1. Pero lamentablemente no.

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-Hidemi, vamos.- Me apresuró papá, él tal vez no comprendía lo difícil que era para mí despedirme de mis amigos y sólo por eso no le respondí.
-Te extrañaremos mucho, Hidemi.- Dijo Kai cuando nos separamos de nuestro abrazo grupal. Yo le miré fingiendo una sonrisa de que todo estaba bien, de que volvería pronto, de que este no era un adiós. Una sonrisa de falsas promesas.
-No te olvidaremos nunca, pequeña.- Me abrazó Ikuto, y entonces me rompí, la sonrisa que había batallado arduamente por encajar en mi rostro se esfumó como si fuera polvo y tomó su lugar una lágrima.
-Tienes que venir conmigo, eres mi hermano, no... No puedo dejarte aquí. Haré lo que sea, en serio, pero porfavor no me dejes ir, Ikuto.- Sollozé. No podía creer que me obligaran a separarme de él, de la persona que creció conmigo, me vio convertirme en una adolescente así como yo lo vi convertirse en un adolescente. No podían separarnos porque sí.
-Sabes que te amo mucho... Mucho mi linda tsuin.- Dijo igual de quebrantado como yo.
Todos nuestros amigos nos miraban apenados pues sabían lo duro que era para nosotros. Incluso papá lo sabía, y sólo por eso no nos interrumpió.
-Yo igual mi mentiroso tsuin.- Le contesté aferrándome a su camisa. No quería que se fuera, no quería separarme de él, simplemente no quería abandonarlo.
-Sé que volverás, tú siempre vuelves.- Afirmó con dulzura.
-Espero que tengas razón.- Dije sin esperanzas de que tuviera razón.
Me voy a Inglaterra, Gran Bretaña, es imposible que vuelva a Japón antes de los 21... Y me asusta creer que Ikuto ya me pudiera haber olvidado para entonces.
Lentamente me separé de él, dejando en descubierto mis ojos rojos e hinchados por el llanto. Seguidamente se me abalanzó Mika, que por primera vez la vi llorar.
-No imagino un día sin ti, Hide-chan.- Dijo abrazándome. No pude evitar llorar por ella también, simplemente estaba dejando mi vida aquí y les aseguro que una escuela prestigiosa y un trabajo de alto rango en Inglaterra no valían tanto como mis amigos de la infancia, mis sueños y por ende, mi felicidad.
Detrás de mí ya podía sentir la resoplada impaciente de papá.
-Son mis tsuin's y lo saben hasta el cansancio. Sayonara.- Dije separándome de los tres y caminando lentamente hacia el auto que nos llevaría al aeropuerto. Sabía que si me volteaba a verlos haría alguna locura de la que me arrepentiría, y no es necesario recalcar que papá ya está lo suficientemente molesto como para soportar una de mis rebeliones. Según él, caprichos.
Subí al auto junto a Yuri y Hano, que me miraban apenados.
Los tres habíamos sufrido mucho a la hora de despedirnos de nuestros seres queridos; Yuri casi se encadena a Mei (su mejor amiga que era una señora de treinta y pico, era su profesora de literatura y ahora su mejor amiga a distancia), sin contar que Hano se reúsaba a dejar ir a Megumi, (su novia desde hace nueve meses). Y luego estaba yo, la niña de dieciséis que le rogó de rodillas a su padre para que pudiera quedarse en Japón. Se imaginarán lo bien que funcionó mi plan.
Cuando el chofer encendió el auto no pude evitar ver a mi segunda familia tras la ventanilla e imaginármelos en los momentos felices que conservaba desde la infancia.
Mika estaba llorando mientras veía el vehículo alejarse lentamente. Kai tenía las cejas ceñidas y no apartaba la mirada del suelo, eso sólo significaba que quería llorar pero tenía vergüenza. Y luego estaba mi Ikuto, mi tsui, mi hermano, mi mentiroso... Mi Tonto despeinado al que amaba más allá de toda traición, situación y distancia.
Los vi hacerse lejos en la acera de mi antigua casa hasta ya no poder divisarlos.
Por primera vez me sentí sola.
-¿Estás bien?- Preguntó Hano tratando de observar mi rostro que se mantenía agachado y sin expresión.
-No.- Respondí sin rodeos, no le mentiría. Mis hermanos son lo que levemente me queda así que aquí estoy, en un auto camino al aeropuerto diciéndoles que estoy destrozada.
-Harás nuevos amigos.- Trató de consolarme Yuri.
-No quiero nuevos amigos, los tsuin's son los únicos a los que llamaré "amigos" por el resto de mi vida.- Respondí resentida. ¿Nuevos amigos? ¿Estás diciendo que mis pequeños vándalos son reemplazables? Muérete Yuri.
-Suenas como si tuvieras 5 años, Hidemi. Déjate de tonterías, ya estás grande.- Me replicó papá desde el asiento del copiloto.
-Me da igual, si no quieres que salte del auto mejor cállate.- Dije casi escupiendo las palabras. Él volteó furioso pero no me encogí ante su mueca. Me daba igual todo, Inglaterra, papá, mis hermanos, todo me importaba un bledo ahora mismo.
-Ten más respeto, niña caprichosa.- Dijo al ver que mi expresión no había cambiado desde que le dije aquello.
-Tú no entiendes nada.- Dije para luego cruzarme de brazos y mirar con las cejas ceñidas hacia la ventanilla, donde fugazmente vi a una familia riendo, y pensé en lo bonito que sería tener una familia como esa. Pero lamentablemente, no.
Creo que este momento se resume en las tres palabras "pero lamentablemente, no."
Desearía que esto fuera una pesadilla, pero lamentablemente no.
Desearía llevarme en el maletero a mis vándalos, pero lamentablemente no.
Desearía tener una madre... Pero lamentablemente no.
Mamá murió cuando yo tenía 3 años, y no la recuerdo del todo. Papá dice que tiene unas pocas fotos de ella pero en esas no se le veía el rostro, siempre se tapaba la cara con las manos, o con un cojín, o con una taza; en fin, con cualquier cosa que se tapara era irreconocible, no podía saber que era ella si no fuera por su vergüenza a las fotos y por su larga cabellera negra y brillosa.

Al cabo de unos minutos llegamos al aeropuerto y fue cuando me arrepentí de no haber saltado del auto en cuánto podía.
El resto del viaje fue aburrido, bueno, un aburrimiento melancólico si puedo llamarlo así.
El viaje duró mucho, por lo que mi necesidad de estirar las piernas era intolerable, sin embargo, ya que íbamos en "primera clase" era de mala educación pararse sólo para hacer algo tan simple con estirarse.
¿Quién fue el tonto que lo declaró así?
Así que me aguante el estiramiento para cuando tuviera ganas de ir al baño. Hoy, y sólo hoy, no tuve ganas de ir al baño en dieciséis horas, perfecto.
Al cabo de dieciséis horas mirando por la ventanilla y recordando a mis monitos tsuin's llegamos al aeropuerto británico.
Al bajar (además de haber estirado las piernas) respire profundamente el aire. No era el mismo que el de Tokyo... Lamentablemente no.

Fui junto con Hano a recojer las maletas, ya que en este momento era la única persona a la cual toleraba.
-Hidemi.- Dijo mientras tomábamos la maleta de papá (no está de más decir que pesaba mucho).
-¿Qué?- Indagué.
-No te enojes con Yuri, sólo intentaba animarte.- Replicó mirándome compasivo.
-Pues que no siga intentando.- Respondí cortante. Él estaba a punto de decir algo pero lo interrumpí.
-Mira, Hano, en este punto eres el único que me agrada así que no hagas que te deteste también, ¿Okay?- Dije ya con mueca cansada. Estoy cansada de todo.
-Somos familia, Hidemi, y tu odio no podrá cambiar eso.- Reprochó mientras se llevaba la maleta de papá y la de Yuri, dejándome sola entre la multitud.
Bufé. Tenía razón, nada podrá cambiar que somos familia y esa es una razón más para amargarme.
Caminé con mi maleta y la de Hano (que eran las más livianas) hasta donde esperaban los tres por mí.
El resto del transcurso no fue muy diferente, nadie habló durante el viaje en automóvil excepto para pedir indicaciones a los desconocidos.
Llegamos a un edificio enorme, podría decirse que tenía número de pisos infinitos. Bajamos del vehículo hasta la recepción, donde un recepcionista bastante joven nos esperaba tras un estilo de... Mesada.
-Buenas noches, ustedes deben ser los Takahashi, ¿No?- Dijo con una falsa sonrisa. Sabía que estaba cansado de sonreír tras una mesada en una incómoda silla, sin embargo, se lo aguantaba porque ese era su trabajo.
Luego de darnos las llaves del departamento (según papá era un Penhouse) y que el recepcionista llamara al botones para que llevara nuestras maletas, subimos por el ascensor.
Me vi en el espejo de las paredes del ascensor y ya no vi a Hidemi Takahashi, sino a una fría chica oriental.
Nobme sentí orgullosa, sin embargo, era algo que ya no se podría corregir. Desearía que sí pero lamentablemente no.
Entramos y vimos un enorme apartamento que tenía un gran ventanal de vidrio en el living que daba hacia la ciudad. Me sentí extrañamente atraída por él.
Me acerqué al ventanal y lo acaricie suavemente viendo la asombrosa vista de la ciudad. Era algo hermoso, y creo que lo más cercano a las estrellas que vería por aquí.
Hojalá pudieran verlo mis amigos todas las noches como solíamos hacerlo en las vacaciones a Kioto, pero lamentablemente no.
Mi vida se volvió un pero lamentablemente no constante, y es algo frustrante.


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