{09} Un nuevo mundo

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La habitación es fría, no hay mucho en ella que me indique en qué solían usarla los Miller antes de que se convirtiera en el escondite de la cápsula que los salvaría del Apocalipsis.
Justo en el centro, ésta reposa en toda su magnitud, imponente y blanca, circular y con dos vidrios en forma de rombos que muestran el interior de donde descansan dos camas acolchonadas. No recuerdo que Cyprian nos indicara el cómo funcionaban, mas trato de convencerme de que cualquier información de máxima importancia que pueda llegar a necesitar, Rosa me la informará.

Advierto que justo debajo de la cápsula hay una trampilla de metal, lo bastante grande como para que adivine que sirve para que una vez que la cápsula esté sellada, sea protegida por aquella trampilla en caso de que alguien quiera encontrar la cápsula. Bastante ingenioso, admiro. Observar aquella cápsula e imaginar que estaré ahí atrapada sin idea de lo que pasará logra que mi estómago dé vueltas, por lo que regreso en mis pasos y salgo de aquél cuarto, siendo sigilosa, me aproximo a las escaleras, y me recargo en la pared escondida escuchando la conservación que está teniendo lugar abajo.

—¡... confiar en ella papá! —logro captar que se queja una voz femenina desde abajo, y no tardo en vincularla con la que será mi coinquilina [1] en aquella cápsula que nos llevará a quién sabe qué futuro.

—Sé que no te agrada la idea Zeyra —responde pacientemente su padre—, pero tu hermano ha decidido lo que quiere.

—Solo quiere salvarse a ella misma papá —indica su hija con testarudez—, no le importamos nosotros.

—Sea eso cierto o no —la interrumpe su padre—, prometió protegerte, y tu única tarea allá, mi querida, es asegurarte de sobrevivir.

—No podré papá —la voz de Zeyra se rompe—, no soy una heroína, no puedo hacerlo.

—Eres la más capacitada para construir un mundo mejor para todos, no quiero que seas una heroína, quiero que seas tu misma, mi hija, así puedo estar seguro de que lo lograrás —el doctor Miller calla por unos segundos—. Prométeme Zeyra que no te darás por vencida en sobrevivir.

Escucho a un llanto profundo. —Lo prometo.

Asomo un poco mi cabeza por el borde de la pared, y puedo analizar mejor la situación. La señora Miller se encuentra abrazando a su hija mientras llora inconsolablemente, cuando por fin la suelta, la chica de cabello castaño oscuro se acerca al chico que sonríe felizmente en una silla de ruedas y se rompe a llorar en su regazo.

—Todo irá bien hermana —habla con tranquilidad el chico, y Zeyra levanta su cabeza y le sonríe entre un mar de lágrimas—, tengo algo que te alegrará. —De su cuello el chico saca su collar de oro, y se la coloca sin perder el brillo de sus ojos—. Éste collar quiero que siempre la lleves contigo, y tan solo cuando encuentres a alguien que ames más que cualquier cosa, se lo entregues, y así siempre sabrás que tu eres lo que más amo hermana. Dejé una nota amarrada al collar para que siempre que la veas recuerdes lo que significa.

Me retiro de mi escondite nuevamente, con mi corazón pesando en mi pecho como si estuviera hecho de metal, convenciéndome que en efecto soy incapaz de sentir algo real.
La puerta rechina después de un tiempo, y me giro a admirar a Zeyra Miller adentrándose, sus ojos color siena rojizos por haber llorado, su caminar encorvado y su presencia sombría, su cuello ahora adornado por un bello collar de una estrella, ni siquiera me mira o dirige la palabra.

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