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Debería haber pensado en otro lugar, uno más grande, para mantenerlas a salvo, pero había usado


aquel hueco durante tanto tiempo que no me preocupé. ¡Estúpido, estúpido! Un día llegué a casa del


colegio, corrí escaleras arriba y descubrí que todos mis secretos, mis Páginas de Venganza, habían sido


desenterradas y estaban amontonadas en medio del cuarto. Yo nunca me había arriesgado a sacarlas de su


escondite todas a un tiempo, así que fue la primera vez que las veía todas juntas. Había muchísimas;


cientos. Por un minuto me sorprendí, incluso me enorgullecí de haber escrito tanto.


Entonces entró mi madre, con un aspecto tan furioso que supe que iba a recibir la paliza de mi vida


por aquello.


-Eres una criatura egoísta, malvada y horrible -me dijo-. Ojalá no hubieras nacido.


Traté de mentirle:


-Es solo una historia que estoy escribiendo -le contesté-. Sé que ahora mismo hay nombres


reales ahí, pero era solamente hasta que encontrase otros mejores.


-Lo retiro -respondió mi madre y, por un momento, creí que mi excusa había surtido efecto; pero


no-. Eres una criatura mentirosa, egoísta, malvada y horrible. -Sacó un cucharón de madera que


llevaba oculto a la espalda-. ¡Te voy a pegar tan fuerte que nunca más, nunca más, ¿me oyes?, volverás


a perder el tiempo inventando crueldades!


Sus palabras me trajeron a la mente otra mentira. Pensé: Voy a intentarlo, ¿por qué no? Me pegará


de todos modos, así que ¿qué puedo perder? Y le dije:


-Sé lo que soy, mamá. Soy parte de la demonidad. Tal vez solo sea uno pequeño, pero soy un


demonio después de todo. ¿Acaso no es verdad?


Ella no respondió, así que continué:


-Y pensé que se suponía que tenía que ser egoísta y malvado y todo lo demás que has dicho que soy.


Escucho a los demás niños hablar de ello todo el rato, de las cosas terribles que van a hacer cuando


terminen el colegio: de las armas que van a inventar y a vender a la especie humana, y de las máquinas de


ejecución. Eso es lo que de verdad me gustaría hacer: me gustaría crear la mejor máquina de ejecución


que nunca se haya...


Me detuve. Mamá tenía un aspecto desconcertado.


-¿Qué ocurre?


-Solo me preguntaba cuánto tiempo te voy a dejar seguir diciendo tonterías antes de darte una


bofetada que te devuelva el juicio. ¡Máquinas de ejecución! ¡No tienes cerebro suficiente para semejante


cosa! Y sácate las puntas de tus colas de la boca, te vas a pinchar en la lengua.


Cogí las puntas, que siempre mordisqueaba cuando estaba nervioso, y las saqué de entre mis dientes


mientras trataba de recordar lo que había oído decir a los niños demonio sobre el arte de matar gente.

Demonio de libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora