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En cuanto a mi boca... De todos mis rasgos, desearía tener de nuevo mi boca exactamente igual a

como era antes de quemarse. Tenía los labios de mi madre, ambos generosos, y los besos que había

practicado, sobre todo con mi mano y aisladamente con un cerdo, me habían convencido de que mis

labios serían la fuente de mi buena fortuna. Besaría con ellos y mentiría con ellos; convertiría en víctimas

y en serviciales esclavos a todos aquellos a quienes mis ojos desearan. Simplemente hablaría un poco, a

la charla le seguirían unos besos y a los besos, exigencias. Y se derretirían con docilidad, todos y cada

uno de ellos, felices de llevar a cabo los actos más degradantes, siempre y cuando yo estuviera allí para

recompensarlos con un largo beso.

Pero el fuego no perdonó mis labios. Los envolvió y los borró por completo. Ahora mi boca no es

más que una ranura que apenas puedo abrir más de un centímetro porque las cicatrices que la rodean son

demasiado sólidas.

¿Es de extrañar que esté harto de mi vida? ¿Que quiera que el fuego la borre? Tú desearías lo mismo,

así que, por empatía, quema este libro. Hazlo por clemencia, si tienes buen corazón, o porque compartes

mi ira. Nada puede salvarme; soy una causa perdida, atrapado para siempre entre las cubiertas de este

libro. Así que acaba conmigo.

¿A qué vienen tus dudas? He hecho lo que prometí, ¿no?

Te he contado algo sobre mí. No todo, desde luego. ¿Quién lo contaría todo? Pero seguro que te he

contado lo suficiente como para que signifique algo más que unas simples palabras que están en una

página y que te ordenan que hagas algo. Ah, sí, mientras lo pienso, por favor, permite que me disculpe

por el modo brusco y avasallador con el que he empezado. Es algo que heredé de papá G. y no estoy

orgulloso de ello. Es solo que estoy impaciente por que las llamas barran estas páginas y calcinen este

libro lo antes posible. No tuve en cuenta tu tan humana curiosidad, pero espero que ya haya sido

satisfecha.

Así que solo queda encontrar fuego y acabar con este asunto de una vez. Estoy seguro de que

supondrá un gran alivio para ti y te garantizo que el alivio será aún mayor para mí. Lo más difícil ya ha

pasado. Lo único que necesitamos ahora es una pequeña hoguera.

Vamos, amigo. Te he abierto mi corazón; mi confesión ya está hecha. Ahora te toca a ti.

Estoy esperando. Hago lo que puedo por ser paciente.

De hecho, te diré más: estoy siendo más paciente ahora mismo de lo que lo he sido nunca en toda mi

vida. Aquí estamos, en la página veinticuatro y te he confiado algunos de mis secretos más dolorosos,

algo que nunca había hecho con nadie, simplemente para que supieras que esto no era ningún truco. Ha

sido una narración fiel y verdadera de lo que me ocurrió, lo cual podrías verificar al instante si alguna

vez me vieses en carne y hueso. Estoy quemado. ¡Ay qué quemado estoy!


Demonio de libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora