7. La última balada.

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Nos declaramos culpables
de la subida del mar.
Desafinamos canciones.
Se nos prohibía llorar.
Hoy te he vuelto a recordar.
Benijo – Andrés Suárez

Quererte es imaginar tus caricias en mi espalda, a las tres de la mañana, mientras tus dedos recorren cada centímetro de mi piel, y mis labios tiemblan con delicadeza. Tenerte es quererte a todas horas, mientras Suárez juega con nuestro silencio, y nosotros lo hacemos nuestro.


Pregúntale a mis caderas si tienen vía libre, aunque creo que no te tienen demasiado cariño. Ya jugó alguien con ellas, y las deshizo por completo. Resigues mi columna con esos ojos azules, y te vas topando con mi pelo, algo liso. Encuentras un rizo entre tanta monotonía, y me preguntas la razón. No la encuentro, y tú zarandeas el rizo, llamándome imprevisible. Yo lo llamo verdad.


Mi oreja izquierda reposa sobre mi cojín, solo puedo ver una pierna tuya, que cae de la cama hacía abajo. Tus dedos olvidan el rizo lleno de sinceridad, y bailan sobre mi cuello. Es una balada. Cierro los ojos, y me pides que hoy sea yo la que cante. "¿Qué canto?" "Mentiras. Eres experta."


Retiro mi pelo hacía el mismo lado que mi cabeza, y dejo mis hombros desnudos a tu alcance. Pero tu atención no se centra en mi espalda, si no en mi cuello. Coges mi "monótono" pelo y lo dibujas hacía la izquierda. Tus dedos vuelven a conducirse, con cautela, sobre mi cuello.


Suárez canta Benijo y mis labios le siguen. Canto a susurros. Canto verdades. No te opones. Tus dedos escalan la parte derecha de mi cuello, y sonríes mientras trato de no ser verdad una vez más, no quiero cantar Benijo ganándole a tus cosquillas. No quiero contarte verdades con una sonrisa. Te percatas de ello y, sin separar tus dedos de mí, tu otra mano recoge un rizo, con menos fuerza que el anterior, que había caído sobre mi mejilla derecha. No juegas con él, esta vez le recomiendas el dorso de mi oreja y, sin despedirte de él, acercas tus labios hacía mi mejilla.

Cántame algo y canté.

Sonríes, después de besarme. Tiene toda la pinta a coincidencia, pero yo no lo veo así. Juegas con esos tres lunares, y no puedo evitar sonreír. "¿Por qué sonríes, mentirosa?" "¿Qué tienen esos lunares?" "Belleza"
No te creo, pero finjo que sí.

Juré contar nuestra historia, nunca decir la verdad.

Suárez declara recuerdos, y yo le imito. Tú no dejas de reseguir mis lunares. Benijo termina.


Tus dedos caen, poco a poco, hacía mis labios. No quiero mirarte, aunque tú no quieras otra cosa. Veo tu pierna buscar el suelo de una vez por todas, y la otra sigue el mismo proceso. Quiero perder mi mirada entre tus ojos. Estos se ponen a la altura de los míos, y se vuelven aún más oscuros. Sabes que no puedo, ni quiero, mirarte. Está todo demasiado encharcado.


Coges mi cara con tus manos, luego mi cuello a caricias, y me obligas asentarme. El miedo también se levanta conmigo. Una gota moja un lunar, y túsonríes. "Aun así, estás bonita." "¿No era mentirosa?""Deja de serlo, vamos." "Ya no lo soy." 


BailesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora