Capítulo 10

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Salut à tous!

Una gris y desafortunada tarde, la señorita McBerry se encontraba de camino hacia ese lugar tan maravilloso llamado Grossert Hall, cuando del cielo empezó a caer un fuerte lluvia. Al salir de su casa, el clima parecía gentil, motivo por el cual le pareció fuera de lugar, y hasta cierto punto inapropiado, cargar con su sombrilla. Sin embargo, en la posición en la que se encontraba ahora ( en medio del campo, sin tiendas ni casas que la pudieran resguardar de la lluvia), la señorita McBerry se arrepentía de sus decisiones. Ahora estaba completamente sola, y no tenía más remedio que seguir caminando el largo trecho que le faltaba para por fin legar a Grossert.

Sin esperanzas de que llegara alguna señal divina a socorrerla, la joven decidió apresurar la marcha y llegar lo más rápido, y lo menos mojada posible, a su destino. Pero entonces, una voz familiar que se oía vagamente lejos, a sus espaldaz, la detuvo. Era una voz dominante, con presencia, pero a la vez parecía estar llena de calma. Y en la situación tan ajetreada en la que se encontraba, Fabianne sintió que aquél tono hasta llegaba a ser cálido y reconfortante.

Mientras la voz se aproximaba, Fabianne descubrió que era su nombre lo que aquel tono tan agradable pronunciaba, y antes de que tuviera la oportunidad de voltearse y contestar, sinió una gentíl y caballerosa mano posándose sobre su hombro. Tratando de calmarla.

"Señorita McBerry! Pero que suerte tengo de haberla encontrado. Qué hace usted por aquí con un clima tan salvaje?"

"Me parece que la pregunta más predilecta sería, qué es lo que está haciendo aquí usted, señor Bartroll? Me parece que tiene usted razón en que es un día frío y lluvioso, no muy provehoso para andar por el campo. En mi defensa, debo mencionar que estoy en camino a Grossert Hall. a visitar a mis queridos amigos, los Russellton. Sin embargo, no espero nis sospecho que comprtamos las mismas intenciones."

"En efecto, mi querida señorita, no lo hacemos." contestó el caballero, galantemente. "En mi defensa," sitó a su acompañante. "me veo obligado a decir que llegado hasta aquí buscándola. Supusé que iría usted a Grossert Hall."

"Y de dónde viene tal entuciasmo por encontrarme, señor?" preguntó Fabuanne, incrédula ante lo que estaba escuchando. "Creo que si hay algo que necesite decirme, pudo habérmelo dicho fácilmente durante alguna de las ocaciones en que coincidimos en el pueblo. No tendría por que haber venido a buscarme a mitad del campo y bajo una lluvia torrencial."

Así, Fabianne dio media vuelta y continuó caminando. Sin poder rendirse tan fácilmente, el señor Bartroll decidió apurar el paso detrás de ella.
"Espere, señorita! Sólo escúcheme un segundo, por favor! Quisiera disculparme con usted por haberme comportado tan desavergonzadamente allá abajo, en el pueblo. Le aseguro que tenía serios asuntos que discutir con la señorita Ariana."

"Pues claro, entiendo sus motivos perfectamente, señor."
"Lo hace?" Se atrevió a preguntar Bartroll, emocionado.
"Por supuesto! Es más, no puedo ni siquiera entender cómo es que he olvidado su profunda y apasionada devoción por la señorita Hudges. Sin embargo me temo, señor, que ya no lo dejaré chantajearme a su gusto ni una vez más. Es por esto que le pido se retire y deje que continúe con mi agradable paseo hacia Grossert," Respondió la testaruda dama, sin siquiera voltear a verlo.

"Chantajearla? No, señorita! Esa en lo absoluto es mi intensión! Además, espera usted dar un paseo agradable bajo este diluvio? Eso es algo que me niego a permitirle," Acompañando sus palabras, el señor Bartroll abrió su sombrilla y la sostuvo firmemente sobre la cabeza de Fabianne, cubriéndola del terrible clima. "Si me lo permite, creo que debe ser su derecho, considerando lo descortés que he sido con usted últimamente, estar al tanto de la relación que sostengo con la señorita Ariana Hudges ha definitivamente terminado."

La Nueva Residente de Reynalds AbbeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora