{18} La tumba de secretos

151 34 15
                                    




—Formarán parejas entre ustedes para practicar las técnicas que les acabo de mostrar —indica el hombre rapado con una banda roja en su brazo—, una vez que vea que comienzan a comprender la técnica, nos reuniremos al centro a hacer retos.

Nadie cuestiona su autoridad, y puedo admirar los ojos de respeto dirigidos a él. —Si no hay dudas —continúa—, ¡empiecen!

Me quedo estática mientras admiro a todos los chicos emparejarse con sus viejos amigos, y me maldigo por apenas haberme incorporado a su práctica. Después bufo, a quién quiero engañar, podría haber estado una eternidad a su lado, y aún así, dudo sobre si hubiera hecho algún "amigo" entre ellos. No sé si eso me pone más enojada o nostálgica, sin embargo, no me permito pensarlo demasiado y evito levantar mis ojos para ver lo sola que me quedo al no tener a alguien.

—¿Piensas quedarte ahí parada todo el día? —se queja una voz a mi lado, haciéndome levantar la cabeza.

Miro a Józef con cautela, mientras que me acerco hasta donde él se encuentra, y me entrega un bastón de madera más alto que yo, mientras que él también toma el suyo. —Imaginé que te emparejarías con Cyprian —comento extrañada.

Él simplemente se encoge de hombros indiferente. —No fue mi primer opción venir contigo —informa volviendo a ser el Józef frío y grosero que conozco—, pero Cyprian me pidió que lo hiciera. Me dijo que algo que ambos tenemos en común es que no somos tan buenos haciendo amigos como él, y tuve que darle la palabra.

Tiene razón, me digo. Después de todo, el misterio de mi vida fue saber el por qué alguien tan talentoso y social como Cyprian se juntaba con Józef y conmigo. Debo decir que es de las cosas que más me gustan de él, siempre ha sido noble y comprensivo.

—Supongo que sí —respondo. Y en silencio ambos nos alejamos para ponernos a practicar.
Analicé con cuidado los movimientos que demostró el Comandante Foster al centro de todos, no me fue muy complicado entenderlos ya que utilizó los mismos que los de aquella noche cuando habló con Niko.

Józef ataca primero por mi derecha, y con tiempo de sobra logro detenerlo. Nos mantenemos apegados a los movimientos con tranquilidad mientras que mi mente divaga en darse cuenta que hace años que no luchaba o entrenaba con el rubio de esta manera. Al estar pendiente de sus pies y manos, cómo arruga la frente cuando se da cuenta que su movimiento no salió como esperaba me trae demasiados recuerdos que me es imposible no admitir que extrañaba.

—Tienes una sombra —revela Józef cuando nos alejamos de su último golpe. Lo miro confundida por unos segundos para después girar mi cabeza en la dirección que él mira y me topo con la mirada de Niko. Él se ha emparejado con el único pelirrojo en ésta sala aparte de mí, bloquea los golpes de su compañero sin necesidad de verlo siquiera y se mantiene viéndome.

Me giro de regreso a Józef sin darle importancia. Suspiro. —Lo sé —le digo—, es un dolor de cabeza.

—Al menos el tuyo parece inofensivo.

Casi bufo. —Créeme, no lo es. Hasta eso, sabe pelear.

—¿Te ha tratado injustamente alguna vez?

Pienso bien mi respuesta antes de dejarla salir. —No —sincero apenas dándome cuenta de aquél hecho. Y a decir verdad, me pudo haber tratado injustamente en repetidas veces, más por ser el hijo del jefe del campamento. Observo a Józef mirar por última vez a Niko mientras asiente, y de nuevo retoma la posición de defensa.

Book KeepersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora