PROLOGO

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Aún recuerdo ese día, el día estaba lluvioso y yo vestía un vestido negro, tenía tan sólo nueve años cuando mi madre falleció, la ceremonia había empezado y no podía dejar de ver el ataúd de mi madre que se encontraba descendiendo, nunca más la volvería ver.

No recuerdo bien lo que pasó pero solté la mano de mi padre bruscamente y empecé a correr sin rumbo, mi padre no paraba de gritar mi nombre pero yo no quería parar, simplemente quería seguir corriendo.

Llegue a una estación de trenes que se encontraba completamente abandonada desde hace 3 años, mi padre decía que el dueño era adicto a las apuestas y para pagar sus deudas tuvo que vender su mayor posesión, sus amados trenes.

Parecía que había estado corriendo por horas cuando sólo habían sido tan solo un par de cuadras, me senté en una de las bancas polvorientas más cercana a mi y me quede viendo a las vías, mis zapatos estaban empapados y ni hablar de mi vestido, parecía que la lluvia nunca pararía, cerré mis ojos dejando caer algunas lagrimas sobre mi ya mojado rostro.

Empece a recordar una historia que mi madre siempre me contaba antes de irme a dormir, trataba sobre ángeles que crecían junto a nosotros, para ser una niña, yo no creía en esas cosas fantasiosas, hasta ese día en la estación, cuando un niño rubio se encontraba sentado en el suelo de madera, donde antes las personas que llegaban y se iban de esta estación caminaban, el niño veía en la misma dirección que yo, las vías, tal vez fue mi mirada de curiosidad la que lo hizo voltear o mi incesante llanto, pero cuando me vio, su cara no reflejaba ningún tipo de temor o algo parecido, al contrario me sonrió dejándome ver sus pequeños dientes, no estaba mojado como yo, lo cual me llamo mas la atención.

Cuando estaba apunto de caminar hacia él, escuche como a lo lejos me llamaba mi padre, voltee en su dirección mientras el corría hacia mi, volví mi vista a donde se encontraba aquel niño de cabellos dorados, pero...ya no estaba, me levante de la banca y corrí a los brazos de mi padre quien se había quedado muy preocupado por mi en aquel frío cementerio, deshizo el abrazo y tomo mi mano, abrió su gran paraguas y antes de salir de ese lugar, mire hacia atrás una vez más, el niño misterioso se encontraba de pie despidiéndose de mi.

Cuando llegamos a casa me quite mi ropa mojada para evitar un resfrío y al quitarme los zapatos, me encontré con una pluma blanca completamente seca a pesar de mis zapatos, la tome en mis manos y era la pluma mas suave que había tocado en mi corta vida, me vino de nuevo a la mente la historia de mi madre y con ello también la imagen del niño en la estación...¿será que los ángeles si existen?

Siempre Contigo | Niall Horan |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora