Capitulo 21: K es por Karcel

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Habían pasado un par de semanas, tras la fiesta de los Brown, y desde entonces me había convertido en huésped temporaria en el hogar de los Harris; y aunque mis padres hubieran preferido que pasara las festividades con ellos y todos los Swatt, escuchando popurrís navideños, y tomando cocoa frente a la chimenea de mí tía Claire en Seattle; elegí  quedarme con benjamín, y si, aunque admitía que “Festividades” en el diccionario de Benjamin Harris, era significativo de fiestas hasta altas horas de la noche, cantidades incontables de licor y una que otra chica de la academia que se ponía un poco más que cariñosa, tras cuatro shots de tequila. 

Debía permanecer allí, no podía moverme a ningún otro lugar, ese;  era el trato con el que Ben, había aceptado a ayudarme con la “Operación Brasil” como la habíamos nombrado, tras ganar una millonaria apuesta en el famoso casino de Montecarlo. 

—Buenos días, Rojita  ¿Le podrías decir a Dimitria que prepare un poco de café? Como podrás ver, estoy un poco exhausto—benjamín acababa de salir de su habitación, en compañía de dos chicas, en cada brazo, probablemente eran gemelas—Pero que maleducado soy, permítanme  presentarlas, Rojita,  ella son Plie y Releve— Dijo, para luego, tomar a cada una de las gemelas, y darles vuelta, como si tratara de alguna bochornosa ruleta mágica, que era totalmente desconocida para mí.

—Como sea Ben, te necesito en el  comedor, en tres minutos, Dimitria ya tiene el desayuno listo—Dije, sin quitar mi mirada de aquellas dos chicas, sin dudar ni un segundo en preguntarme, si la dignidad de las mujeres de ahora se había acabado por completo.

—Uno para ti y otro para ti—benjamín, había tomado un par de euros de su pijama, y los había depositado en el respectivo escote de las gemelas, ellas , sin embargo reían suavemente, como si aquella asquerosa escena tuviera algo de gracioso—Esto es para un taxi muñecas,  que tengan buen viaje, y no olviden: “Mi casa, Tu casa”—les dijo,  tratando de poner un acento español, en esa última oración, y aunque yo no lo hubiera querido, le había salido a la perfección. 

Minutos después de que las gemelas abandonaran, la mansión.  Benjamín caminaba a mi lado, mientras nos dirigíamos hacia el comedor, una amplia habitación decorada en tonos verde esmeralda, con alguna que otra obra de Van Gogh  y Modigliani colgada en sus paredes.  Y en su centro, una lisa y brillante mesa de roble con asientos de el mismo material, sorprendentemente cómodos para el tipo de madera, y que según Benjamin, había sido un regalo del presidente.

— ¿Qué te sucede con esa bata de seda vinotinto?  Dime, ¿Acaso tienes algún deseo de parecerte a Hugh Hefner?—Le decía, en referencia a la horrorosa bata de seda, que desde hace un par de noches, había comenzado a utilizar como su “Pijama”

— ¿Qué pasa  Rojita,  no te gusta? Este fue uno de los regalos de navidad de mis padres, aunque me gusto más el nuevo Ferrari—Respondió, en tono de arrogancia, mientras le daba un mordisco a sus tostadas francesas, y leía la sección de deportes, del periódico “Le parisien” como todo un adulto snob.

—Es horrorosa, en serio lo es,  la vuelves a utilizar un día más, y ten por seguro, que no me tendrás más,  de huésped en esta casa—Lo retaba, y él me miraba de refilón por encima del periódico, para luego bajarlo y decir:

—¡Vaya Rojita! Debo admitir que me gustaba más la Mads dulce y callada, y que siempre decía lo adecuado.

—Bueno Bennie, esa  Mads se fue, ahora me temo que tendrás que conformarte, con esta.

—No me malinterpretes, me gusta esta Mads es más sexy—Me volvía a dar esa pícara sonrisa, y aunque ya estaba acostumbrada a verla, cada vez me gustaba más y más.

Nunca Antes BesadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora