Capítulo doce: Asentamiento de ideas

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Aún quedaba un rato para la hora de levantarse, pero, por mucho que lo intenté, no fui capaz de conciliar el sueño de nuevo. El recuerdo de lo que me había dicho Chris tan solo unos minutos antes daba vueltas por mi cabeza, y se negaba con insistencia a abandonarla.

"¡No me lo puedo creer! ¡Tienes el Don!"

"¿Mañana volverás, verdad?"

Se agolpaban en mi mente, se repetían una y otra vez, se entremezclaban y se difuminaban en una sola, a veces armónica, otras, disonante.

Tampoco estaba exenta de dudas. Tenía el presentimiento de que el mero de hecho de tener el Don implicaba algo más que tener la capacidad de hacer Galditaría, pero no sabía lo qué. Por otro lado, ardía en deseos de aprender a hacer magia, pero una magia que no se basara en ilusiones y engaños, si no en la fuerza que las palabras ocultan en su interior, tal y como Chris me había dicho. Porque sí, cada vez lo tenía más claro, esos "hilos invisibles que unen las cosas" no son más que las palabras; los nombres de los objetos y de los bienes inmateriales son los que mantienen al mundo en su lugar, los que lo sostienen al mundo etéreo de las almas perdidas y lo amarran fuertemente a lugares tan oscuros como el propio infierno. Pero, en este esquema... ¿Dónde está Chris?

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El recuerdo de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora