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Si tuviera que definir a Ellen Blanchet con una sola palabra, ésta sería «persistente», o mejor dicho, «pesada», pensó Alfonso al leer el e-mail que la abogada le había mandado. En él le recriminaba, con mucha educación eso sí, que no le hubiera devuelto la llamada del otro día, e insistía en que tenían que verse esa misma tarde. Le respondió con una disculpa, tenía que reconocer que no había estado bien no llamarla, y diciéndole que en principio tenía la agenda muy llena y que no podía quedar hasta dentro de dos días. Pero le prometió que si había algún cambio, la avisaría sin falta. Le dio a «Enviar» y, minutos más tarde, recibía la respuesta de ella, en la que insistía de nuevo en que tenían que verse y le decía que, para ese tema en concreto, estaba disponible las veinticuatro horas del día.

Alfonso fue a comer con John, que en seguida le preguntó qué le pasaba. ¿Acaso se le notaba en la cara que había estado todo el fin de semana haciendo el amor con Anahi?

-Nada -respondió escueto.

-¿Nada? -John se sentó frente a él y pidió una ensalada y un entrecot-. ¿Y ese nada tiene algo que ver con una rubia y la sonrisa que tienes de oreja a oreja a pesar de haber estado más de cuatro horas con los pesados de contabilidad?

-Quizá. -Hacía años que no sentía tanta vergüenza-. ¿Has podido pensar en lo que decidimos el viernes?

-Me tomaré este cambio de tema como la prueba definitiva de que por fin Anahi y tú estáis juntos. -Cogió una patata del plato deAlfonso-. Felicidades.

-Gracias -contestó resignado-. Y ahora, por favor, ¿podemos hablar de cosas serias? ¿Cómo diablos lograste conquistar a Hannah? -preguntó de sopetón.

-¿Esas son las cosas serias de las que quieres hablar? -John dio las gracias al camarero que le trajo el primer plato-. Si me pides consejos a mí, estás peor de lo que me imaginaba. Seguro que eres todo un experto.

-¿Por qué todo el mundo cree que soy una copia barata de Casanova? -Dio un sorbo de agua-. Deja que te diga que he estado con menos mujeres que tú.

-Eso lo dudo, yo sólo he estado con Hannah.

-De acuerdo, tal vez en eso me equivoque, pero no he estado con tantas como crees. Ni tampoco he hecho nunca nada que pudiera salir en una película erótica. -«Excepto lo de este fin de semana», pensó

-Lo que pasa, mi querido Alfonso, es que el continente no se ajusta al contenido. Me explicaré mejor -añadió al verlo tan confuso-. Mírate, eres alto, guapo, no tanto como yo, pero no estás nada mal. -Alfonso lo fulminó con la mirada, pero John continuó-. Tienes un muy buen trabajo y eres encantador. Es decir, un seductor. Seguro que casi todas las mujeres que están en este restaurante, y la mitad de los hombres, se irían encantados contigo a un hotel.

-Pero yo no quiero irme a un hotel con nadie que no sea Anahi. -Se sonrojó pero siguió hablando-. Mejor dicho, ni siquiera con ella. Lo que quiero decir es que quiero tener algo profundo, quiero cuidar de ella y que ella me cuide a mí. Como tú y Hannah.

-Y estoy seguro de que algún día lo tendrás-respondió John-, pero la pregunta que deberías hacerte es si ella quiere lo mismo.

Alfonso, inseguro de cómo responder a eso, optó por beber un poco más de agua y cambiar de tema.

-Gracias por el consejo. -Carraspeó-. ¿Has podido pensar en lo del viernes? -retomó la conversación anterior.

-Sí, la verdad es que no he hecho otra cosa. Y creo que no debemos firmar la fusión, y luchar en cambio por salir adelante nosotros solos. Si los resultados de Fénix son la mitad de buenos de lo que prevé mi abuelo, seguro que lo lograremos. Será difícil, tal como tú dijiste, pero valdrá la pena. -Le trajeron el segundo plato y atacó al instante-. ¿Y tú?, ¿has podido hablar con tu jefe?

A fuego lento (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora