primera misión, la primera vez que seguí la instrucciones a terminar con la vida de alguien. En aquél entonces apenas podía creer lo que había hecho, y no sé exactamente qué lo hizo más fácil en los años consecutivos. Quizá fue mi indiferencia, o mi crueldad, no obstante, fuera lo que fuera, me vendría bien ahora.

Suspiro profundamente y me obligo a dejar de llorar. Me concentro en otras cosas como mi misión, la idea de que Astori cuenta con Cyprian, Józef y en mí para hacer esto, el poder ver a Hayi una vez más... Miro de repente mi pierna herida, y la venda bajo mi pantalón que la protege, apenas noto el dolor ahora, aunque al hacer un poco de presión compruebo que sigue lastimanda.

—¿Has terminado? —cuestiona una voz que me sobresalta y casi pego un grito de sorpresa. Mi linterna de inmediato apunta a Niko a mi derecha, sentado a no más de un metro de mí, recargado en la pared.

—¿Teñido? —parpadeo varias veces para asegurarme que no se trata de una alucinación—. ¿Qué..? ¿Cuánto...?

—He estado aquí desde el principio —admite y trago saliva nerviosa. ¿Acaso me escuchó llorar? Sus ojos están entrecerrados por la luz que le llega directa al rostro, por lo que aparto la linterna y continúo iluminando al frente, un poco contenta de que no pueda ver mis mejillas rojas de vergüenza—. Imaginé que querías tiempo a solas.

—Deberías estar dormido como los demás —regaño, sin mirarlo.

Él bufa. —¿Acaso pensaste que te confiaría mi vida y la de mis hombres así de fácil?

Ruedo los ojos sin estar segura de si me logra ver o no. —Creo que confías más en mí de lo que intentas aparentar —susurro.

Él no dice nada, y me pregunto si me oyó, aunque la verdad preferiría que no lo hubiera hecho. —Parece que tú y Shockey ahora son cercanos —comenta por fin.

Ahora sí lo miro, siendo capaz de solo ver su silueta más oscura que todo lo demás. —¿Qué?

—Es decir —se explica—, la única otra mujer a la que lo he visto defender ha sido a Olivia, por lo que puedo ver que te aprecia de alguna manera. Así que imaginé que ahora son buenos amigos.

Me encojo de hombros simplemente, hasta darme cuenta que quizá no puede verme. Es extraño que él hable como si le importa con quién me relaciono y con quién no. —No lo sé —confieso—, no tengo muchos amigos exactamente como para saber diferenciar si es amistad o no.

Pasa un rato antes de que Niko conteste. —¿Qué hay de Amy y esas chicas de tu tienda? ¿No son ellas tus amigas?

Una sonrisa triste se forma en mis labios. Amigas. Si claro, como si supiera lo que eso significa. —Son lindas conmigo —acepto—, aunque hay veces en las que me pregunto si es solo por el hecho de que las estoy ayudando a entrenar.

—¿Dices que podría ser conveniencia, entonces?

—No estoy segura —sincero. No dudo de la amabilidad de ninguna de ellas, aunque es imposible no pensar en que si de haberme negado a ayudarlas, se portarían igual conmigo.

Book KeepersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora