Al día siguiente la señorita McBerry despertó por la mañana sin poderse sacar de la cabeza al señor Bartroll. Pero que hombre tan extraño había conocido anoche en el baile. Fabianne aun no estaba segura de si aquel caballero le desagradaba completamente, sabía que se había comportado de una manera muy inadecuada anoche, pero había algo que le agradaba de él.
Después del desayuno decidió salir a dar un paseo por el pueblo para despejar su mente. Era un día soleado pero muy ventoso, demasiado comparado con la intensidad del viento del sur (a donde la señorita McBerry pertenecía). Fabianne iba tan distraída intentando encontrar al señor Bartroll, esperando encontrárselo por la calle, que no reparó en que su boneta no estaba bien atada y en un fuerte ventarrón salió volando. Al ver la boneta flotando en el aire, la señorita McBerry corrió para alcanzarla y la siguió por las calles hasta que se encontró enfrente de una dama, quien había podido atraparla.
-Supongo que esta boneta le pertenece, no es así querida? - preguntó una dama rubia y de ojos azules, no muy delgada ni tan poco muy alta, pero que daba la apariencia de ser una joven fina y elegante. La dama le entregó la boneta a Fabianne y se presentó.
-Soy la señorita Charlotte Rusellton, de Grossert Hall. Y usted es?
-Yo soy la señorita Fabianne McBerry, de Reynallds Abbey.
-Por su puesto! La nueva residente de Reynallds Abbey. No puedo creer que por fin tenga el honor de conocerla en persona, pues he tenido el placer de escuchar mucho sobre usted.- Dijo Charlotte sinceramente por tener la oportunidad de conocer a la señorita McBerry sin haber asistido al baile.
-Oh, pero que descortés he sido, no le complacería dar un paseo en mi compañía por Grossert Hall? Ahí tenemos unos jardines verdaderamente maravillosos, estoy segura de que le encantarán.
La señorita Rusellton condujo a Fabianne por todo el pueblo, mostrándole el camino hacia su residencia, hasta que por fin llegaron a una hermosa casa un poco retirada del centro del pueblo. Como Charlotte había ya mencionado, tenía unos jardines preciosos que las señoritas recorrieron juntas durante horas. Fue durante este paseo cuando Fabianne sintió algo especial respecto a Charlotte, tenía en ella una confianza que no sentía en muchas otras personas. Sin embargo, lo más emocionante y sorprendente fue descubrir que Charlotte sentía exactamente lo mismo por ella.
-Oh, mi querida señorita McBerry. Me siento como si pudiera contarle todo en el mundo y no se lo dirá a nadie. Después de lo poco que la he conocido en este paseo, le he agarrado cariño y confianza. Me complacería profundamente que se convirtiera en mi amiga íntima, en mi confidente, pues como usted bien sabrá yo paso todo el tiempo rodeada por mis hermanas y sinceramente no me siento con la seguridad de contarles algo sin que al día siguiente ya media Inglaterra lo sepa. En especial mi hermana Margaret, es un desastre.
-No se preocupe, señorita, la entiendo perfectamente.- Contestó Fabianne con sinceridad.
-Pero señorita McBerry, si usted no tiene hermanos.- Respondió Charlotte, un poco desconcertada.
Y así las nuevas amigas siguieron caminando entre los hermosos rosales de los abundantes jardines de Grossert Hall. Realmente Fabianne no se había sentido completamente cómoda junto a alguien desde su llegada a Derby. Nunca creyó que encontraría una amiga íntima tan fácilmente.