Un paseo por la feria

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Yasuo y Riven amanecieron en el improvisado campamento que habían formado la noche anterior para descansar. Ambos dormían sobre una suave y gruesa manta, pero dándose la espalda, ninguno se atrevía a decir palabra alguna por miedo a la contestación del otro, era una situación incómoda el tener que dormir juntos, ya que aún no tenían claro los sentimientos que guardaban en sus corazones. La chica al despertarse se desperezó olvidándose por un momento de su acompañante el cuál estaba despierto. La joven se levantó y se dispuso a acomodarse bien sus ropas debido a que estaban arrugadas mientras era observada por el moreno quien deseaba que se desnudara. Espera, era su enemiga, no podía permitirse el lujo de desearla, ¿oh sí? Aquella peliblanca le sacaba cosas que ni siquiera él sabía que podía hacer, como amar.

Por más que el hombre se repetía así mismo que no era amor lo que sentía su corazón palpitaba haciéndole saber que hasta el hombre más solitario, el imperdonable como lo solían llamar, podía sentir algo tan puro como el amor, y no era una vergüenza sentirlo, lo que le apenaba a Yasuo era que se había enamorado de la mujer que se lo arrebató todo y tenía que entregarla para recuperar su honor, pero ya no estaba seguro de si quería o no entregarla. 

-¿Q-qué haces?- preguntó tímida Riven

-Tranquila, es que hay mucha gente y te puedes escabullir, es solo por precaución- respondió sereno el de la coleta sin mirarla

-¿Seguro que es por eso?

La chica le dirigió una mirada divertida al hombre y éste al verla no pudo evitar esbozar una sonrisa.

-Sí, seguro. ¿Algún problema?

-No, es que pensarán que somos pareja

-Que piensen lo que quieran

Ambos empezaron a andar observando los puestos de comida, las casetas de feria en las que podían conseguir algo. De repente, la peliblanca vio en un puesto un gran peluche negro de un gatito, le parecía muy mono, cosa que no pasó desapercibida ni por Yasuo ni por el feriante encargado de la caseta.

-Oiga, a su novia le ha gustado el gato negro de peluche, ¿por qué no se lo gana tirando estas tres botellas de acero con una pelota de beisball?- habló el hombre intentando engatusar al moreno

-¿Cuánto es?- preguntó Yasuo mirando las botellas

-Tres pelotas cuestan cinco monedas, pero si no crees que puedes se lo puedes comprar por 15 monedas

-Deme tres bolas

-Yasuo, déjalo, sólo es un peluche. No permitas que te engañe- habló la muchacha viendo como su acompañante dejaba en el puesto cinco monedas y el feriante tres pelotas

-Tranquila, sé que puedo conseguir el peluche

El moreno cogió una pelota y la tiró con mucha fuerza dando de lleno en los tres botes, pero estos no se cayeron. Cogió la segunda y la tiró con mucha más fuerza que la segunda golpeando nuevamente el acero, pero seguían sin caer.

-Yasuo, esto está trucado- le susurró la peliblanca al de la coleta al oído

-Lo sé, por eso tampoco jugaré limpiamente- el hombre cogió la tercera pelota y la sostubo unos segundos en la mano hasta que empezó a salir viento de ésta, a ver si los botes eran capaces de aguantar eso-¡Haizag!

Al golpear los botes al fin cayeron al suelo ante la atónita mirada del feriante, después Riven se lanzó contenta a los brazos de Yasuo riendo al igual que él. Segundos después el feriante le dio al moreno el peluche del gato y éste se lo tendió a la mujer, quien lo aceptó dándole las gracias y un beso en la mejilla provocando un sonrrojo en la cara del "imperdonable". Luego el de la coleta volvió a coger de la mano a la exiliada y siguieron dándose un paseo hasta llegar a las atracciones, no habían muchas, pero sí una en la que la joven quería montarse.

-Yasuo, ¿podemos subir a la noria? Desde pequeña he querido subir en una- preguntó la mujer con mirada tierna que derretía al moreno

-Está bien, subamos- aceptó suspirando Yasuo, no se podía resistir a una petición de su prisionera cuando ponía esa carita tan tierna

El moreno sacó dos tickets para la noria y subieron a ella, poco después ésta comenzó a girar lentamente. La chica miraba asombrada hacia abajo, nunca había estado tan alto, mientras abrazaba con suavidad el peluche que el hombre había conseguido para ella, fue un detalle, pero no sabía por qué razón se empeñó en dárselo, bien podía ser porque se había picado con el feriante, pero por otra parte podría ser porque a él le gustaba. No tenía la menor idea, así que pensó en que no había nada de malo en preguntar.

-Yasuo, ¿por qué pusiste tanto empeño en conseguir el peluche?- preguntó la exiliada mirando a su acompañante

-Porque sabía que te gustaba y quería conseguírtelo- respondió el hombre devolviéndole la mirada a ella

-Yo pensaba que te habías picado con el feriante

-No, no fue por eso ni mucho menos. Es que... Si te soy sincero me gusta verte sonreir

Yasuo le sonrió con sinceridad a la joven a la vez que se sonrrojaba, no solía expresar sus sentimientos, por lo que las pocas veces que lo hacía se le enrrojecían las mejillas. Riven también sonrrió sonrrojada y le salió de dentro darle un suave abrazo al hombre, quien la correspondió acariciándole también la cabeza, ambos desearon que ese paseo en la noria no acabara nunca, se sentían tan bien que no querían despegarse el uno del otro, pero todo tiene que acabar tarde o temprano. 

Al terminar el paseo de la noria ambos bajaron y la chica, con timidez, cogió de la mano al hombre, cosa que sorprendió a éste, pero se alegró de que lo hiciera. Después fueron a un restaurante y se sentaron en una mesa, poco después fue el camarero a atenderlos, tomándole nota primero a Yasuo, quien pidió una chuleta y patatas fritas, y luego a Riven, la cuál pidió un plato de sopa. El moreno no pasó por alto que el camarero no paraba de ojear a la peliblanca mientras ella miraba la carta. La joven era muy guapa y no era de extrañar que se fijaran en ella, pero eso ponía celoso al de la coleta, cada vez le quedaba más claro que sentía amor hacia ella. Harto de ver que el camarero no despegaba su mirada de ella, hizo un leve gruñido mirándolo con odio, llamando la atención del camarero y al fin se fue a dentro, "Baboso" pensó Yasuo molesto. Mientras se preparaba la cena, la pareja estubo hablando animadamente de sus cosas, de lo buena soldado que llegó a ser Riven, de la buena relación que tenían Yasuo y Yone, ambos añoraban sus pasados, pero por otra parte les agradaba que en el presente estuvieran algo juntos por un sentimiento muy conocido y a la vez desconocido llamado amor que ninguno se atrevía a expresarlo por miedo al rechazo. Al fin salieron los platos de comida y se dispusieron a cenar tranquilamente, ninguno dijo nada más, sólo saciaban su hambre. Más tarde terminaron de cenar y de la mano avanzaron hasta llegar a una posada del pueblo, decidieron pasar allí la noche ya que podría ser peligroso deambular por el bosque a esas horas sin nada con qué iluminar el camino. El de la coleta alquiló una habitación para dos y el portero les tendió la llave de la 110, y al llegar vieron que la cama era de matrimonio, pero tan cansados estaban que decidieron dejarlo estar y dormir los dos juntos nuevamente. Otra vez estaban dándose la espalda, pero al sentir que la joven temblaba de frío el moreno la envolvió con sus fuertes brazos dándole calor y ambos se quedaron dormidos plácidamente.


Amarga venganza Yasuo x RivenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora