Epílogo

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Las medias le picaban una barbaridad, pero sabía que el vestido que había escogido quedaba mejor con ellas. Llevaba un buen rato ante el espejo intentando domar su pelo, los vestuarios del hospital no eran el mejor lugar para arreglarse pero era lo mejor a lo que podía aspirar en ese momento.

La puerta se abrió y entraron en tropel un grupo de mujeres que también terminaban su jornada laboral, Carrie las despidió con una sonrisa mientras colocaba otra horquilla intentando que los rizos que había estado moldeando cayeran de manera ordenada por su espalda. Se alisó su vestido con las manos echando un vistazo a su aspecto, el ajustado vestido de tirantes rojo llegaba varios centímetros por encima de la rodilla. Había elegido unos zapatos de tacón negros y un bolso a juego para completar el estilismo. Sonrió satisfecha, cerró su taquilla y salió por la puerta hacia la calle.

El hospital era bastante grande y la chica aún tardaba en ubicarse, había empezado a trabajar allí un año antes después de probar suerte en otros hospitales y centros de salud más pequeños, le gustaba su trabajo.

Parpadeó varias veces para acostumbrarse a la luz solar y echó un vistazo alrededor inquieta, no quería llegar tarde. Un claxon al otro lado de la calle llamó su atención, cruzó corriendo la carretera y se acercó a la moto en la que Castiel ya la esperaba. Le saludó con un rápido beso en los labios y enarcó las cejas.

- Te dije que trajeras el coche, ¿cómo se supone que voy a ir en moto con este vestido? - Inquirió molesta.

- Estoy deseando averiguarlo. - Contestó él divertido mientras la miraba de arriba a abajo. Carrie montó con cuidado procurando no dar un espectáculo a la gente que andaba a su lado. Arrancaron y Carrie se agarró con fuerza a Castiel, habían pasado tres maravillosos años juntos y, aunque al principio había sido muy duro, todo el esfuerzo que ambos habían hecho había merecido la pena.

Castiel se vio obligado a ablandar su carácter para estar con ella, y el camino resultó extenuante. Dio su brazo a torcer y accedió a conocer más profundamente a los amigos de Carrie, que terminaron siendo también los suyos, trataba a las personas con más respeto e intentaba no menospreciar a los demás. Pero seguía siendo él, incorregible, y a Carrie le encantaba. Se habían mudado a vivir juntos hacía unos meses, cuando Violeta se fue a vivir a París para buscar un trabajo acorde con sus estudios y la convivencia había resultado un éxito.

Castiel daba clases de música en un colegio e incluso había convencido a Carrie de aprender a tocar un instrumento, aunque no tenía ritmo alguno y cada vez que intentaban practicar juntos Castiel perdía la paciencia y se marchaba a otro cuarto.

Aparcó la moto frente a unos jardines y bajaron. Todo parecía estar listo, las sillas perfectamente organizadas, el césped recién cortado y flores por todas partes. Castiel la tomó de la mano y echaron a andar hacia el mogollón de gente que se agolpaba alrededor de una de las mesas.

- ¡Carrie, Castiel! - Lysandro se acercó hasta ellos visiblemente contento, estaba guapísimo. Vestía un traje azul oscuro y una camisa blanca impoluta. - ¿Aún estás así? Tu traje está dentro, Castiel, ve a ponértelo antes de que empiecen.

Castiel se encogió de hombros y se dirigió a un edificio de dos plantas en el que había mucho trajín de camareros e invitados, se coló por una de las puertas y desapareció de su vista.

- ¿Les has podido ver, Lysandro? - Preguntó Carrie ilusionada - ¡Estoy nerviosísima!

- No, aún no - Sonrió Lysandro - Pero he visto a Violeta y a Rosa, están con Su.

- ¿Dónde están? - Exclamó la joven - ¡Me muero por verlas! - Se giró hacia su amigo de nuevo - Por cierto, creo que tienes que ponerme al día en cuanto a Su...

Corazón de melón fanfic: Los fantasmas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora