Capítulo 23

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Pasaron dos días desde que ambos quedamos destrozados por Reita. Las heridas quedaron grabadas en mi piel.
La habitación había quedado limpia de sangre y flujos, dio asco, pero el resultado lo compensaba. Ahora sólo queda esperar a la policía o a mi padre para querer morirme.
Tocan el timbre, mi destino ha llegado, abro lo puerta y la sorpresa fue inmensa.
- ¿Puedo pasar?- Akira estaba parado frente a mi, cabizbajo y mirada de perrito mojado.
- Emm... si.- Respondí a su pregunta. Dí un paso al costado, dejando pasar al sujeto con una tela blanca en su nariz.
- Permiso.- Dijo, señalando el sillón.
- Claro, Siéntate ¿Quieres algo?- pregunto, sentándome frente a él.
- Quiero saber lo que le hiciste a Elizabeth.- Dijo.
- Veo que está muy traumada- Dije, esbozando una media sonrisa.
- Dímelo!- Alzó su tono, levantándose de su asiento. Por la costumbre que mi padre me dió, agaché la cabeza asustado.
La habitación quedó silenciosa por unos segundos, unos pasos se acercaron a mí. Akira agarró mi mentón con sus dos dedos (Pulgar e índice), levantó mi cabeza, se sentó sobre mis muslos y comenzó a besarme.
Frunci el ceño, mi lengua se entrelazaba con la de él, mis manos fueron a parar a su cintura y las de él a los costados de cabeza.
Nuestras bocas se separaron para tomar aire, aproveché para quitarle su remera negra, ver su pecho pálido y sin ningún pelo. Él lamió y mordió mi cuello, una mano mía fue a posarse en su nuca y jugar con el nudo de la tela, encontrando un relieve en el nudo, algo que era extraño... o simplemente, una trampa.
- Qué le hiciste a Elizabeth? Quedará entre nosotros dos.- Dijo con voz entrecortada. Busqué con la mirada algo pesado, vi el florero a mi lado derecho.
-No creo que se quede entre nosotros dos.- Estiré mi brazo lo más que pude, agarrando el florero y estrechandolo contra el inicio de su nuca y fin del cráneo del rubio.
Instantáneamente, se desmayó, cayendo arriba de mi cuerpo. Respiré durante unos segundos, recuperando el aire, tomando fuerzas para empujar el cuerpo vulnerable de Akira hacia delante mío, él cayó al suelo. Corrí a buscar un lugar en donde retenerlo, al entrar a la habitación blanca, busqué en donde retenerlo.Busqué y busqué, hasta que ví el objeto que mi padrastro utilizaba con mi madre: Una cruz de 2 metros del palo vertical y 1,50 metros del palo horizontal. Lo coloqué en su base, a un lado de las paredes, procurando que los grilletes estén en condiciones y volví a la sala. Observé al rubio con su torso al descubierto, le quité los pantalones, dejándole el bóxer y lo arrastré hasta "La cruz de la verdad" -Como le decía el esposo de mi madre-. Con dificultad, sujete sus muñecas a los grilletes y lo mismo con sus tobillos.
Me recordó a Jesús: aquel rostro caído, su cuerpo siendo sostenido por la cruz de madera y con motivos para estar allí.
Mientras esperaba que despertase, reacomodé los objetos de la habitación; La camilla fue movida hasta una esquina, la jaula se quedó en su lugar, corrí el cadalso a la vista y, por último, me senté en la silla de madera frente a Akira con un látigo de punta fina entre mis manos. Recordé el relieve encontrado en el nudo de la tela, me levanté, lo busqué con la mano y lo arranqué. Era una maldita cámara, me senté y esperaba.

Mi horrenda obsesión ●Reituki●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora