Íbamos en su auto, aunque el terror en mi cada vez crecía más al ver que en ningún momento cesó su sonrisa espeluznante.
Y aquí es cuando empiezo a despedirme mentalmente de la gente que quiero... Bueno, no era un lista tan larga, la verdad.
Al cabo de unos treinta minutos de desearle lo mejor a este mundo sin mí, la fría chica oriental, Tyler informó de nuestra llegada al destino (desconocido para mí) con un tono casi radiante.
-¿E-En dónde estamos?- indagué engullida en mi asiento de copiloto, con los ojos cerrados fuertemente y con la esperanza de que la tortura sea rápida.
-Abre los ojos y te enterarás.- afirmó con un acento dulce, aunque a pesar de eso, no fue lo más impresionante.
Lo más impresionante fue sentir su cálida mano sobre mi mejilla derecha, eso sí me hizo abrir los ojos como lechuza de un golpe.
-No te secuestraré, lo prometo.- Agregó con diversión, adivinando mis pensamientos.
Lentamente fui des-tencionándome hasta adjuntar las fuerzas suficientes para bajar del vehículo en el cual ya comenzaba a hacer calor por el radiante sol que lo agolpaba y como si eso fuera poco, el auto era negro.
Atraía hasta los rayos de sol que no existían.
Al estar fuera del sofocante auto, divisé a pocos metros un planetario.
-Ta-daa- concilió Tyler como si estuviera presentando una estrella de Hollywood.
-¿Un planetario?- indagué confundida.
-Acompáñame. Esto te encantará.- Y de alguna manera le creí, pues él adivinó mi amor por las estrellas la primera vez, ¿Por qué no habría de adivinar a la segunda?
Me tomó de la mano y me llevó sin borrar su gran sonrisa hacia la puerta metálica de entrada.
Traspasamos un largo y oscuro pasillo, parecido a los del cine hasta llegar a un gran salón iluminado por la luz que emanaban las estrellas holográficas.
-Uaau...- articulé avanzando sin despegar mi vista del techo que parecía cielo.
-Asombroso eh, y mira esto.- corrió hacia una pequeña cabina ubicada más al fondo.
De la nada me apunto con una especie de reflector que al principio me cegó un poco, pero al mirar mi cuerpo me distraje de toda ceguera.
El universo estaba proyectado en mi vestido junto con el resto de mi cuerpo. Me sentí única, es decir, ¿a cuantas frías chicas orientales les apuntan con un reflector estrelloso en un planetario desierto? Exacto.
El reflector comenzó a ladearse lentamente, apuntando a distintos sitios del enorme lugar, pero de igual manera llenándolo todo de estrellas holográficas.
-Es tan...- No encontraba palabras para describirlo.
-¿Especial? Sí...- completó mi frase la voz ilusionada de Tyler mientras se asomaba cada vez más a mi lado.
-No pude haber describido mejor este lugar...- Dije aún maravillada mirando el techo el cual no perdía el resplandor de las estrellas falsas.
-Este es un planetario abandonado, un hombre llamado Antoine Rossef lo hizo no hace más de diez años pero apenas lo construyó la gente no quiso venir más.- Comentó con la mirada perdida en las estrellas, lo cual le hacía notar aún más sus ojos celestes zafiro.
-¿Qué? ¿Por qué? Es un lugar tan bonito...- Cuestioné. Me costaba creer que la gente pudiera ignorar esto.
-Bueno, apenas se inauguró saltaron algunos rumores de que una pareja de enamorados vinieron aquí pero no volvieron a salir, la policía investigó pero no hallaron nada aquí. Sin embargo, para entonces todos ya tenían miedo y ya nadie quiso venir. Antoine se enojó mucho, dijo que si todos le tenían miedo pues que prohibiría que la gente entrase. Desde ese día dicen que está loco.- Relató con aires desinteresados mirando el techo con las manos ocultas en los bolsillos de su chaqueta.
-Tú entraste, ¿No estás irrumpiendo con su prohibición?- Respondí enarqueando una ceja y cruzándome de brazos, bastante segura de tener la razón.
-Nosotros.- Corrigió sin dirigirme la mirada pero notaba la diversión en su sonrisa ladeada.
-¿Perdón?-
-Nosotros estamos aquí, nosotros irrumpimos su prohibición. - Aclaró con una sonrisa despampanante de seguridad y una mirada brillante de la cual dudaba si centellaba tanto por las estrellas o si ese brillo siempre estuvo allí.
-Oh, claro, pero si el sujeto aparece con un garrote amenazándonos tú dirás que solo había un yo ¿Verdad?- Dije con cara de conocer ya ese cuento.
-No -Dijo serio, esta vez bajando la vista para verme a los ojos- Nuestro nosotros es para siempre.- afirmó con tal seriedad que me fue imposible tomarlo a chiste.
Bajé la vista, más sabía bien de la presencia del color carmín de mis mejillas, sin embargo, atiné a ocultarlo para que no hubiera... Malentendidos.
"Sentimientos expuestos".
-Suena a algo que le dices a tu novia.- Me atreví a comentar luego de un rato.
-Vale, tienes razón, sin embargo, solo te lo he dicho a ti.- Contestó otra vez con la mirada pegada al techo, cosa que ya empezaba a molestarme.
-Anda, te creo.- Ironicé.
-Qué bueno que me crees, por eso existe el nosotros.- ignoró mi tonada sarcástica.
-Mira, Hidemi...- Apuntó al techo, a lo que levanté la vista en la dirección que indicaba su dedo índice -Una estrella fugaz, pide un deseo.-
"Un nosotros que dure un por siempre como mínimo".
-Ya.- Informé.
-Ya.- Me imitó, por lo cual supuse que ya pidió su deseo a la estrella fugaz impostora.
-¿Qué pediste? - Interrogó.
-Si lo dices no se cumplirá.- Regañé.
-¿Y tú mismo lo cumples?- Indagó.
Lo volteé a ver confundida.
-¿A qué te refie...?- Mi frase se vio interrumpida por sus grandes brazos enroscándose alrededor de mi pequeño cuerpo.
-Deseé que nuestro nosotros dure eternamente. -Aquí es cuando me quedo aún más sonrojada que antes, ¡Tontos animes que te acostumbran a sonrojarte!
-Pues... Yo...- Dudé en decirle- Yo pedí por un por siempre.- Confesé cerrando los ojos, esperando su carcajada. Sin embargo, se separó del abrazo decepcionado.
-¿Qué?- Indagué molesta, ¿Qué acaso no dije algo bonito?
-Creí que querías que nuestro nosotros durase.- Replicó con un puchero y ojitos de Ponpón-Grace pidiéndome malvaviscos.
-¡Dije un por siempre!- Refunfuñé molesta.
-¡Un por siempre es impredecible, Hidemi! Los por siempre duran cuanto a uno se le pegue la gana, en cambio, un eternamente nos ata el uno al otro para toda la vida y más aún.- Me regañó, y la verdad es que sonaba muy poético y solo por eso le cedí el privilegio de mi silencio.
-Solo no vayas a romper el nosotros, ¿Okay?- Añadió con un suspiro de cansancio.
-Okay.- ¡Hey, eso sonó tan Bajo La Misma Estrella!
Nos acostamos uno al lado del otro en el suelo a ver el espectáculo de estrellas del techo que giraba sin cesar sobre nosotros.
-¿Son novios?- indagó de la nada evitando mirarme.
-¿Quiénes?- Interrogué.
-Tú y ese francés.-
-N-No es mi novio, ya te dije, es mi recepcionista... - Articulé desviando la mirada y tratando de ocultar el rubor tan visible de mis mejillas.
-Si algún día llegan a serlo, avísame, le explicaré del nosotros.- Volví a sonrojarme pero esta vez (involuntariamente) volteé a verlo.
El reflector universo nos apuntó a nosotros, y sentí que algo anormal sucedía... Esto es... ¿Amor?
-Aouch, esto sí quema...- Se quejó risueño tratando de cubrirse de la cegadora luz con su mano derecha frente a su rostro. -Iré a apagarlo.- informó haciendo intento de levantarse.
-No, déjalo... Por favor.- Lo detuve.
¿Acaso estaba enamorándome de este Niño Porrista?
-Como digas, si terminas ciega no me hago responsable.- Alzó los hombros desinteresado.
No, definitivamente no me estaba enamorando.
Volteé los ojos y recordé de quién hablaba, Tyler.
No, definitivamente no estaba enamorándome.
Pudo haber sido el poema del nosotros el que me aturdió y me dejó un poco atontada pero definitivamente, ni en un millón de años, por ninguna circunstancia, me enamoraré de Tyler.
Jamás.
El reflector siguió dando vueltas, apuntando abiertamente a los distintos rincones del lugar.
-¿Sabes? Me alegra que no seas un engreído.- Rompí el hielo.
-Guau, gracias.- Contestó sarcástico seguido por una melodiosa carcajada.
-No, me refiero a que... Vi a tus amigos, son tan molestos, tú no eres como ellos.- Solté un suspiro para luego agregar - Tú eres mejor.-
Sé que se sorprendió, sus grandes ojos lo delataron al instante, sin embargo, no lo culpo, es decir, ¿Un alago? ¿De parte mía? Tienes que agradarme mucho.
-Soy el mariscal de campo, en los clichés de Disney Chanel los mariscales suelen ser los líderes de los busca problemas, no quiero romper ese esquema.- Explicó.
-Aunque no me equivocaba cuando decía que eres un tonto.- Agregué con la voz rasposa.
-Hey...- se quejó.
-A mí me agradas más cuando eres Tyler, no un Niño Porrista.- Argumenté cruzando mis brazos detrás de mi cabeza.
-Si accedes a nuestro nosotros eternamente seré Tyler por el resto de la eternidad.- Negoció.
-Me interesa tu oferta.- Sonreí.
-Piénsalo bien, estás atándote a Tyler Adams Philips, mira que no hay vuel...-
-Sólo cállate y dime dónde firmo.- Lo interrumpí volteando a verle.
-Aquí.- Me extendió su meñique.
Estrechamos los meñiques con fuerza y una sonrisa más que contenta.
-Lo prometo por la garrita.- Afirmamos al unísono.
Y así comenzó nuestro nosotros.