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El día amaneció lluvioso. El otoño había entrado con fuerza y Tamara suspira observando el agua golpear los cristales de la tienda. Se apoya en el mostrador y mira hacia las cajas que aún debe desembalar, llenas de isntrumentos musicales encargados.

Han pasado tantos meses desde la ultima vez que habló con Jongsoo. Hoya. Howon. Como sea. ¿Ocho? ¿Nueve? Ya había desistido en llamar, siempre salía el contestador.

Con su madre la relación se había tornado buena, la mayor había empezado terapia de rehabilitación y esta, al contrario que su hija, no tenía el mínimo interés en contactar con Dongwoo, a pesar que haberse encontrado aquella noche con él cambiara muchas cosas en su mente.

La muchacha trató de empezar una relación que no duró más de un par de semanas. Los labios de aquel hombre no sabían a la boca de Hoya, y su sonrisa no causaba en ella más que un suspiro de resignación. Cuando cortó el noviazgo con él hasta usó la frase que no se ha ido aún de su memoria.

A veces el amor no es suficiente.

Volvía a ser la misma chica triste de siempre pero diferente en cierto modo.

Lo que más le entristecía era que la última palabra que le dijo fue una mentira.

Vete.

Eso era lo que jamás hubiese querido.

La campanilla de la puerta suena y la joven lleva la mirada esperanzada hasta esta, pero suspira entristecida al ver al cartero.

- Hola, Ben. -Sonríe y recoge un paquete tras firmar-. Se lo daré a Joey en cuanto llegue.

- No, no. -Niega el hombre guardando el bolígrafo-. Es para ti, tu madre no estaba en casa así que me pillaba de paso venir.

Tamara alza las cejas y asiente, agradecida.

-Oh, guay. Gracias. -Se despide y baja la mirada al bulto antes de pensar en abrirlo.

No tiene remitente, lo que la hace dudar, pero finalmente decide ver que esconde en el interior. La campanilla de la puerta vuelve a sonar, pero esta vez la muchacha mantiene la vista fija en las gafas de buceo y un bañador morado mientras sus manos tiemblan sujetando ambos objetos. No sabe si aquello lo envía él, pero desea que así sea con todas las fuerzas que le quedan.

Busca una nota entre las cosas, dentro de la caja, algo, algo que le diga donde encontrarle, pero no hay más que lo que ya ha sacado y, con un suspiro, se abraza a las nuevas pertenencias al mismo tiempo que sus ojos se llenan de lágrimas ante la atenta mirada del cliente que decide no interrumpir la escena hasta un par de minutos después, provocando que la mujer note una gorra caer sobre su cabeza con delicadeza.

- D-disculpe... -Dice deprisa, alzando la vista, creyendo encontrar a su jefe.

Sin embargo sus pupilas se topan con unos ojos brillantes, esta vez sin gafas que los cubran, y a ella se le olvida respirar, al igual que él al observar su cabello rojizo y escuchar el sonido de su voz.

Ninguno dice nada y Tamara se pellizca disimuladamente el brazo para saber si aquello es real.

- Estaba buscando una buena batería que llevarme, hm... -Comenta Hoya aguantando una sonrisa al mismo tiempo que mira todos los instrumentos.

La mujer ríe ante la pésima broma y  deja caer todo lo que sujetaba al suelo.

- No te vayas... -Las palabras atragantadas salen de su garganta en un hilo de voz y de pronto algo en su interior se calma al fin.

El coreano sonríe con suavidad al escucharla y coge su mano para entrelazar sus dedos.

- No dejes que lo haga...

Last call. [INFINITE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora