3. Las reglas, parte II

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3. Queda terminantemente prohibido mencionarle a los individuos acerca de la apuesta que los involucra. En caso de no respetarse esta resolución, aquella persona que haya cometido la indiscreción (o sea culpable de manera directa o indirecta por ella) será considerada como la perdedora, y deberá pagar lo acordado.

— ¿No te parece exagerado? ¿Y qué significa "de manera directa o indirecta"?—preguntó Cayla, mientras se llevaba una galleta salada a la boca.

Suspiré, preguntándome por qué mi amiga era tan perspicaz para algunas cosas y tan despreocupada para otras.

—No es exagerado, debemos ser claros, en caso de que surja alguna duda en el futuro—expliqué, robándole una galleta del paquete. Ella me miró malhumorada—. De manera directa significa que tú les dijiste, ya sea a Peter o a Sammy acerca de todo esto. Indirectamente sería si le contaras a alguien más y ese alguien más les dijera, o que de alguna manera se enteren por tu culpa, como publicarlo en redes sociales o por un rumor que hayas empezado—la vi comenzar a fruncir el ceño, por lo que me apuré a aclarar: —. Lo cual no significa para nada que piense que vayas a hacerlo, es solo por precaución.

Ella no pareció conforme, pero no mencionó nada.

4. Será la ganadora aquella que apadrine a quien se confiese primero, mientras que la otra, considerada como perdedora, deberá pagar la prenda que se haya establecido.

— ¿Cuál será el castigo a pagar, o iremos por cantidades de dinero?—pregunté, dejando la lapicera a un lado del cuaderno.

Ella miró alrededor, como analizando el entorno, y luego se detuvo en un punto específico a mis espaldas.

—Lo arreglaremos luego—dijo entre dientes y en voz baja, mientras alguien se sentaba a mi lado.

Los cabellos de mi nuca se erizaron con nerviosismo y, lo más disimuladamente que pude, di un vistazo al recién llegado. Peter me sonreía desde mi izquierda. Sentí la patada de Cayla desde mi derecha, instándome a hablarle.

—Jean—se me salió. El chico pareció confundido—. Ese es mi nombre—aclaré, planeando mi propio asesinato.

—Peter, un gusto conocerte—respondió, tomando mi mano y dándole una gentil sacudida. ¿Quién en estos días daba un saludo así?

Sentí otra patada por parte de Cayla, me tomó menos de dos segundos darme cuenta a qué se debía. Con una velocidad que usualmente deja denotar mi torpeza, cerré el cuaderno abierto, e intenté poner luego mi cara inocente, lo cual solo causó que Peter prestara más atención al objeto enfrente de mí. Cayla habló en mi salvación.

—Esta es mi amiga, la que te mencioné ayer—le dijo, posando una de sus pequeñas manos en mi hombro, que de paso aprovechó para apretar con fuerza en señal de advertencia. Me tragué mi exclamación de dolor y volví a concentrarme en Peter.

El chico parecía hallar nuestra amistad bastante entretenida de contemplar. Había algo en su sonrisa que me molestaba, pero que me agradaba en cierta medida.

—Sí, nos cruzamos antes.

No, no me sonrojé. Solo entré en calor (y quizás en pánico), lo cual pudo haber cambiado algo en mi color facial, pero eso no importa. Él lo recordaba, lo cual lo hacía aún más incómodo. No es inusual para mí que, mientras me quedo fantaseando, otros se burlen o asusten de mis actitudes. Tampoco es lindo ser la extraña.

—Ah, sí, eso—empecé a divagar. Se me ocurrió disculparme por estorbarle el día anterior, pero una nueva patada de Cayla (pude sentir cuanto lo estaba disfrutando) me hizo recordar el objetivo principal—. ¿Conoces a una chica llamada Samantha?

Key word: BETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora