Abrí levemente los ojos y sentí mi cabeza dar vueltas, me tomé de la cien con mi mano derecha tratando de aminorar el dolor... Pero era como querer retener aceite en las manos. Imposible.
—Despertaste.— Dijo Yuri que se encontraba sentada en una silla junto a mi cama.
—Me duele mucho la cabeza...— Argumenté cerrando fuertemente los párpados.
—Lo sé, más temprano tenías fiebre y te dejamos quedarte por hoy. Tienes suerte.— Se rió.
—Rayos... Se supone que hoy vería a Tyler.— Le comenté inconsciente de la información tan clasificada que le brindaba.
—¿Tyler?— Repitió insinuante.
—Es un... A-Amigo.— Vacilé, pues no había muchas excusas disponibles y decirle que era mi amigo era como decirle que hoy mismo me casaba con él. Mi hermana es insoportable.
—Amigo, ¿eh? Así que este es el chico que conociste ayer, ¿Huh?— Dijo con una de esas sonrisas espeluznantes de las películas en el rostro.
—Mejor haz algo útil y ve a traerme algo de comer, tengo hambre.— Le ordené sintiendo un leve rubor en las mejillas.
—Lo que sea para mi querida hermanita menor que tiene novio.— Respondió burlona.
—¡No es mi novio!— Grité alterada, a lo que ella sólo soltó una sonora carcajada.
Esperé alrededor de diez minutos hasta que llegó mi hermana con una taza de café y una bolsa de malvaviscos.
—Dicen que esto relaja la mente, te hace pensar en cosas bonitas y te aminora el dolor.— Comentó tendiéndome la taza y la bolsa de malvaviscos.
—¿Quién lo dice?— Interrogué tomando los bocadillos entre mis manos.
—Internet.— Respondió risueña.
—Bendito sea el internet. — Bromeé, a lo que juntas soltamos una carcajada.
—Ahora, con respecto a ese Tyler...— Comenzó a hablar, pero la interrumpí ociosa.
—Mira, él es uno de los populares creídos que con su personalidad falsa enamora a las demás. Ayer hablamos sólo porque quería quitarme a Grace entonces discutimos y hoy acordamos encontrarnos para probar a quién le pertenecía Grace, ¿Okay? Nada especial, ¿Comprendes?, así que déjame en paz.— Reproche tomando un sorbo de mi café.
—Oh, linda, así empieza todo. Me resulta extraño que no lo sepas, te gusta leer cosas como esas en tus libros.— Respondió con una sonrisa.
—El que lea no significa que deje de ser realista.— Recriminé con las cejas ceñidas.
— Como digas, pequeña mentirosa.— Dijo antes de darme un beso en la frente y salir de mi cuarto.
Al encontrarme sola, tan sólo con mi café y los malvaviscos, sentí como si nuevamente mi vida no recobrara sentido. Creo que la desventaja de que Grace sea un gato es que no puede llevar consigo un teléfono, así que por ende no puedo decirle que venga a pasar la tarde conmigo.
Me recosté nuevamente dejando el café y los malvaviscos en la mesa de luz. Me sentí vacía otra vez.
Últimamente me siento como una basura, y no entiendo por qué... ¿Edad?, ¿Cambios repentinos en mi vida? Eso sin duda, desde que vine a esta espantosa ciudad me convertí en un monstruo, un espíritu desalmado capaz de lastimar a quién sea, sin piedad. Creo que por eso la elegí a Grace, porque podría desahogarme con ella, gritar, llorar, decir miles de insultos, y ella no me entendería. No trataría de contradecir mis pensamientos, ni trataría de que cambie de parecer, sólo me observaría como un niño mira a un desconocido.
Desearía cambiar las cosas, yo... Yo ya no lo tolero, quiero volver a Japón, a Tokio, con Mika e Ikuto, volver a oír sus risas, las pésimas bromas de Kai y volver a ver los lindos pájaros de origami de Mika. Extraño todo aquello que me hacía feliz, añoro todo lo que alguna vez me hizo sonreír y que ahora sólo me hace querer golpear mi cama hasta destrozarla.
Extraño mi vida, y no creo poder recuperarla nunca.
Juro que papá debería estar agradecido de no estar en casa, pues estoy segura de en estos momentos lo mataría, ¡Él me alejó de todo aquello que amaba sólo para tener esta vida! Y lo peor es que lo hizo por egoísmo, sé que lo hizo por eso, nunca dejé de creer que esa fue la única razón por la que nos arrancó de nuestro país natal para traernos a este frío lugar, lleno de Tyler's vanidosos. Supe que lo hizo por egoísmo incluso cuando lo abracé, lo sabía porque su voz se oía falsa, se oía como si sólo lo hacía para cumplir con su deber moral de padre pero nada más, ni siquiera entiende por el dolor que los tres hemos pasado, y de todos, soy yo la más afectada.
Es el peor padre de todos, el que ni siquiera a mi peor enemigo le desearía.
Una involuntaria lágrima cayó de mis ojos, volviéndolos crisálidos y vidriosos. De repente un involuntario sollozo salió de mis labios, seguido por un sollozo más audible y otro aún más audible que el anterior, para finalmente gritar de la impotencia, la furia pero más que nada de la tristeza.
¿¡Por qué!? ¿¡Por qué a mí!? ¿¡Yo en qué rayos fallé para merecer esto!?
Empecé a arrojar al suelo cualquier cosa que tenía a mi alcance, un cojín, mi teléfono, todo.
Lloraba exageradamente tratando de desahogar mi tristeza hasta que oí a Yuri tocar mi puerta.
—¿Hidemi? ¿Estás bien?— Interrogó preocupada.
—Quiero estar sola.— Sollozé. Ella no hizo caso a mi orden y lentamente empezó a abrir la puerta.
—¡Vete!—Grité al mismo tiempo qué de un momento fugaz corrí hacia la puerta y la cerré bruscamente en su cara, pero esta vez la cerré con llave, así evitaría su presencia otra vez.
—¡Hidemi, déjame entrar!— Pidió golpeando fuerte la puerta, a lo que hice caso omiso y me dirigí a mi ventana aún tratando de romper algo para intentar calmar mi furia.
Tomé una lámpara del escritorio pero cuando estaba a punto de arrojarla pensé en que no debía hacer algo de lo qué luego me arrepentiría. Dejé la lámpara en su lugar y me tiré al suelo a llorar por ser tan imponente ¿Por qué soy tan frágil? Hay personas qué pasan por cosas peores y aún así tienen una sonrisa en su rostro, ¿Por qué yo no? ¿Por qué?
—¿Hidemi?— Escuché la voz de mi hermano tras la puerta.
No le respondí.
— Hidemi, hablemos.— Pidió, pero yo seguí ignorándolo.
Finalmente oí sus pies alejarse de la puerta.
Ya había atardecido, al ver el alba imaginé que eran casi las siete, pero le resté importancia y seguí con mis lamentos.
En este momento no quiero ver a nadie, no quiero hablar con nadie, no quiero oír consolaciones inútiles ni abrazos de lástima, quiero morir y ya.
En medio de mis pensamientos suicidas, oí un ronroneo en la ventana. Alce la vista y vi a Grace en el marco de ésta, observándome detenidamente.
—Grace...— Articulé, y nuevamente comencé a sollozar.
Ella bajó de la ventana de un salto y se acercó al pequeño rincón en el cual me encontraba acurrucada.
—Viniste...— Dije forzando una sonrisa. Genial, ni con mi mejor amiga podí a ser honesta.
Ella maulló como contestación a lo que traté de reír con los labios torcidos y los ojos rojos e hinchados.
—Siento no ir hoy, yo...— en ese instante ella subió a mi regazo y como si hubiera leído en mi mente lo que necesitaba, lamió mi mejilla.
Entonces sucedió, me rompí.
Lloré, lloré como quién no volverá a hacerlo nunca más, como quien sufre de una manera exagerada, lloré como si esta fuera mi última oportunidad de hacerlo, sólo lloré. Grace no emitía sonido más que su ronroneo, y en sus ojos, aunque suene imposible (aún más para mí) vi preocupación por mí. Tal vez ella sí me entiende, pero a diferencia del resto, ella me deja desahogarme.
Poco a poco mi llanto se fue calmando, mi respiración se fue normalizando y la furia contenida había desaparecido.
Me sentía aliviada.
Llevé en mis brazos a Grace hasta la cama y allí me senté con ella.
—Gracias por venir.— Le agradecí casi en susurro, pero a pesar de no haber dicho nada ni haber demostrado gesto alguno, sentí como en su interior estaba sonriendo.
Ella se levantó de su lugar y caminó hasta la mesa de luz junto a la cama.
—Oh, ¿Eso?— pregunté señalando el café y los malvaviscos— No creo que vaya a gustarte.— Dije con una leve sonrisa.
Entonces se me ocurrió probar la teoría de internet.
Tomé el café que ya estaba casi helado, junto con la bolsa de malvaviscos.
Ella maulló, aunque no traté de entender lo que dijo.
Y como por arte de magia, sentí un placer inimaginable.
—Bendito sea el internet.— Repetí risueña.
Grace se quedó el resto de la noche, comimos malvaviscos juntas (ya que al probar uno se quedó encantada), miramos la película de Las Ventajas De Ser Invisible en mi teléfono hasta que finalmente ella se durmió junto a mí y yo junto a ella.
Gracias a ella tuve una tarde casi perfecta, aunque el "casi" lo agrego porque el café estaba frío.
![](https://img.wattpad.com/cover/49748169-288-k236617.jpg)