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Anahi se había fingido dormida. La moto también la había despertado a ella, pero al tener la cabeza recostada contra el pecho de Alfonso, se dio cuenta de cómo a éste se le aceleraba el corazón. Primero pensó que iba a besarla, incluso se puso nerviosa anticipando que lo hiciera, pero pronto se dio cuenta de que lo que de verdad quería era salir de la cama. Se merecía un oscar por lo que acababa de hacer; había fingido estar plácidamente dormida cuando lo que de verdad quería hacer era levantarse y preguntarle por qué se iba. Por qué no quería quedarse con ella.

Al oír el clic de la puerta, le cayó una lágrima. De nada servía ya que siguiera con la farsa, lo mejor que podía hacer era levantarse y cambiar las sábanas de la cama; no podría dormir en aquellas que aún olían a Alfonso. Cerró los ojos y apretó la mandíbula para contener el grito de rabia que estaba formándose en su garganta; él se había ido porque no quería estar con ella. Era así de simple y así de complicado a la vez. Se había ido por el mismo motivo por el que no le había dicho que también la quería cuando ella se lo había confesado al hacer el amor; porque la había olvidado, porque ya no estaba enamorado. Estuvo triste unos segundos, después se puso furiosa; ¿cómo se atrevía a acostarse con ella sin quererla?, ¿qué clase de hombre era?, ¿por qué clase de mujer la tomaba?

Anahi sabía que estaba exagerando, que estaba sacando las cosas de quicio, pero una no puede tener el orgasmo más increíble de su vida y luego quedarse impasible al ver que el hombre con el que lo ha compartido se va a hurtadillas de su lado. Superado el momento de crisis inicial, se levantó y buscó unas sábanas limpias. Las cambió con movimientos enérgicos y dejó las sucias junto a la lavadora. Iba a tratar de dormir cuando vio la luz del comedor encendida y fue a apagarla. No debería haberlo hecho; vio la figurilla deKing Kong y las lágrimas que había logrado contener se desbordaron. Se sentó en el suelo hasta que se cansó de llorar y, agotada, se acostó... después de dejar al mono junto al despertador. Tal vez por la mañana descubriría que todo había sido un sueño.

Por suerte, tanto para Anahi como paraAlfonso, el domingo ambos se despertaron tarde; sus mentes y sus cuerpos necesitaban descansar después de lo de la noche anterior. Él se pasó el día tratando de olvidar lo sucedido, pero pronto se dio cuenta de que era imposible y optó por irse a pasar el resto de la jornada con sus padres. El problema era que recordaba cada beso, cada caricia de Anahi, y que no paraba de escuchar en su cabeza su dulce declaración de amor. Tan pronto como hubo salido del piso, a aquellas horas de la madrugada, supo que se estaba comportando como un cobarde... y un grosero. Al hacer eso la estaba tratando como si sólo fuera el rollo de una noche, y nada más lejos de la verdad. Debería llamarla, se dijo miles de veces, pero no consiguió marcar el número ni una sola.

Sus hermanos lo distrajeron contándole sus problemas en el trabajo y sus últimas conquistas y sus hermanas tuvieron la delicadeza de no preguntarle nada. No habría sabido qué responderles. Regresó a Barcelona casi a medianoche, había aprovechado cualquier excusa para quedarse en casa de sus padres un poco más y estar así acompañado, pero cuando todos empezaron a irse a la cama decidió que había llegado el momento de regresar. Su madre le dijo que durmiese allí, aún tenía su antigua habitación, pero él se negó; sólo le faltaría eso para sentirse más patético.

Por su parte, Anahi se pasó el día sola; su hermana no iba a regresar hasta el lunes y ni siquiera sabía si sus padres estaban en el país. Por culpa de la soledad, sus cambios de humor fueron tan frecuentes como impredecibles, y si por la mañana quería matar a Alfonso, a mediodía quería hacerle el amor, por la tarde torturarlo y por la noche sencillamente quería hablar con él. Sí, eso era lo que tenían y debían hacer: hablar. A eso de las ocho de la noche, el cansancio y los nervios le empezaron a hacer mella y optó por acostarse; al día siguiente tendría mucho trabajo en el hospital y no quería darle ningún motivo a la jefa de personal que la hiciera cambiar de opinión sobre su reciente readmisión.

A fuego lento (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora