No habían quedado en nada, de modo que cuando ni el martes ni el miércoles tuvo noticias de Anahi, Alfonso se recordó a sí mismo que había sido precisamente él quien había dicho que no quería seguir viéndola. Claro que también había sido él el que la había besado en la mejilla. ¿En la mejilla? «Se necesita ser bobo», se repitió por enésima vez. Frustrado, resignado y enfadado, se obligó a centrarse en su trabajo y a esperar. Esperar. Algo que a él jamás se le había dado especialmente bien; si Anahi quería verlo, ya sabía dónde encontrarlo. Como teoría no estaba mal, pero el jueves, después de reescribir un e-mail más de diez veces, se dio cuenta de que, tanto él como ella se habían equivocado en algo básico. En Nueva York, Anahi había esperado a que él hiciera todos los movimientos. Y ahora, en Barcelona, él estaba haciendo lo mismo. Vaya par. Si de verdad estaban dispuestos a darse una oportunidad, ambos teman que luchar por su relación. Convencido de que estaba haciendo lo correcto, la llamó.
-¿Sí? -Una voz soñolienta contestó a la quinta llamada.
-¿Te he despertado? -preguntó Alfonso, maldiciéndose por no haber caído en que tenía el turno de noche-. Lo siento.
-¿Alfonso? -Se sentó en la cama-. No te preocupes. -Bostezó-. Iba a llamarte, pero en el hospital hubo un problema, y estos días he tenido que trabajar no sé cuántas horas seguidas.
-¿Estás bien?
-Cansada. -Volvió a bostezar-. De verdad que iba a llamarte, pero cada vez que tenía un momento eran las tantas de la madrugada. Y tú tampoco me has llamado -añadió con timidez y sin despertarse del todo.
-Tienes razón, y lo siento. Ya hablaremos más tarde, vuélvete a dormir.
-No, no, tranquilo.
-En serio, no te preocupes. Luego hablamos.-Se sentía fatal por haberla despertado.
-¿Me lo prometes? -Anahi no sabía si aquella conversación era real o formaba parte de un sueño, pero por si acaso, insistió-. ¿Me lo prometes?
-Te lo prometo. ¿Te apetecería ir a tomar un café el viernes?
-Preferiría ir a cenar. -Convencida de que era un sueño, se atrevió a pedir lo que de verdad quería-. Además, este fin de semana tengo turno de día.
-Hecho, quedamos el sábado. Y ahora, acuéstate.
Ella farfulló algo parecido a «buenas noches», cuando en realidad era ya mediodía, y le colgó. De no ser porque cuando se despertó se encontró con un mensaje en el móvil en el que Alfonso le decía que el sábado pasaría a buscarla a las nueve para ir a cenar, Anahi habría seguido creyendo que todo había sido un sueño.
Iba a llegar tarde, iba a llegar tardísimo. Era sábado, jugaba el Barça, y él estaba atrapado en la Ronda. Furioso con el destino y la liga de fútbol, Alfonso conectó el manos libres y llamó a Anahi.
-Hola -contestó ella al ver su nombre en la pantalla del móvil.
-Hola. -Le bastaba con oír su voz para quedarse en blanco-. Estoy parado en la carretera; no sé si ha habido un accidente o es que todo el mundo es idiota -suspiró exasperado-, pero no creo que llegue a Barcelona hasta las diez.
-¿Tú estás bien? -preguntó preocupada.
-Sí, sólo estoy enfadado. Me molestan mucho las caravanas.
Anahi sonrió, era típico de él que le molestara perder el tiempo sentado al volante de un coche.
-¿Qué quieres decir con eso? ¿Quieres anular la cita de hoy?
-¡No! -respondió él al instante para alegría de ella-. Pero voy a tener que cambiar la hora de la reserva. Espero que tengan mesa para más tarde. Te llamaré cuando llegue a mi casa; vuelvo de la casa de mis padres, y mis hermanos y yo hemos tenido que montar no sé cuántas estanterías, así que me tengo que duchar. Si te va bien, pasaré a buscarte a eso de las diez y media.

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A fuego lento (AyA)
Teen FictionHistoria adaptada. Versión original de Anna Casanovas.