Final

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Alfonso entró en la habitación. Su hermana estaba radiante, se la veía cansada pero feliz y su marido la miraba embobado.

-Hola, peque -dijo, dándole un beso-.¿Cómo estás?

-Muy bien, muy, muy contenta. ¿Cuándo traerán a la niña?

En ese momento entró una enfermera con la cuna y todos empezaron a decir tonterías. Cuando le tocó el turno a Alfonso de cogerla en brazos, sintió una punzada en el corazón al no poder compartir ese momento con ella.

-¿Dónde está Anahi? -preguntó Ágata con su especial sentido de la oportunidad.

-No ha querido subir -dijo él sin dejar de mirar a la pequeña.

-¿Y no piensas hacer nada? -exclamó Gabriel cogiendo a su hija-. No es propio de ti. Es obvio que estás enamorado, y ella está loca por ti. No entiendo qué os pasa.

-Ni yo -secundó su madre-. ¿Por qué no vas a buscarla?

-¿Y si no quiere venir? -preguntó Alfonsodando así voz a sus miedos.

-Pues entonces tendrás que convencerla-sentenció su padre-. Vamos, ¿a qué esperas?

¿A qué esperaba?

Salió de la habitación sin despedirse y corrió hacia el ascensor.

Entró en urgencias y buscó a Anahi con la mirada. Tardó sólo un segundo en encontrarla, estaba de pie junto a una cama en la que había un anciano. Sin cuestionarse si podía acercarse o no, fue a su encuentro. Ella estaba de espaldas y no le había visto, así que aprovechó el factor sorpresa y la levantó para besarla. La besó delante de todos, delante de los otros médicos, de las enfermeras y de los pacientes. La besó hasta que sintió que ella le devolvía el beso, y un poco más. La besó hasta convencerse de que por fin la tenía en sus brazos y de que no iba a dejarla escapar de nuevo. La besó hasta que sus corazones acompasaron los latidos.

-Te quiero -le dijo cuando se apartó para coger aire-. Te quiero.

Vio que a Anahi se le llenaban los ojos de lágrimas, y la volvió a besar. Esta vez con más dulzura, pero no por ello con menos pasión.

-Te quiero -repitió al apartarse de nuevo-.Siento mucho lo del sábado, y lo del lunes. Y lo de todos estos días. Siento mucho haber dudado de tu amor, de nosotros.

Ella le hizo callar con otro beso y él la abrazó aún más fuerte. El anciano de la cama carraspeó y Anahi recordó dónde estaban.

-Suéltame -suplicó vergonzosa-. Todo el mundo nos está mirando.

-Por mí no se preocupe, doctora -dijo el hombre-. Hacía tiempo que no veía a una pareja tan enamorada.

Ella sonrió, y Alfonso aprovechó para robarle otro beso. Ahora que le había dicho que la quería, era como si se hubiera roto un dique en su interior y todos los besos y caricias que había retenido durante ese tiempo lucharan por salir.

-Anahi, te quiero -volvió a decir-. Te amo.

-Yo también te quiero. Te quise desde el principio, o casi -añadió al ver que él levantaba una ceja incrédulo-. Está bien, no sé desde cuándo te quiero, pero lo que sí sé es que te querré toda la vida.

Alfonso la besó de nuevo y, mientras lo hacía, la depositó en el suelo. Se había imaginado ese momento en otro entorno, pero bueno, no iba a permitir que se le escapara de las manos. Y con su hada tenía que cazar las oportunidades al vuelo, así que se arrodilló delante de ella.

-¿Qué haces? -preguntó Anahi nerviosa.

-No le interrumpa, doctora, el chico es listo-dijo el anciano, al que al parecer ya no le dolía nada.

A fuego lento (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora