{21} En el exterior

144 29 11
                                    



Siento pequeñas punzadas de dolor, que poco a poco poseen mi cuerpo y hacen que mi cabeza dé vueltas. La sed que tengo es lo que más me sobrecoge, ya que siento que tengo arena seca dentro de mi garganta y debo humedecer mis labios para poder sentir algo de frescura. No existe otro sonido que logre distinguir que no sea el del metal chocando contra otro metal en algún lugar cercano a donde me encuentro.

Primero no sé dónde estoy, o qué me ha pasado, hasta que una ráfaga de imágenes me golpea de lo ocurrido y mis ojos se abren inmediatamente mientras que con dolor me siento de mi posición recostada y trato de encontrar aire. Un disparo, tan claro y fuerte en mis memorias que podría jurar que pasa a un lado de mi cabeza. Mi cuerpo pesa, y me cabeza parece querer caerse de su sitio. En cuanto estoy sentada me quejo del dolor y cierro los ojos con fuerza.

—No te esfuerces demasiado —recomienda una voz en calma cercana a mí—, todavía estás recuperándote.

Una mano suavemente me empuja de regreso a estar acostada, y abro mis párpados para poder admirar el rostro de Shila examinándome de manera imperturbable. Trato de decir su nombre, no obstante, mi garganta es incapaz de dejar salir un sonido. Shila parece advertir mi intento, ya que se gira a tomar un vaso cercano a ella y lo acerca a mí para dejarme beber de él. Al principio me ayuda a agarrarlo, pero mientras más siento mi cuerpo gritar por agua, le termino quitando el vaso y dejándolo alzarse sobre mi cabeza hasta que ya no queda ni una sola gota.

Varias gotas se derraman de las comisuras de los labios, y Shila se acerca de nuevo para quitarme el vaso y limpiar mi cara con un trapo. —Me alegra ver que te encuentras mejor —comenta.

—¿Qué me pasó?

Era una pregunta no muy bien estructurada. Sé perfectamente qué me había pasado; me habían disparado, mi verdadera pregunta era por qué, y qué sucedió después de eso. Trato de conmemorar de nuevo lo sucedido, aunque nuevamente solo algunas imágenes y sentimientos llegan con intensidad a mi cabeza. Frustración, alcohol, luces, un portafolio, Niko, una muñeca, enojo, un arma, dolor, y ni siquiera estoy segura de si en ése orden.

Shila parece interpretar bien a lo que me refiero. —Se te encontró en los pasillos del Hospital abandonado sola pasada la hora del toque de queda, murmurando cosas sin sentido, ebria sin duda —toma una tabla con hojas en ella y hace anotaciones ahí mientras continúa relatando—. Cuando se te cuestionó qué hacías ahí te pusiste agresiva y al final te dispararon.

Maldición. ¿Ebria? ¿Agresiva? ¿Disparos? Era un hecho, Cyprian me mataría.

—De casualidad —comienzo a indagar—, ¿oyeron qué murmuraba?

—Algo sobre la confianza creo —se encoge de hombros—, no me dieron todos los detalles, aunque creo haber escuchado que alardeabas sobre una muñeca.

De repente todo me golpea de nuevo. ¡La muñeca! ¡Claro, cómo pude olvidarlo! —Lo recuerdo —le digo intentando sentarme de nuevo, aunque fallando—, encontré un maletín con una muñeca dentro.

Los ojos verdes de Shila dejan de tomar notas y me miran confusos. —¿Maletín? No tenías ningún maletín cuando te encontraron Kassia.

—Claro que sí —defiendo—, lo encontré y al abrirlo había una muñeca dentro. Niko me encontró y comenzó a regañarme como siempre hace y...

—Kassia, detente —me interrumpe la morena, mirándome con mayor cautela que antes—, ¿de qué estás hablando? Niko no estaba ahí cuando te encontraron.

Book KeepersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora