Sentía la dura y rugosa carpeta e mis manos sudorosas, no sabía qué hacer o a donde ir, todos a mi alrededor parecían, normales, tranquilos, con algunas preocupaciones mucho más importantes que las mías, en mi interior sentía que debía leerla porque ¿Qué tendría de malo?, solo estaría constituida, por visitas insignificantes al pediatra cuando estaba niña, no tendría nada de malo leerla, no estaba infringiendo alguna regla de pacientes al leerla, o no hallaría nada sorprendente en ella, lo único que podía hacer era cruzar mis dedos para que el sabio dicho de “ la curiosidad mato al gato” no se cumpliera.
Así que me dirigí al baño, allí tome la repise de el lavado como asiento, y me dispuse a leer, mi historia clínica, y lo encontraría allí, ni en un millón de años, lo hubiera imaginado, allí narraba como con tan solo seis meses de edad, inicie mi camino a los consultorios, ya que mis padres, se sentían abrumados ante mi inconsolable llanto de todas las noches, y de cómo pensaron, que solo era una simple cosa de bebes, se habían equivocado, sufría una leve anomalía en el ritmo cardiaco de mi corazón, algo que con frecuentes visitas al médico, se controlaría (según mi pediatra), el también estaba equivocado, fui creciendo y el fuerte dolor en mi pecho, también lo hacía, a mis cinco años, finalmente, lograron un diagnostico: Fibrilación Ventricular, ¿Qué era esto? ¿Acaso las enfermeras habían colocado alguna clase de somnífero en mi cena, el cual me haría caer en esta horrible pesadilla?, seguí leyendo, y poco a poco, cada pedazo de mi vida, se iba quebrando; continúe con mi tratamiento, y tras varias visitas a medianoche a la sala de emergencias, los médicos, encontraron una solución, que resolvería mi enfermedad: implantar un desfibrilador en mi pequeño y frágil corazón, mis padres, accedieron a la idea, y a mis nueve años, entre por primera vez, al quirófano, aquella operación, que yo creía que era, una simple extracción del apéndice (según lo dicho de mis padres), fue exitosa.
Lentamente aquella carpeta se fue deslizando por mis manos, y al llegar al suelo, una lagrima resbalada por mi rostro, también lo hacía, pero no podía estar para siempre en aquel baño, debía devolver la carpeta, así que la tome del suelo, Salí de allí, y recorrí el pasillo casi por inercia, lo hacía con pasos lentos y descoordinados, abrumada por lo que acaba, de descubrir, deje aquella carpeta, que contenía un pedazo oculto, de mi vida, en el escritorio azul rey, del Hall y volví a la habitación.
Al recostarme en el duro e incomodo colchón, todos mis pensamientos mininos, sobre Benjamin y Jane, o Christopher se habían ido, solo podía pensar en una sola cosa, cual sería el momento en el cual, explotaría, este nudo en mi garganta y podría confrontar a mis padres.
La Mañana Siguiente:
―Cariño, ¿Tienes todo listo? ¿Tu IPod, y la tarjeta de tus amigas? ―pregunto mi padre, sin imaginar, lo que corría por mi mente a cada segundo.
―Si, papa, tengo, todo, todo listo―respondí con voz baja.
―Mimi, estas pálida ¿seguro que ya te sientes mejor? Porque Rick, yo la veo un poco extraña―le decía mi madre a mi padre, mientras sacaba las petunias, del florero de la mesa de noche, y las ponía en un envase, para llevarlas a casa.
―Si yo, yo, estoy bien―respondí, nuevamente con voz baja y mirando hacia el mugriento suelo de la habitación, me sentía como un zombi, decaída y sin ganas de hacer nada, lo único que podía, mantenerme un poco emocionada, era volver a la academia.
―Pero Mimi, te ves triste ¡Anímate! Ya podrás volver a la academia, y estar con tus amigas―dijo mi madre, justo antes de irnos del hospital.
Al llegar a casa, subí, inmediatamente a mi habitación, encendí la televisión, y ahogue mis penas con dos envases de helado tipo familiar, y el maratón de The Lying Game en boomerang, me encantaba poder tener canales americanos, siempre a mi disposición, me hacían sentir, que volvía a estar de nuevo en Seattle, mientras miraba capitulo tras capítulo de la serie, no podía dejar, de pensar, que tal vez, podía ser adoptada (como Sutton la protagonista de la serie) porque según mi criterio, no me parecía, ni a mi padre, ni a mi madre, tal vez por esa razón, quisieron ocultarme mi extraña enfermedad.
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Nunca Antes Besada
Teen Fiction¿Que pensarías si te llamaran un día y te dijeran que abandones toda tu vida, para mudarte a otro país? ¿Gritarías, saltarías de emoción? ¿Porque que chica de 17 años no estaría dispuesta a dejar todo para mudarse a París? Bueno, eso fue exactamente...