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Nueva Orleans, 1914
Por toda la ciudad había decoraciones alusivas a la navidad y había grupos de personas cantando villancicos para hacer sentir a las personas parte de la festividad. Pero aquel festejo no era impedimento para Kol, quien a principios de años se le había quitado la daga, la cual fue puesta hace más de cincuenta años atrás.
Kol, sin duda era vengativo y era por esa misma razón que se encontraba apartado de la parte más pintoresca de Nueva Orleans, entrando a un Barrio ajeno a él pero que según sus amigas brujas encontraría lo que buscaba, y aquello era un diamante. Grande y bello diamante.
Con sus dos amigas brujas a los lados fue que entró a la gran mansión que se veía un poco descuidada y para una persona ajena a todo lo sobrenatural le podía infringir un poco de miedo. Mientras aquellas dos brujas hablaban con la encargada de la mansión, el original buscaba con desesperación aquel objeto. Cuando lo encontró, sonrió de forma victoriosa. Se acercó a las dos brujas, quienes seguían hablando con la mujer, y les hizo un ademán como símbolo para que ya se fueran. Estas asintieron y mientras se despedían de la mujer, Kol se adelantó y salió de la mansión, con el diamante en mano y con una sonrisa victoriosa.
Lo siguiente que pasó fue que su hermano conjunto Marcel se posicionaron a cada lado del vampiro original. Kol enseguida se alarmó.
—Te ves muy bien, Kol—alagó con falsa alegría Klaus, tomando su brazo para enlazarlo con el suyo—. ¿Tú que piensas, Marcel?
—Muy bien, debo admitir—Marcel también alagó y repitió la misma acción de Klaus.
—No me había dado cuenta que ustedes dos estaban interesados en la moda—contestó Kol, manteniendo la tranquilidad en todo momento.
—Eso es algo que va y viene. Pero verás hermano, por lo que realmente estoy interesado es por la llamada que recibí del Gobernador, diciendo que hubo una masacre en la Iglesia, como verás inmediatamente puse a Marcellus a investigar sobre eso—explicó Niklaus, apuntando a Marcel, para que él siguiera la historia.
—Y, luego de varias entrevistas y uno que otro encuentro nos dieron un sospechoso, lo seguimos y llegamos hasta aquí—Marcel miró la mansión detrás de ellos.
—A esta gran mansión—reiteró Klaus—. En busca de un diamante de su famosa colección, que puede ser usado como un objeto oscuro—hizo una pausa, esperando a ver que tenía que decir su hermano menor, más, Kol solo escuchaba atento y casando la historia—. Dame el diamante, Kol.
Ante la demanda de su hermano, Kol solo le dio una mirada de reproche y lo buscó en su bolsillo, cuando lo encontró se lo dio a Niklaus. Klaus lo tomó y lo llevó hasta la poca luz que había en la calle, sonrió y se dirigió hacia la bruja que llevaba ahí parada desde que Kol había entrado.
