Había pasado ya una semana desde aquel horrible lunes en que perdió a Alfonso para siempre. A pesar de que todos los libros de medicina afirmaban lo contrario, Anahi podía constatar que se podía vivir sin corazón. El suyo estaba roto en mil pedazos y su cuerpo seguía funcionando. Cada mañana se levantaba con la almohada mojada por las lágrimas y por la noche se pasaba horas con la mirada fija en el teléfono, o en la puerta, como si así pudiera conseguir que él la llamara o fuera a verla.
Gracias a Raquel no se había desmoronado por completo, y sus compañeros de trabajo estaban encantados de que aceptara hacer todos los turnos imaginables. En uno de esos turnos, le tocó hacerse cargo de un par de niños que habían tenido un pequeño accidente en el colegio. Nada grave, pero los mocosos aprovecharon la excusa de ir al hospital para hacerse mimar por sus respectivas madres. Anahi estaba cansada, llevaba varios días trabajando más horas de las aconsejables y sin apenas comer, pero lo prefería así. Era el único modo de seguir funcionando, porque si se quedaba quieta, empezaría a pensar en lo que había perdido y se acurrucaría en la cama para no volver a salir jamás.
-¿Me pondré bien, doctora? -preguntó uno de esos pilluelos.
-Pues claro que sí, pero la próxima vez deberías pensarlo mejor antes de saltar de un columpio tan alto.
-Es que estábamos jugando a...
-Ya lo sé -lo interrumpió ella-, pero tenéis que ir con cuidado. Los niños de verdad no sois como los de las consolas. Si os rompéis, alguien tiene que arreglaros, y no querrás que tu mamá se preocupe más de la cuenta, ¿verdad?
-Tiene razón -respondió el niño cabizbajo-.Le prometo que no lo volveré a hacer.
-Me alegro. Esto ya está. -Le enseñó el brazo con el yeso recién colocado-. ¿Me dejas que sea la primera en firmártelo?
-¡Claro!
Anahi le dibujó un monigote ridículo y el pequeño se fue de allí orgulloso de su herida de guerra. Ella se levantó del taburete y estiró las piernas, que sentía entumecidas después de estar tanto rato sentada. Lo mejor sería que caminara un poco, así que decidió ir hasta la máquina de café que había junto a la entrada. Estaba buscando un par de monedas en el bolsillo cuando entró una pareja.
-Gabriel, ¿quieres hacer el favor de tranquilizarte? -dijo la embarazadísima chica.
-¿Y cómo quieres que me tranquilice, Ágata?-respondió él-. Podrías haberme avisado de que ibas a romper aguas.
-Seguro, todo el mundo sabe que, antes de romper aguas, unos duendes te avisan por triplicado -contestó ella tratando de regular la respiración.
-No seas sarcástica, no es bueno para la niña. -Él sonrió y le dio un beso en los labios-. Espera aquí, voy a buscar a la comadrona. Me dijo que estaría esperándonos.
Anahi, que había observado toda la escena, estaba segura de que aquella chica tema que ser la hermana de Alfonso. ¿Cuántas Ágatas a punto de dar a luz podía haber en Barcelona? Anahi iba a irse sin decir nada, pero en ese momento la otra tuvo una contracción y, sin pensarlo, corrió a su lado.
-Tranquila -le dijo cogiéndole la mano-.Gabriel volverá en seguida.
Al oír a aquella desconocida llamar a su marido por su nombre, Ágata levantó la vista. Quería preguntarle quién era, pero otra contracción se lo impidió.
-Soy Anahi -explicó-. Tu hermano me conoce.
-¡Anahi! -Le apretó la mano-. ¿Esa Anahi?-preguntó furiosa.
-Sí, esa Anahi. Aprieta mi mano y respira. Vamos a sentarnos en ese banco. Seguro que la comadrona no tarda en llegar.
-Le he dicho a Gabriel que todo irá bien -dijo Ágata-, pero la verdad es que estoy un poco asustada. -Eso no se lo había dicho a nadie.
![](https://img.wattpad.com/cover/43265207-288-k351872.jpg)
ESTÁS LEYENDO
A fuego lento (AyA)
Підліткова літератураHistoria adaptada. Versión original de Anna Casanovas.