Lo que estoy esperando en realidad es una señal de misericordia por tu parte. Y de valor. De algún
modo, desde el principio he detectado que esa es una cualidad que posees, igual que la misericordia.
Requiere valor prender fuego a tu primer libro, desafiar la empalagosa sabiduría de tus mayores y
conservar las palabras como si fueran, de alguna forma, preciosas.
¡Piensa en lo absurdo de todo eso! ¿Hay algo en tu mundo o en el mío, arriba o abajo, más fácil de
obtener que las palabras? Si lo valioso de las cosas va unido en cierto modo a su excepcionalidad, ¿hasta
qué punto pueden ser preciosos los sonidos que producimos, despiertos o dormidos, durante la infancia o
la senilidad, cuerdos, locos o, simplemente, mientras nos probamos sombreros? Existe un exceso de
palabras. Todos los días miles de millones son vomitadas por lenguas y bolígrafos. Piensa en todo lo que
las palabras expresan: seducciones, amenazas, exigencias, súplicas, oraciones, maldiciones, presagios,
proclamaciones, diagnósticos, acusaciones, insinuaciones, testamentos, juicios, indultos, traiciones,
leyes, mentiras, libertades, etcétera, etcétera; las palabras no tienen fin. Tan solo cuando se haya
pronunciado la última sílaba, ya se trate de un dichoso aleluya o de alguien que se queja de la tripa, solo
entonces creo que podremos asumir de un modo razonable que el mundo se ha acabado. Creado con una
palabra y, ¿quién sabe?, tal vez destruido por otra. Yo sé mucho sobre destrucción, amigo. Más de lo que
estoy dispuesto a contar. He visto unas cosas... Cosas asquerosas e indescriptibles...
No importa. Tú prende el fuego, por favor.
¿Por qué tardas tanto? Ah, espera. No será porque te ha puesto nervioso ese comentario que he hecho
sobre todo lo que sé acerca de la destrucción, ¿no? Sí, es eso, quieres saber lo que he visto.
¿Por qué demonios no puedes contentarte con lo que te he dado ya? ¿Por qué siempre tienes que saber
más? Teníamos un acuerdo. Al menos pensé que lo teníamos. Pensé que todo lo que necesitabas era una
simple confesión y a cambio tú me incinerarías: tinta, papel y pegamento consumidos en una hoguera
misericordiosa.
Pero eso aún no va a ocurrir, ¿verdad?
Maldito sea yo y mi estupidez. No debería haber dicho nada de mis conocimientos sobre destrucción.
En cuanto has oído esa palabra, tu sangre ha empezado a acelerarse.
Bueno...
Supongo que no pasa nada por contarte un poco más, siempre que nos entendamos. Te contaré un
fragmento más de mi vida y luego vamos a asar este libro.
¿Sí?
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Demonio de libro
HorrorCuidado, lector, no abras este libro a la ligera... El mal reside en el interior y quiere algo a cambio de su relato. Autor: Clive Baraker La última novela de un genio del terror, autor de "Hellaraiser" y los "Libros de sangre" Esta escalofriante...