cap.6

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Pasaron tres días y dos noches desde que Miranda vio la grabación. Todo iba acuerdo al plan.

Edward jugaba con el pequeño mientras alistaban su equipaje, ya que él se iría a España y el pequeño se quedaría unos días con su tío Barry. Por otra parte, Miranda aún seguía intranquila de irse, pero tenía que hacer su trabajo.

Estaba alistado sus cosas cuando un pequeño la abraza por las piernas.

- ¿Qué haces Leo? -pregunto ella alzándolo en brazos.

-No quielo que te valas

-Te juro que volveré pronto, pero mientras tanto tu estarás vigilando al tío Barry, ¿qué dices?

-Shii, y sele un espía, como tú, ¿vela, mami?

-Claro, y tu primera misión será vigilar al tío Barry...

Pasaron las horas entre juegos hasta que fue momento de la despedía.

-No lo pierdas de vista, o si no te meterás en grandes problemas...

-Hey, con quien crees que tratas...

-No estaba hablando contigo, Barry, hablaba con Leo.

El frunció el ceño mostrando una cara de amargura que realmente no le quedaba casi nada bien.

Después de las despedidas ellos se retiraron para ir directo al aeropuerto. Los minutos pasaban los más lento posible y la incomodidad en el ambiente incrementaba.
Los dos bajaron de la camioneta y cada uno tomó su equipaje.

Edward:

Tan solo su presencia me hacía estremecer, pero por más que anhelaba tenerla a mi lado y por un momento tocar aquella piel bronceada y suave como aterciopelada. Su mirada me mataba y aquella sonrisa que tan solo mostraba en presencia de Leonardo me llenaba de alegría, pero a pesar de que nada se interviniera, ella nunca me aceptaría por ser quien soy, aunque ella no era una palomita blanca yo era peor por ser el hijo de un narcotráfico y por ser tan manipulable como cualquier otra persona cobarde.

Caminábamos por los pasillos que nos dirigía a cada quien a su destino. Ella de repente se detuvo haciendo que yo también lo hiciera.

-Tu vuelo sale en 15minutos, informa de tu llegada. Barry estará esperando su llamada-asentí a todo lo que decía como todo un adolescente prestándole atención a su madre. Cuando aquellos labios terminaron de danzar de tanto parlotear, me acerqué a ella y disfrutando del momento en el que besé su mejilla y ella se estremecía como si fuera una chiquilla al sentir el tacto de su enamorado.

-No vuelva hacer eso, que le quedé claro usted y yo no somos nada como para que haga ese tipo de escenas de afecto- y sin decir otra palabra dio media vuelta y se marchó. Mis sentimientos se quebraron en mil pedazos y el viejo yo volvió a reina mis pensamientos. Yo sólo era un idiota enamorado mientras ella, ella era una persona importante y ocupada como para estar al pendiente de mí. Y yo pensaba que ya me había dejado acercarme a ella, que imbécil fui.

Enojada consigo misma, se reprochó por cada uno de sus actos con su vida personal, pero sabía que, aunque algo sucediera y no capturaba a él asesinó de sus padres, todo se iría al demonio. Antes de subir al avión le entrego unos papeles a la azafata.

Miro a su alrededor y se sentó en uno de los asientos pegado a la ventana.

El avión iba en un gran silencio y lo único que se escuchaba era el resonar de las teclas del ordenador de Miranda.

En la pantalla se veía la localización de Marroquín, pero sabía que al bajar del avión le esperaban cinco o seis horas antes estar tan siquiera pisándole los talones.

Entrenada para matarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora