vi. Problemas tocando a nuestra puerta

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Nueva Orleans, 1835

—Quiero invitar a cenar a Rebekah—anunció de la nada Marcel, mientras pasaban por una de las pequeñas tiendas puestas sobre las calles. Evangeline veía con curiosidad todo a su alrededor, mientras Marcel solo la acompañaba sin importarle mucho lo que su hermana estuviese viendo de hortalizas.

Los días pasaban con rapidez, así como las semanas y meses. Las cosas en el Recinto Mikaelson parecían ir mejor que nunca. La relación entre los vampiros originales con los humanos parecía haberse fortalecido más a causa de la honestidad, sobre todo la relación entre Rebekah y Marcellus.

Para Evangeline no era ningún secreto que de un tiempo para la actualidad, su hermano demostraba un interés genuino sobre la mujer que consideraba como a una hermana. Así que cuando las cinco palabras salieron de la boca de Marcel no se sorprendió. Sin embargo, en medio de la acera se detuvo poniéndose frente a él, sin obstruir el paso de los demás habitantes de la ciudad.

—No puedes—negó. Con la nueva etapa en la relación que ambos establecieron con los Mikaelson, historias comenzaron a salir a la luz para ellos; entre ellas, las trágicas historias de amor de Rebekah.

—¿Por qué no?—frunció el ceño, Marcel conocía a su hermana demasiado bien para saber lo que pensaba, más aun así preguntó.

—Tú ya lo sabes—le tendió una mirada—. Hemos escuchado las historias, sabemos por ellas cómo actúa Nik cuando de amores se trata y más aún si tienen que ver con Rebekah. Lo quiero pero es la verdad.

—Pero no soy cualquier extraño, Eva—replicó, tratándose de que ella entendiese su punto—. Confío en que lo aceptará, en caso de que ella lo haga y diga que sí acepta.

Evangeline antes de volver a caminar, lo observó bien. Él se veía demasiado interesado en Rebekah y no había que ser lo suficientemente listo para saber que sus sentimientos eran recíprocos, aun así no dejaba de sentir miedo por él. Cómo había dicho, Eva quería mucho a Nik pero no podía negar que el sentimiento que su hermano y la rubia estaban desarrollando podría traer más de un problema.

—Sé qué no estás de acuerdo con esto—se apresuró a decir, al ver como no obtenía respuesta alguna de ella—. Confía en mí, ¿Quieres? Sé lo que hago—tomó su mano y depositó en el dorso de la misma un beso.

—Tú sabes que lo hago—musitó—. Ahora vamos, todavía faltan algunas cosas que comprar para la cena.

Sin más, los dos emprendieron su camino una vez más.

•••

Evangeline se consideraba a sí misma una persona que podría leer muy bien a las personas cuando algo les incomodaba o se sentía mal. Esa noche no fue la excepción, supo que algo andaba mal desde el momento en que ella se sentó junto a Marcel y vio que la cabecera del comedor no se encontraba Nik, usualmente pensaría que se encontraba en una reunión de negocios pero al ver como Elijah y Rebekah parecían actuar extraños lo desecho de inmediato.

Sin embargo, en la cena no dijo nada. Pero su plan no era irse a la cama sin saber que era lo que estaba sucediendo realmente. Primero se dirigió a la habitación de Rebekah, no la vio ahí así que optó por irse al salón donde el elegante piano negro yacía. En efecto, ahí la encontró junto con Marcel y a tiempo antes de que la invitará a salir.

—Marcel, ¿Puedo hablar con Rebekah un segundo, por favor?—pidió, desde la puerta. Su hermano la miró con sus ojos entrecerrados, sabía lo que su hermana estaba haciendo, más no dijo nada. Asintió, se disculpó y se retiró.

—¿En qué te puedo ayudar, Eva?—luego de unos segundos, Rebekah habló, regalándole una sonrisa.

—Sé qué esto no me incumbe en lo absoluto, que es algo entre mi hermano y tú... Pero, lo hago porqué los quiero a ambos—tomó aire y lo expulsó rápidamente—. Sé qué sabes que Marcel siente algo por ti pero por el amor a Dios, si él te invita a salir, quiero que le digas que no.

Los ojos de Rebekah se abrieron de par en par, se levantó de la silla y caminó hasta ella.

—Eva, ¿Por qué me estás pidiendo esto?—susurró, para la rubia Marcel no era indiferente. Probablemente, lo que sentían estaba mal pero no es como si le importará. Ella quería amar y ser amada, ¿Por qué simplemente no ir por ello?

—Tú sabes porque te lo estoy pidiendo—tenía razón—. La última cosa que quiero en este mundo es que esta familia se pelee y si es algo que puedo evitar lo haré. Así que, por eso, te pido que no lo aceptes.

—Evangeline—arrastró su nombre con suavidad—. Nik no le haría nada a Marcel, él es como un padre para él. Jamás arremetería contra él—aseguró, aunque ni siquiera ella misma podía estar segura de una cosa como esa.

—Lo hizo contigo—respondió con firmeza—, y tú eres su hermana de sangre. No quiero imaginar lo que a Marcel-

—No le pasará nada—la interrumpió—. Porqué entre él y yo no habrá nada, Eva.

Parecía música para sus oídos, una tímida sonrisa se asomó en sus labios.

—¿Lo prometes?—quería estar segura, necesitaba estarlo.

La familia era algo preciosamente delicado para Evangeline, quizás se debía al hecho de que sus primeros diez años había crecido sin ninguna; siendo maltratada cada que al Capataz de la antigua hacienda o hasta su propio padre cuando él iba a «visitarlos». Ella se había aferrado enormemente a los Mikaelson y para esas alturas no sabía si constituía un bien o una creciente maldición para ella.

—Lo prometo—asintió de manera leve.

La castaña le dedico una última sonrisa pero antes de salir del salón se detuvo y volteo una vez más hacia Rebekah:—¿Sabes por qué Nik no vino a cenar?

—Él está en una cena de negocios—se apresuró a decir, de pronto debía camuflar el reciente pánico con aquella mentira piadosa—. ¿Por qué?

—Sólo preguntaba—se encogió de hombros—. También, lo pensé pero como vi a Elijah aquí pues, deseche la idea; como ellos siempre van juntos a esas reuniones—dijo—. De igual manera, buenas noches, Rebekah.

—Buenas noches, querida—le respondió, dicho eso Evangeline partió a su habitación; encontrándose a Elijah en el camino, le deseó unas buenas noches también. Segundos después, el mayor de los Originales hizo acto de presencia en el salón del piano.

Rebekah dejó salir un sonoro suspiro, al ver a su hermano tocando algunas de las teclas del piano.

—¿Alguna noticia de Nik?—preguntó con cierta desesperación.

—Me temo que no—negó levemente su cabeza, dirigiéndose a ella—. No estoy seguro que él logré convencerlo de lo contrario. Él es un hombre bastante terco.

—¿Pero por qué los quiere, luego de todos estos años?—inquirió—. Es decir, ese hombre tiene todo lo que quiere; oro y sigue el poder, gracias a nosotros, cabe destacar.

—Quizá por algún capricho; una manera de obtener más dinero de nosotros. Quien podría saber—encogió sus hombros.

—Nik jamás lo dejaría llevárselos de nuevo—respondió con rapidez, llevándose una mirada de su hermano—. La compulsión es una opción; matarlo es la otra. ¿Por qué le toma tanto tiempo hacer cualquiera de las dos?

—Porqué, pienso que quiere hacer las cosas bien. Sin embargo, sin duda, si él no cede, la segunda opción será la elegida. Niklaus no tiene paciencia para lidiar con hombres como él y mucho menos si amenaza a la familia que con tanta devoción protege.

—Así que en conclusión podemos decir que él Gobernador ya se puede considerar hombre muerto—terminó la mujer.

Elijah asintió. El Gobernador estaba jugando con fuego, eso él lo sabía pero lo que parecía desconocer es que él no ganaría. De él no quedaría nada más que sus cenizas.

Ties Of Family ━━ The OriginalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora