Capítulo 8

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Después de un rato caminando, el señor Bartroll y la señorita McBerry llegaron a una pequeña y adorable morada que parecía tener un aire cálido y acogedor. Desde el exterior, los acompañantes pudieron oír las risas y los gritos de los niños de la señora Graslick. Incluso, cuando ya estaban demasiado cerca, dos niños se aproximaron para darles la bienvenida e interrogarlos con infantiles preguntas sobre quiénes eran y de dónde venían.

Al entrar en la morada, la dama y el caballero encontraron a la señora Graslick sentada en uno de los sillones de la salita con una niña de aproximadamente dos años sentada en su regazo. En el instante en el que la mujer los divisó, una alegre y reconfortante expresión llena de sorpresa se plantó en su rostro, e inmediatamente dejó a la pequeña en el sillón para acercarse a sus visitas.

-Pero si es mi queridísimo Dante! Cuánto tiempo desde tu última visita, no sabes la alegría que me da verte. Deberías venir más seguido! Casi siempre veo a tu hermana por aquí, pero nunca a ti.- En ése momento, la señora Graslick hizo una pausa y miró a la señorita McBerry con una expresión de curiosidad. -Y veo que traes compañía, querido.

-Sí mi señora, ésta es la señorita McBerry, la nueva residente de Reynallds Abbey, quien amablemente ha accedido a la petición que le hice sobre acompañarme a visitarle, pues me la he encontrado en el camino hacia su morada. - Contestó el señor Bartroll mientras Fabianne se presentaba haciendo una leve reverencia hacia la cálida dama.

-Pero claro que sé quién es tan bella señorita!- le respondió la señora Graslick al señor Bartroll. -No hay ni una cosa de la que se hable más en el pueblo que de la señorita McBerry y sus misteriosos y largos paseos matutinos.
Pero bueno, que quede claro, señorita McBerry, que en esta casa todos los Bartroll y sus amistades son cordialmente bienvenidos e incitados a quedarse a cenar.

La señora Graslick estaba verdaderamente impresionada de ver a aquella misteriosa dama en compañía del señor Dante Bartroll  y no junto a Dinsell. Ella estaba al tanto del interés que Edward mostraba hacia la señorita McBerry, y también sabía perfectamente que Bartroll no tenía ningún interés en alguna chica o algún interés por casarse (o al menos eso creía). Así que ver a su queridísimo Dante dando paseos con aquella joven le causaba una extraña impresión y la hacía sospechar que pronto habría un serio problema entre Bartroll y Dinsell.

Intentando disimular sus predicciones, la señora Graslick incitó a sus invitados a que se sentaran en los pequeños y suaves sillones color escarlata de la salita para así poder seguir conversando más cómodamente.

- Estoy segura, señorita McBerry, de que aunque lleva poco tiempo aquí en el pueblo, usted ya ha hecho algunas buenas amistades.- Propuso la señora Graslick, como el siguiente tema en la conversación. -Amistades, claro, como los Bartoll. O el señor Dinsell, tal vez?"

-Se equivoca, señora. Esta es la primera vez que tengo la oportunidad de ver al señor Bartroll Marymouth. Y lamento comunicarle que ya no he vuelto a visitar al señor Dinsell .- Contesto la pobre Fabianne, quien, abrumad por la persistencia de su anfitriona, empezaba a enrojecer.

Sin embargo, al notar la reacción de la joven, la sensación de la prestigiosa señora Graslick fue completamente la opuesta. Ella estaba, por el contrario, completamente satisfecha con sus logros. Sintiéndose orgullosa de haber hecho la pregunta indicada, la señora se propuso descubrir a toda costa los secretos sentimientos que Edward Dinsell tenía por la nueva habitante, y si es que ella llegaba a corresponderle.

- Pero estoy seguro, señorita McBerry, que ha hecho algunos otros amigos en el pueblo ya. Puesto que es usted una joven extremadamente dulce y social. - interrumpió el señor Bartroll, sin darse cuenta del incómodo silencio que acababa de romper.

Al escuchar esta respuestas, las damas quedaron atónitas por el tan inusual comentario que el caballero acababa de hacer. No era su costumbre hablar de una manera tan cariñosa hacia las damas.

-Por supuesto!- se vio obligada a contestar Fabianne, pues sentía las miradas de sus acompañantes sobre ella. - De hecho, tiene usted razón. He formado una amistad, y muy buena, me atrevería a decir, con la señorita Charlotte Russellton y su entrañable familia. En realida, no pude haber encontrado mejores amigos por aquí, pues ellos son personas muy tranquilas y agradables.

Así, y después de algunos minutos más de charla, los jóvenes se dispusieron a comer en compañía de los Graslick y, después de haber pasado un excelente rato jugando con los niños, decidieron salir a dar un paseo por los jardines.

Al tener que atender sus obligaciones en la casa y con sus hijos, la señora Graslick decidió quedarse dentro y dejar que sus visitantes disfrutaran del hermoso atardecer inglés al aire libre. Una vez afuera, el señor Dante tuvo la iniciativa de conversar con la señorita McBerry.

-Desearía informarla, señorita McBerry, de que mi mente se encuentra intranquila desde que me he enterado por sus hermosos labios de que es la amiga de aquellas personas, los Russellton. Estoy completamente consciente de que para usted yo no represento más que un conocido, y que lamentablemente no se ha formado una opinión muy agradable de mi carácter. Esto, claro, si reflexionamos sobre las primeras impresiones que debió tener de mí por mi actitud durante el baile. Sin embargo, me gustaría borrar tosas aquellas molestias que le he cuasado por un momento y sincerarme con usted cuando le digo que considero a Russellton una familia poco escrupulosa y de extrañas ideas. No me parece que deba seguir manteniendo una relación cercana con ellos, pues no son relaciones provechosas para su apreciable reputación.

Bruscamente, la señorita Fabianne McBerry se vio obligada a detenerse por un momento y voltear, encontrándose con los hermosos ojos verdes de su soberbio acompañante.

- Cómo se atreve usted, señor Bartroll, a juzgar ta severamente mis decisiones, cuando ha sido usted la única persona que me ha dado una impresión desagradable y poco escrupulosa desde que llegué a este lugar.- Contestó irritada la joven, perdiendo el leve toque de gentileza con el que había decidido empezar a hablarle a su vecino al ver su nuevo cambio de actitud. -Y debo recordarle, señor Bartroll, que es la señorita Charlotte a única que ha tenido la molestia de acogerme en su casa. Si tanto le importan mis relaciones, por qué no fue el primero en presentarme su círculo social? Ni siquiera se esforzó por ir a recibir a mis padres en Reynallds Abbey el día de nuestra llegada.

Después de haber sacado todas sus opiniones en contra del señor Bartroll, la señorita McBerry dio media vuelta y se dirigió de regreso a la casa para agradecerle a la señora Graslick por su hospitalidad. Decidiendo después regresar directamente a su casa.

El señor Bartroll, por el contrario, no pudo hacer más que quedarse parado tristemente en el jardín. Rodeado por hermosas Rosetas y altos Álamos, mientras observaba la fina y delicada, pero firme, figura de aquella tan rebelde señorita, desaparecer con el ocaso. Sabiendo, además, que era él quien se había esforzado en hacer que se alejara.

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(N/A)

Oh Dios! Más de 900 personas han leído esto!

De verdad, gracias por leerlo. Nunca pensé que llegaría a tanto, asíq ue dejé mi escrito a un lado por un rato y me dediqué a la Ciencia Ficción. (Y, de hecho, si les gustaría leer alguna de mis nuevas obras por favor comenten, porque sólo las he subido en Inglés).

Hace años que no escribía en esta novela, pero debo admitir que regresar a ella es agradable.

Gracias por todo su apoyo, por favor comenten qué es lo que les gusta de la historia (eso me sería de mucha ayuda). Gracias por sus votos, son increíbles!

Nos vemos en el siguiente capítulo (prometo no tardarme tanto esta vez).

~Fa




La Nueva Residente de Reynalds AbbeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora