24 de Diciembre 2000

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Mientras la noche se tornaba colorida, mientras las sonrisas se convierten en carcajadas y los banquetes poco a poco se agotan, se encontraba Luis frente al espejo.

Un traje nuevo, negro, sin una sola arruga, completamente impecable. El toque de la corbata lo hacía ver mayor, elegante y mucho más guapo. Su cabello estaba ligeramente alborotado y sus zapatos relucientes, igual que el reloj de su muñeca.

Pero su cara, su vibra, eran lo único que no combinaba con él. Las ojeras de noches de desvelo, de lágrimas, de desesperación opacaban su buen ver. Sus labios rosas apenas si tenían color. Estaba pálido y mucho más delgado de lo que era. 

Hoy saldría por primera vez a la luz. Hoy, las excusas no hacen cambios. No quiere pisar, no quiere tropezar en falso. Sin embargo, es un momento en su vida que tarde o temprano tendría que cerrar. 

Baja las escaleras, mientras los demás posan sus ojos en él. Los murmullos se hacen presentes. Luis está más nervioso que nunca.

No quería que le preguntaran sobre su novia. Dios, ¿quién querría? 

Una navidad vacía, sin chiste.

Observa a su familia. Recuerda todas y cada una de esas caras. Caras de aliento, caras que en su momento le regalaron el hombro cuando él más lo necesitaba. Esas palmadas en la espalda, esos deseos de que todo con el paso del tiempo pudiera sanar. Ellos limpiaban sus lágrimas. 

Ahora lo veían tan decaído, tan atontado, tan lejos de si. ¿Que había pasado con el sobrino guapo y burlón? ¿O con el nieto cariñoso? ¿A dónde se fue el tío joven amistoso? Luis, lejos de verse como un joven, se veía como un hombre en la crisis de los cuarenta. 

Su corazón palpita rápidamente, está inquieto. No quiere ser observado. No quiere ser juzgado. No quiere nada que no sea un poco de paz en su interior. 

Observa a su primos pequeños jugar entre sí. Justo así la conoció. Dos renacuajitos sin una remota idea de lo que en su futuro incierto podrían conocer. Yedid era de esas pecositas de dos coletas que daban ternura con solo verlas caminar. Era su pecosita. Cuánto había cambiado con el paso de los años, y cuántas cosas habrían pasado igual. De ser nada a serlo casi todo. 

Toda su casa, la ropa, el perfume, había tantas cosas que hacían de Yedid algo imborrable. Sin saber que decir, ni qué pensar, sale de su casa. Una calle iluminada por tan solo 2 alumbrados a los extremos. Una pequeña banca blanca pintada hacía unas cuantas semanas. Quizá su mente se liberaría mejor ahí.

Quizá en estas fechas el
él estaba besándola, tomándola de ambas manos pensando en lo mucho que la quiere. 

Quizá la quiere para toda la vida y estaba decidido en ese aspecto. 

Quizá en años siguientes, ambos pudieran vivir una historia de amor mucho más fuerte de la que estaban teniendo. 

Quizá él podría ser lo mejor de ella. Quizá ella era lo mejor para él.

Quizá las cosas habrían sido diferentes. 

Quizá él pasaría la mano sobre su cabeza, tratando de calmar su frágil corazón. Quizá incluso ella haría lo mismo con él. 

Quizá ambos estaban perdidos en el otro. Quizá no podían vivir sin recordarse a si mismos. Quizá terminó todo eso.

O quizá aún se recuerden. 

En la lógica, las premisas y las conclusiones pueden ser tanto verdaderas o falsas. 

P es igual a Q. P, por lo tanto Q.

 Luis sigue enamorado de ella, por lo tanto quizá jamás pueda olvidarla. 

N/a: Siento mucho subir tarde este capitulo:C Últimamente los exámenes están muy largos y eso implica estudiar más. No había podido actualizar este capítulo por más que quería. Mañana podré subir otro. 

Gracias por leer y una disculpa. Los amo. <3 

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