Luna Blanca.

Penas ahogadas.

Tirado en el piso de mi habitación con un vaso de whisky. Me encontraba vacío y casi inerte, recordaba sus suaves manos en mis mejillas, su cabello tan sedoso, su cuerpecito que se acoplaba tan perfectamente al mío y esos labios que calmaban cualquier alboroto en mí.

Toda su ropa estaba en mi armario y su olor a chocolate en todo lados, era lo único que me quedaba de mi Luna que me abandonó por Isa.

-Ragnar... -Esa voz despreciable era ella, la que causó que mi Luna me dejara.

-¡Vete! Mi voz sonó arrastrada.

-Yo puedo darte el cachorro que tu Luna no te dio. -Dijo tratando de ser sensual.

-No puedes así que largate.

-Vamos, puedo darte un cachorro. Sé que es tu mayor deseo.

Me levanté de golpe y la lancé contra la cama. -Espero que me des un cachorro Isa, porque si mañana no lo escucho te arrancaré la cabeza. -Intentó besarme pero no se lo permití, la pegué a la cama y arrancando sus ropas la penetré duro y fuerte, ella gemía, gritaba pero no la solté en ningún momento.

-Si, vamos Ragnar. -Era una puta, Hela era todo amor y cariño pero a esta le gustaba ser castigada.

Derramé mi semilla en su interior y salí de ella.

-Ahora vete. -Gruñí.

-Pero...

-¡Vete! -Grité señalando la puerta y ella salió fuera de mi vista.

Horas después estaba sentado en una taberna con un vaso de Whisky a la roca para dejar mis penas ahogadas en alcohol pero ¿a quién quiero engañar? es a mi Hela que necesito de vuelta. La busqué en su apartamento, en la cabaña de su territorio, en todos los lugares donde podría estar pero era como si hubiese desaparecido.

Una preocupación invadió mi ser al no poder localizar a mi luna. Alcohol, alcohol y más alcohol. Tener sexo salvaje con mujeres hasta matarlas y solo pensar en Hela, en mi Luna que me abandonó.