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Barcelona, casi un mes más tarde

Alfonso había quedado con Helena y Martina para ir a ver unas oficinas. Desde su regreso de Estados Unidos, sus hermanas habían tratado de animarlo en todo momento, y gracias a Anthony y a Gabriel, que ya estaba instalado en Barcelona a la espera de que Ágata diera a luz, había conseguido seguir adelante. No se atrevería a decir que había superado lo de Anahi, de hecho se había resignado a sentir una punzada en el corazón cada vez que pensaba en ella, pero poco a poco había logrado recuperar cierta paz.

Los primeros días fueron los peores, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no llamarla, y la primera noche que pasó solo en su casa fue un infierno. Alfonso tenía un piso en la VillaOlímpica, lo había comprado hacía bastantes años, pero nunca había vivido en él. Como viajaba tanto, siempre que estaba en España se quedaba en casa de sus padres, y ese piso se había convertido en una especie de símbolo para él. Se instalaría allí cuando tuviera pareja. El destino, o mejor dicho, Anahi, no lo habían querido así, y había tenido que vivir en él solo.

Llegó a España la madrugada del domingo, y llamó a su padre para que fuera a buscarlo al aeropuerto. Eduard fue allí y, al ver la cara de agotamiento de su hijo mayor, supo que había pasado algo muy grave. Se quedaron en elPrat a tomar un café, no sólo para desayunar, sino también porque el patriarca de losHerrera no quería que su hijo entrara en casa con aquella expresión. Alfonso siempre estaba contento y controlaba sus emociones; fuera lo que fuese lo que había sucedido tenía que ser algo fuera de lo común. Alfonso no olvidaría jamás lo que su padre le dijo en esa ocasión:

-Hay gente que no sabe amar, y tal vez Anahitenga miedo de no poder hacerte feliz. Me niego a creer que no te quiera. Eso es imposible.

-Ya, papá, pero creo que tú no eres objetivo.

-No digas tonterías. Mira, ya verás cómo con el tiempo y la distancia se dará cuenta de que te quiere y de que te echa de menos. Seguro que pronto estará aquí, dispuesta a luchar por vuestra relación. Ya ves lo que les pasó a tu hermana y a Gabriel.

Llevaba más de tres semanas en Barcelona y no había recibido ninguna noticia de Anahi. Su padre se había equivocado. Todos menos él se habían equivocado. Sus hermanos, sus hermanas y sus amigos se pasaron la primera semana diciéndole que ella pronto iría a buscarlo. Ahora ya no hablaban del tema. Alfonso lo había sabido desde el principio: Anahi no lo quería y, por lo tanto, no iba a aparecer en el portal de su casa.

Helena y Martina se retrasaban, pensó, mirando de nuevo el reloj. Estaba de pie en un portal de la Vía Augusta y sólo faltaban cinco minutos para que llegara la mujer de la inmobiliaria. Entonces vio aparecer a Martina.

-Siento haberte hecho esperar. -Le dio un beso en la mejilla-. Helena, para variar, tiene que estudiar no sé qué y está histérica. Me ha dicho que te llamará luego. ¿Vamos?

-La señora de la inmobiliaria aún no ha llegado. Tal vez podríamos esperarla en ese café. -Señaló un bar que había a pocos metros-. Aquí hace mucho calor.

-De acuerdo -aceptó su hermana-. ¿Cómo estás?

Alfonso ya se había acostumbrado a ese tipo de preguntas. No lo decían con palabras, pero allí se ocultaba un «¿aún sigues sin dormir una noche entera?» o «¿sigues echándola tanto de menos?».

-Voy tirando -respondió él, pero supo que Martina interpretaba «he logrado dormir un par de noches esta semana» y «bueno, la echo de menos, pero creo que sobreviviré».

-¿Has visto la cuna nueva que ha comprado Gabriel? -dijo su hermana con una sonrisa.

-¿Qué le pasaba a la que tenían?

A fuego lento (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora