No es difícil de entender, ¿verdad? Era un niñito demonio que vio como su trabajo estallaba en
llamas. No fue justo. ¿Por qué tuve que perder la oportunidad de contar mi historia cuando son cientos quienes, con historias mucho más aburridas que contar, publican libros todo el tiempo? Yo conozco el tipo de vida que llevan los escritores: se despiertan por la mañana, da igual lo tarde que sea, se sientan ante su escritorio sin tan siquiera asearse, encienden un cigarro, se beben su té y escriben la primera basura que se les viene a la cabeza. ¡Menuda vida! Yo podría tener una vida como esa si mi primera obra maestra no hubiera sido quemada ante mis ojos. Y hay grandes cosas dentro de mí. Obras que harían llorar al Cielo y arrepentirse al Infierno. Pero ¿he conseguido escribirlas, verter mi alma en unas páginas? No.
En lugar de ello, soy un prisionero entre las cubiertas de este miserable volumen, con tan solo una petición que hacer a alguna alma caritativa:
Quema este libro.
No, no y no.
¿Por qué estás dudando? ¿Crees que encontrarás excitantes detalles sobre la demonidad aquí? ¿Algo depravado, obsceno, como las chorradas que has leído en otros libros sobre el inframundo (o el Infierno, si lo prefieres)?
La mayoría de esas cosas son inventadas. Lo sabes, ¿no? No son más que chismorreos y supersticiones mezclados por algún autorucho especulador que no sabe nada acerca de la demonidad: nada.
¿Te estás preguntando cómo sé lo que se hace pasar hoy en día por la verdad? Bueno, no me he quedado completamente sin amigos de los viejos tiempos. Hablamos, mente a mente, cuando la ocasión nos lo permite. Como cualquier prisionero encerrado en su solitario confinamiento, todavía me las arreglo para estar informado. No mucho, pero lo suficiente como para mantenerme cuerdo.
Yo soy lo real. Al contrario que los impostores que se hacen pasar por la encarnación de la oscuridad, yo soy esa oscuridad. Y si tuviera la oportunidad de escapar de esta prisión de papel, causaría tales agonías y derramaría tales mares de sangre que el nombre de Jakabok Botch se erguiría como la personificación misma del mal.
Yo era... No, soy el enemigo acérrimo de la humanidad, y me tomo esa enemistad muy en serio.
Cuando era libre hice todo lo que pude para causar dolor, sin tener en cuenta la inocencia o culpa del alma humana a la que estaba condenando. ¡Las cosas que hice! Necesitaría otro libro para elaborar una lista de las atrocidades de las que felizmente fui responsable. La violación de lugares sagrados y, con gran frecuencia, la correspondiente violación de quienquiera que cuidara del lugar. A menudo estos pobres ilusos devotos, pensando que la imagen de su salvador in extremis poseía el poder de alejarme, avanzaban hacia mí empuñando un crucifijo y ordenándome que me fuera.
Por supuesto, nunca funcionó. Y vaya, cómo gritaban y suplicaban mientras los atraía hacia mí.
Huelga decir que soy una criatura de una maravillosa fealdad. La parte frontal de mi cuerpo, desde lo alto de mi cabeza hasta las preciadas partes que se encuentran entre mis piernas, se había abrasado de tal modo en el fuego en el que me había caído (y en el que papá Gatmuss me había dejado arder durante uno o dos minutos mientras abofeteaba a mi madre) que mi apariencia de reptil se había convertido en una masa de tejido postilloso, brillante y chamuscado. Mi rostro era (y todavía es) un caos de ampollas, pequeñas cúpulas de piel dura que emergieron cuando me freí en mi propia grasa. Tengo dos agujeros por ojos, sin pestañas ni cejas. Igual que mi nariz. Tanto mis orificios oculares como los nasales emanan constantemente una mucosidad gris verdosa, así que no se da ni un solo momento, del día o de la noche, en el que no tenga riachuelos de fluidos nauseabundos corriendo por mis mejillas.
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Demonio de libro
HorreurCuidado, lector, no abras este libro a la ligera... El mal reside en el interior y quiere algo a cambio de su relato. Autor: Clive Baraker La última novela de un genio del terror, autor de "Hellaraiser" y los "Libros de sangre" Esta escalofriante...