xii. En efecto, por y para siempre

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Nueva Orleans, 1835

Una semana transcurrió.

Siete días que transitaron con una presteza abrumante y fueron agobiantes. Evangeline no salió del complejo, pero sí de su habitación; aunque las actividades eran mínimas, bastante simples pero lo quitaban el tiempo suficiente para no pensar en su realidad.

En la realidad que había sido forzada a vivir.

La particularidad de Eva era que hablaba mucho.

Esos siete días estuvieron plagados de silencio, también. En ocasiones palabras u oraciones igual de simples que las actividades que buscaba hacer, pero incluso cuando había silencio, éste se volvía pesado siempre que Niklaus entraba en la habitación.

La tensión alcanzó un punto de no retorno.

Estar en la misma habitación era algo impensable ya, y sí por casualidad sus caminos se cruzaban en ese maravilloso complejo, el palacio que alguna vez creyó que era de niña, estaba segura que su mirada decía mucho más de lo que podía permitirse con palabras.

Así que, una vez más, la calma habló con ella. Elijah le confesó que Niklaus no actúo solo, que contaba con su apoyo. Qué la razón detrás de su acción se debía a su única protección.

El corazón de Eva dolió más.

Elijah se disculpó en el nombre de ambos, porque bien podría reconocer que quizás intentar otro método de convencimiento hubiese sido lo acertado. Sin embargo, lo hecho ya estaba.

Evangeline aceptó las disculpas.

Pero ya no era lo mismo.

¿Cómo podría?

Se había cruzado una línea, una idealización que ella tenía sobre el hombre que veía como un padre. Estaba decepcionada, dolida y ciertamente no sentía que tuviese poder alguno sobre nada.

Eva necesitaba recuperarlo, aun así fuese la mera ilusión de ello.

Así que en el octavo día, Evangeline salió cuando la noche cayó. Sin las constantes vigilancias de la familia, se permitió deslizarse con finura por los pasillos de un complejo que conocía como la palma de su mano. Ahí en el inmenso patio en el cual tenía una fuente logró escuchar con tanta precisión la vida que se manejaba detrás de las puertas de entrada, que tomó aire, le echó un vistazo a su alrededor y cuando lo único que tenía a su lado fue la soledad, avanzó hasta salir.

No supo muy bien a donde ir; no tenía un destino en mente.

Así que se permitió caminar con sigilo sobre las calles de Nueva Orleans.

En su mente repasaba conversaciones con Marcel, hasta que en el baúl de sus memorias la encontró:

«—Cuando te sientas lista... Podemos ir, los dos, salir —los ojos oscuros de Marcel miraban el rostro de su hermana en espera de algún indicio de algo. No encontró nada—. Elijah dice que necesitamos controlarnos, ser capaces de estar con humanos, escuchar sus latidos y suprimir el deseo. Pero... cuando estés lista, Eva.»

Ties Of Family ━━ The OriginalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora