17 de Agosto 2000

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Como de costumbre, el álbum de fotografías se encontraba sobre la cama. Las pastas estaban gastadas. Luis era un hombre por fuera y un pequeño herido por dentro.

En algún momento de su vida, había pensado que había encontrado la más pura de las ganancias, que era la felicidad. Tristemente, Luis se había acostumbrado a la soledad que Yedid había dejado no sólo en aquel hogar, sino también en su corazón.

Lloraba cada noche y recordaba cada mañana. Una rutina forjada desde lo más profundo de su dolor. Pero, dentro de todo, jamás olvidaba. Y podía pensar que estaba volviéndose un completo idiota, pero era Yedid... La única que había acompañado cada fase pura de lo que alguna vez fue un Luis vivo.

Metido en su agonía, lo visita la que algunos años atrás, era su mejor amiga. En su intento por mantenerse fuerte, sonríe.

Una sonrisa falsa, nunca es el mejor saludo.

Y le lloró. Por Dios, le hacía tanta falta un hombro donde desahogar su cruel realidad. Ella podía haberse ido años atrás. Podía haber pensado en la vida tan maravillosa que Luis había poseído en aquel tiempo. Pero ahora lo veía, y se daba cuenta cuán triste y cuán desesperado se sentía su compañero. Sentía tanta rabia no poder ayudarle como quisiera. Nadie realmente podía ayudarle. Eran cuestiones que la vida misma ponía a prueba. 

Durante un rato, Luis observó una fotografía. Se la mostró a su querida y entrañable amiga, sin ánimos si quiera de explicarle por qué se sentía así.

Las personas existen cuando se les recuerda, por que el corazón las mantiene vivas.

Yo no me siento vivo. Y a mí, ¿quién me recuerda?

Mantenía vivo el recuerdo de un amor con dolor, con amargura. Dios, a veces no podía creer en la mala suerte que traía consigo. No se lo merecía. Luis no le deseaba a nadie lo que él estaba sintiendo. Se sentía frustrado, en un sin fín de tormentosos sueños y desesperadas maneras de querer salir de ellos.

Pero no era culpa de nadie.

Yedid no lo había hecho a propósito.

Y él no tenia idea del por qué había sido todo tan rápido. Ni siquiera había entendido el contexto de una despedida.

Eso era lo que más le dolía.

Luis pensaba que ella se iba por un corto lapso de tiempo.

Yedid se iba, era verdad. Se iba por tiempo indefinido.

Luis no lo sabía, pero había sido advertido.

Se queda estático. Atónito.

Y de nuevo, comienza a llorar.

YEDIDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora