Gatmuss me arengaba desde su red, en cuyo interior, gracias en parte a su lucha, su enorme figura
estaba despachurrada en lo que parecía una posición muy incómoda. Tenía las rodillas pegadas a la cara,
mientras que los brazos le sobresalían de la red formando extraños ángulos.
—Sí, te oigo.
—¿Lo has colocado tú? ¿Lo has hecho para hacerme quedar como un estúpido?
—No necesitas ayuda para eso —respondí—. Y no, por supuesto que yo no coloqué esto. Qué
pregunta tan necia.
—¿Qué es «necia»?
—No voy a intentar educarte ahora. Eres una causa perdida. Naciste bestia y vas a morir bestia,
ignorante de absolutamente todo excepto de tus propios apetitos.
—Te crees muy listo, ¿verdad chico? Con tus palabras rebuscadas y tus modales refinados. Bueno,
pues no me impresionan. Yo tengo un machete y una pistola y en cuanto salgamos de esta estúpida cosa
me abalanzaré sobre ti con tal rapidez que no tendrás tiempo de contarte los dedos de las manos antes de
que te los corte. Ni los de los pies. Ni la nariz.
—Difícilmente podría contarme la nariz, imbécil, si solo tengo una.
—Ya estás otra vez. Hablas como si fueras importante y poderoso. No eres nada, chico. ¡Espera y
verás! Espera a que encuentre mi pistola. ¡Ay, las cosas que puedo hacer con esa pistola! ¡Podría acabar
con lo que queda de tu fábrica de bebés y hacer que no te quede absolutamente nada!
Y así continuó, con su interminable retahíla de desprecios y quejas acompañados de amenazas. En
resumen, me odiaba porque cuando yo nací mamá perdió todo su interés por él. Decía que en otros
tiempos, cuando por algún motivo la atención de mamá se distraía, contaba con un método infalible para
recuperarla; pero ahora tenía miedo de volver a usar aquel ardid porque le había alegrado tener una hija,
pero otro hijo accidental no sería más que un desperdicio de aliento y palizas. Con un error era
suficiente, era más que suficiente, decía, y despotricaba sobre mi estupidez.
Mientras tanto, nuestro ascenso continuaba; había comenzado de un modo algo entrecortado, pero
ahora era rápido y suave. Atravesamos una capa de nublada oscuridad antes de internarnos en el Octavo
Círculo, que emergía de un recortado cráter en medio de su desolación rocosa. Yo nunca me había
alejado más de un kilómetro de la casa de mis padres y no tenía más que una vaga noción acerca de cómo
era la vida en otros círculos. Me habría gustado tener tiempo para estudiar el Octavo, pero nos
elevábamos demasiado rápido para poder obtener algo más que una fugaz impresión: los condenados,
contados por miles, con la espalda desnuda y entregados a la tarea de tirar de algún enorme edificio
anónimo a través del terreno irregular. Entonces me quedé de nuevo sin ver nada, esta vez debido a la
oscuridad del cielo del Octavo, para, momentos más tarde, emerger resoplando y escupiendo después de
haber sido empapados con el fétido fluido de algún canal lleno de algas del cenagoso paisaje del
Séptimo. Tal vez fue el baño en agua pantanosa lo que lo volvió loco o, simplemente, que lo que nos
estaba ocurriendo le estaba entrando en la mollera, pero fuese lo que fuese, en ese momento papá
Gatmuss empezó a vilipendiarme con el lenguaje más grosero y a culparme, por supuesto, del aprieto en
el que nos encontrábamos.
—¡Eres un desecho de mi semilla, estúpido tarado, imbécil, zopenco, asqueroso gilipollas! ¡Debería
haberte quitado la vida hace años, maldito retrasado! Si consigo alcanzar mi machete, juro que te cortaré
en pedazos aquí y ahora.
*************************************************************************************************
Hola pues lo siento si tarde en actualizar andaba sin Internet en fin estaré actualizando de 5 caps en 5 así que espero les guste la historia como a mi me encanto tanto :3
ESTÁS LEYENDO
Demonio de libro
HorrorCuidado, lector, no abras este libro a la ligera... El mal reside en el interior y quiere algo a cambio de su relato. Autor: Clive Baraker La última novela de un genio del terror, autor de "Hellaraiser" y los "Libros de sangre" Esta escalofriante...