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-Voy a inventar el primer destripador mecánico -dije.


Los ojos de mi madre se abrieron como platos, creo que más por la impresión de oírme utilizar


palabras tan largas que por el concepto en sí mismo.


-Tendrá una rueda gigante para desenrollar los intestinos de los condenados. Y voy a venderlo a los


reyes y príncipes más sofisticados y civilizados de Europa. ¿Y sabes qué más?


La expresión de mi madre no se alteró en absoluto. Ni un guiño, ni un temblor en los labios. Se limitó


a decir con tono monótono:


-Te escucho.


-¡Sí! ¡Exacto! ¡Escuchar!


-¿Qué?


-Las personas que pagan por una buena localidad en una ejecución se merecen oír algo mejor que


los gritos de la persona mientras la destripan. ¡Necesitan música!


-Música.


-¡Sí, música! -respondí. Estaba completamente embelesado por el sonido de mi propia voz. Ni


siquiera estaba seguro de cuál sería la siguiente palabra que saldría de mi boca, pero confiaba en la


inspiración del momento-. Dentro de la enorme rueda habrá otra máquina que reproducirá bonitas


melodías que agraden a las damas, y cuanto más grite la persona, mayor será el volumen de la música.


Seguía mirándome sin inmutarse un ápice:


-¿De verdad has pensado en todo eso?


-Sí.


-¿Y eso que has escrito?


-Solamente anotaba todos los pensamientos horribles que tengo en la cabeza. Para inspirarme.


Mi madre me observó detenidamente durante lo que me parecieron horas, escrutando cada centímetro


de mi rostro como si supiera que la palabra «mentiroso» estaba escrita en algún lado. Pero finalmente


interrumpió su examen y dijo:


-Eres extraño, Jakabok.


-¿Eso es bueno o malo?


-Depende de si a uno le gustan los niños extraños -respondió.


-¿A ti te gustan?


-No.


-AH.


-Pero yo te parí, así que supongo que tengo que asumir parte de la responsabilidad.


Era lo más bonito que me había dicho nunca. Habría vertido alguna lágrima su hubiera tenido tiempo,


pero mi madre tenía órdenes para mí:


-Lleva todos esos garabatos tuyos al fondo del patio y quémalos.


-No puedo hacer eso.


-¡Puedes y vas a hacerlo!


-Pero me ha llevado años escribirlo.


-Y arderá en un par de minutos, lo cual debería enseñarte algo sobre este mundo, Jakabok.


-¿Como qué? -pregunté con gesto agrio.

Demonio de libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora