Capítulo 2

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El Jueves mejoró un poco el clima por la mañana, así que Philomenna Bartroll se aventuró al pueblo con Reynallds Abbey como destino.

Unas horas después la señorita Bartroll regresó a su hogar para comer con su hermano y lo encontró paseando por los jardines, como era habitual en él.

-Oh, mi querido hermano. Que desgracia que no hallas querido acompañarme, los McBerry son gente maravillosa en verdad, estoy tan agradecida de que tengamos tan buenos vecinos. - Dijo la señorita Bartroll mientras empezaba a caminar por los jardines del brazo de su hermano, y así continuó contándole sobre su visita.

-El señor McBerry es un hombre honrado, fabricante de telas me parece, lo que hace que tenga una gran fortuna y que siempre vista los trajes más finos y de la mejor calidad. Es una caballero muy carismático, tiene un gran sentido del humor. Justo como tú, Dante! Ojalá lo conocieras, sé que se entenderían muy bien.
Por otro lado, cuando conocí a la señora McBerry me dio la impresión de ser una persona muy cálida y amable, atenta y siempre preocupándose por el bienestar de su hija, como toda buena madre.
Pero oh, Dante, hermano mío. Nunca he visto ni veré a una joven que se le iguale a la señorita McBerry. Es una joven inteligente, sensata, pero amable y carismática a la vez. La combinación perfecta de sus padres! Además es elegante, refinada y muy talentosa, pues me han dicho que sabe tocar el piano y el arpa además de tener una hermosa voz. He tenido el honor de oírla cantar! Nunca lograré perdonarte por no haberte tomado la molestia de irla a visitar, a escuchar su música. Cómo has podido negarte a acompañarme?

-La señorita McBerry...- Dijo Dante sin inmutarse, sin una pizca de arrepentimiento por no haber asistido a la visita ni emoción. -Hasta ahora no es un nombre que me desagrade y espero que no se convierta en uno. Aunque debo decir, querida Philomenna, que a nadie le agrada más y nadie se sorprende más con la gente que tú. Sinceramente no creo que me impresione esta chica, no encontraremos un gran tema de conversación puesto que mis gustos van dirigidos hacia otras corrientes artísticas, no hacia la música. Estoy seguro de que ella se borrará rápidamente de mi cabeza, así como de la de los demás. Este pueblo tiene una sociedad muy cerrada, no se encariña tan fácilmente de una familia que ha escalado hasta su posición económica actual gracias a una actividad tan simple como la venta de telas y que sin ellas serían completamente pobres.

Ahí quedó la conversación entre los hermanos Bartroll, y con esto concluyeron su paseo por los jardines. Regresaron a la casa y se sentaron a comer en silencio. Nadie había dicho nada hasta que el señor Bartroll decidió romper el silencio.

-Así que ahora viven el señor y la señora McBerry con su hija en Reynallds Abbey. Un lugar al que nunca he entrado y no tengo la intención de visitar. Sabes, mi querida hermana, si la pareja tiene más hijos?

-No hasta donde sé, la señorita McBerry es la única.

-Y eso por qué? Un matrimonio con sólo una hija es una lástima, algo no muy común y decepcionante. Quién heredará la casa y su fortuna cuando el señor muera? Ves Philomenna, las desventajas de tener sólo hijas? Es por eso que espero casarme y vivir rodeado de valientes y honorables hijos, todos hombres.

-No sé nada en cuanto a la herencia, sabes bien que no le doy demasiada importancia a los asuntos financieros como tú. Pero, sobre tu futuro, sólo espero que seas feliz y te llegue la mejor suerte de toda Inglaterra en cuanto al sexo de tus hijos, aunque es algo en lo que no puedes intervenir y no puedes cambiar.

La Nueva Residente de Reynalds AbbeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora