Su cabello seguía enmarañado, su mente apagada y su mirada perdida. Era un día como todos. Quizá él sentía que era como todos. Realmente se sentía confundido, como si cada día fuera más pesado que el otro.Tal vez su mente era un manojo de confusiones que ni él mismo podía acomodar en su sano juicio.
Yedid le quitaba cada minuto de sueño, y cada madrugada estaba dedicada exclusivamente a ella.
No podía olvidarla. Y es que nadie podía hacerlo. Todo le recordaba a ella. Aún podía sentir su perfume recorrer la que antes era su habitación, esa que siempre estaba llena de regalos, cartas y fotos como simple recuerdo de lo que alguna vez fue su época de felicidad. Pero ahora todo eso estaba guardado en lo más profundo de un cajón polvoriento y viejo, lleno hasta el tope. Él había hecho de Yedid un recuerdo tormentoso. Su compañía le faltaba en todo sentido.
Era tan entrañable, tan alegre, tan ejemplar. Era imposible no sentir ni una pizca de afecto por ella. Y Luis lo sabía perfectamente. Siempre quiso algo serio con Yedid. No era justo que se hubiese marchado y lo dejara con una tristeza enorme y una vida vacía. ¿Acaso así acababa todo? ¿Ella se iba, él se quedaba solo, y sin posibilidades de conseguir de nuevo una tranquilidad que tanto anhelaba y necesitaba?
Él así administraba sus ideas. Pero todos sabían que, dentro de todo ese sufrimiento, el podría volver a ser feliz. Y él podría quedarse con el lindo recuerdo de lo que una vez fue su primer amor.Pero la realidad es que Yedid no había sido feliz con alguien más que no fuera Luis. En todo aspecto, él la llenaba de un regocijo tan grande que no cabía en el.
Pero, ¿a quién engañábamos? Estaba ido de todo aquello que parecía ser... eso, todo. Luis no era Luis, era solo una pequeña cosa andante que no sentía seguridad en ningún paso que daba. Daba tanta tristeza pensar en todo lo que él habría hecho si Yedid aun estuviera despierta.
Cosechaba cada fruto de su trabajo para darle lo que él pensaba que hacía felíz a Yedid: Recuerdos. Yedid era un recuerdo, sus abrazos eran un recuerdo, todo lo era. De eso se trataba la vida: Recordar y ser recordado, para seguir viviendo.
Pero no podíamos revivirla para revivirlo a él.
Y eso era lo más curioso.
El tampoco se sentía vivo.
—Junto contigo, forjé esperanzas. Junto contigo, se desbarataron. Una, por una, por una... —continuaba Luis cada noche, hasta quedarse dormido.
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YEDID
Ficção Adolescente"Yo siempre estaré contigo, Porque soy el ancla de tu dolor. No hay final para lo que haré, porque te quiero, y te quiero hasta morir".