Capítulo 8

4K 298 24
                                    

Eran las cinco de la mañana. Hermione miraba el resplandor de la noche que se cernía sobre los jardines de su nuevo hogar. La verdad era que no podía dormir, se arrepentiría a la mañana siguiente de no haber dormido, pero realmente no hallaba la manera de dejar de pensar en cierta cosa que le tenía en vela.

Por otro lado, un platinado ojigris se encontraba en su cama como horas antes, es más, luego de haber cenado subió a su habitación y se volvió a acostar en la cama en la misma postura que antes. Acostado de espaldas con ambas manos bajo su cabeza.

Ya sentía sus brazos adormecidos por llevar horas en esa misma posición, pero eso era en lo que menos pensaba. Pensaba otras muchas cosas relacionadas con una sola persona, Hermione Granger.

Desde su reencuentro días atrás obviamente su relación mejoró, y a esas alturas Draco le tenía un gran aprecio a la castaña. Pues fue capaz y lo suficientemente sensata como para escucharle y comprenderle y le defendió ante su amigo de tantos años. Hasta esa misma noche se dio cuenta de muchas cosas, como por ejemplo su inocencia. Cuando iban a Hogwarts Granger no era así, era una niña inocente que estudiaba y se enorgullecía de ser hija de muggles, pero bueno, con la guerra se convirtió en otra chica que tampoco estaba mal. Él siempre decía en años anteriores que a la castaña le faltaba un poco de realidad, y la verdad era que ahora le sobraba.

También era innegable que cambió muchísimo su físico y su vestimenta. Ya no era la Hermione Granger que se ponía el uniforme varias tallas mayores para no enseñar nada y que incluso cuando hacía un calor terrible tenía puesta su larga túnica con la cual tenía que tener cuidado para no caer. Ahora su ropa era ajustada a la par de bonita, algo completamente diferente a lo que antes solía ponerse.

Además, su rostro también había cambiado, Ya no era redondo, lleno de pecas y pálido haciendo resaltar sus enormes ojos color chocolate. Su rostro ahora era más femenino, moreno como toda ella lo era con pocas pecas que conservaba de la niñez y con unos ojos hermosos con tupidas pestañas, y sus labios... sus labios se habían vuelto en tan poco tiempo su tentación, aunque eso él no lo sabía aún. Lo único que sabía era que se había quedado con unas terribles ganas de besarle, tenía que haberlo hecho en cuanto tuvo oportunidad.

Entre unos y otros pensamientos se hicieron milagrosamente las diez de la mañana. La castaña en ese momento salía del baño envuelta en una toalla algo corta al ser de las pequeñas mientras que con otra se secaba el cabello.

– Hermione me tengo que... – Dijo el rubio entrando en la habitación, pero se calló de golpe al ver las fachas de la chica. Hermione agradecía no haberse quitado aún la toalla. Draco la miraba de arriba a abajo, a lo que la castaña evadía la mirada avergonzada.

– ¿Qué querías decirme Draco? – Preguntó ella intentando evadir el tema de su desnudez.

– Sólo venía a decirte que me tengo que ir, vendré dentro de un rato, y siento haber entrado de sopetón, tendría que haber tocado, pero pensaba que aún estabas dormida.

– De acuerdo, ¿Estás bien? se nota que no dormiste.

– Tu cara no está mucho mejor. – Dijo el sonriendo. "Aunque tus piernas si" pensó Draco de forma pervertida.

– Una mala noche. – Dijo ella encogiéndose de hombros, no quería hablar de ese tema y menos con él.

– Bueno, sólo venía a avisarte de que me iba, cualquier cosa los elfos te podrán decir. – Dijo el sonriéndole mientras se acercaba cada vez más a la puerta de salida.

– De acuerdo, de todas formas, yo también me tengo que ir. – Dijo ella sujetándose la toalla con cuidado para que no se cayese.

– Luego nos vemos. – Dijo para salir sonriendo de la habitación de la chica. Para él, Hermione tenía un par de piernas perfectas. Quizás nunca se hubiese detenido a ver bien a la chica.

My Guardian AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora