Capítulo uno: Un niño de ojos verdes

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"14-10-2006

Me llamo Dana, vivo en Madrid (España) y hoy cumplo 7 años. Me regalaron este diario para que consiga un amigo... aunque sea imaginario. Mis compañeros de clase no quieren estar conmigo porque dicen que soy rara. Mi hermano mayor, Pablo, me ignora. Mis padres nunca están en casa. En definitiva, no tengo amigos. Por eso mi abuela me regaló este diario.

No estoy de acuerdo con el resto del mundo. No soy rara, ¿o acaso no tengo dos ojos, dos orejass, un cuerpo, como los demás? Bien, entiendo cosas entre líneas que a los demás se le escapan, aprendí a leer y a escribir varios años antes de lo que alguien estableció correcto... Pero soy normal, y eso intento demostrar.

[...] Para cuando empiece el 2007, ya se lo que quiero. Lo mismo que le voy a pedir a Papá Noel y a los Reyes Magos, lo mismo que le pedí a papá y mamá, a Pablo, a los abuelos. Quiero un amigo."

Quería un amigo. Y lo iba a conseguir.

Es cierto que no tuve una infancia normal, que viví lejos de toda clase de lujos caprichosos atractivos para las niñas de mi edad, pero todos los humanos tienen un sueño. Siempre supe que los sueños imposibles no deben ser cumplidos, pero yo confiaba en que el mío algún día sería real. Confiaba en que alguien en el mundo me querría tal y como era, como soy, como seré.

El momento de ir a dormir llegó pronto. Hoy la vecina había venido a cuidarnos, porque papá estaba de viaje, y mamá llegaría tarde de trabajar.

Mi hermano estaba en su habitación, hablando por teléfono con su novia Cristina, y yo estaba leyendo un libro de esos que tienen escritos con letras gigantes y fosforitas "Ciencia divertida". Para leer algo de ciencia, siempre preferí los libros de Pablo, que unos años después de esto acabó como Doctor en Física (y aún después, catedrático) en la Universidad de Cambridge. Pero algo siempre ha sido mejor que nada.

La lectura se me hacía fácil, y, por lo tanto, bastante pesada y aburrida, así que para mí fue un gran alivio que nuestra vecina gritara, con esa voz chirriante que me hizo odiarla desde el primer momento que le oí, que teníamos que ir a dormir. Así, en un tiempo récord, me metí en la cama, apagué la luz, e hice un esfuerzo monumental por quedarme dormida al momento.

A pesar de ello, me costó un rato dormirme. Pablo gritaba por el teléfono. Sabía que su novia y él estaban a punto de separarse, aunqe mi familia intentaba que no me enterara; siempre supe leer entre líneas, y las tensas conversaciones entre Pablo y Cristina daban a entender mucho más de lo que pretendían. De repente, oí el sonido que marcaba el final de la llamada. Contuve la respiración, alerta, como si quisiera advertir cada movimiento del universo. Solo volví a respirar cuando escuché unos sollozos ahogados y algo así como <<soy estúpido, estúpido, nadie me quiere, todo el mundo me odia...>>. Pero eso no era cierto, yo siempre le quise y siempre le querré. Justo en ese momento, con las palabras atrapadas en los labios, mis ojos se cerraron,y ojalá no los hubiera vuelto a abrir.

No solía soñar con nada; y si lo hacía, rara vez recordaba algo que no fueran imágenes difusas e incoherentes. Entonces me di cuenta: soñar es una sensación maravillosa. Y después de pensar esto, un torbellino de emociones se apoderó de mí: Si podía pensar, estaba consciente, en ese caso estaba despierta... Y la magia que me recorría por dentro no podía ser real, era demasiado hermosa para serlo... Pero ahí estaba, envuelta en oscuridad, sintiéndolo todo, y, a la vez, fría, sin sentimientos ni vida. Me sentía en una situación incierta, en una tierra peerdida entre la vida y la muerte, lo conocido y lo perdido entre las brumas del misterio y la desesperación.

Sentí un suelo invisible bajo mis pies (podía sentir... ¿No es un poco raro?), y, derrumbada y casi muerta por todas esas sensaciones que, en el fondo, eran nuevas para mí, me dejé caer sobre esa fina barrera que me separaba del infinito.

Y así estuve, tumbada boca arriba, durante un rato, con incontables pensamientos terribles rondándome la cabeza, hasta que algo cambió. Fue gradual, sin casi darme cuenta, pero hubo un cambio. Mis manos estaban apretadas contra el suelo, mi pecho subía y bajaba rápidamente y tenía la cara llena de gotitas de sudor frío, que resbalaban por mis mejillas, haciéndome cosquillas. En otra ocasión me habría reído, pero intuía que no era el momento, y además tenía miedo. Mucho miedo.

Así pues, estaba temblandoy horrorizada por lo que estaba pasándome, cuando el techo de esa cámara que se abrió, dejando paso a un cielo azul, que me recordó al de la playa de Valencia, a la que había ido una vez con Pablo. Al pensar en él, se me llenaron los ojos de lágrimas. Su recuerdo me dolía más que mil puñaladas, más que el de unos padres a los que nunca había aprendido a querer. Puede que él estuviera todo el día más pendiente de sus fórmulas y ecuaciones que de mí, pero era mi hermano, y yo le quería. Esa frialdad era parte de él.

Cerré lo ojos con suavidad, intentando apartar todos esos pensamientos de mi mente. Lo conseguí después deun rato, y el paisaje había vuelto a cambiar. Ahora era noche cerrada, el cielo de un color añil, y las estrellas brillantes como bordados hechos en el cielo con hilo de plata.

Me senté. El tacto del suelo bajo de mí había cambiado, y ahora era blando, con una capa de hierba llena de rocío que humedecía la la llanura a la que había llegado por arte de magia.

Para mi desilusión, pronto descubrí que no hacía sido magia. Justo enfrente mía estaba sentado un niño de mi edad. Tenía una sonrisa ingenua, y unos ojos eran de un color indescriptible. Cada una de las pecas salpicadas por su cara parecían un toque de magia, y el pelo revuelto, castaño claro, hacía que pareciera el niño más inocente del mundo.

-Hola- me ddijo, con una permanente sonrisa tatuada en el rostro. La voz era como agua fresca, un río que intentaba hacerse sitio por un espacio demasiado pequeño para la inmensidad de su magia- llevabas mucho sin despertat. ¿Cómo te llamas?- Yo le miraba como si viniera de otro mundo, y en el fondo me hablaba en un idioma desconocido para mí. De una forma indirecta, el brillo de sus ojos me hacía una propuesta. Me decía: ¿Quieres ser mi amiga? Y eso, de alguna manera, me asustaba.

Me quedé mirándole unos instantes. Sus ojos me recordaban a alguien... Pero no era momento de pensar en eso, ya tendría tiempo después. Tenía que pensar en su propuesta. "O la tomas, o la dejas", me decía una voz misteriosa en mi cabeza. Al final, me decidí por la primera opción. Iba a responderle cuando la oscuridad me envolvió. <<Chris...>> Un nombre se me quedó atrancado en la garganta. Entendí que ese nino era Chris, que ese niño era especial, que ese niño era mi amigo. Y que necesitaba ayuda. Por eso, yo iba a ayudarle.

El recuerdo de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora