xv. Dagas de plata y acusaciones

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Nueva Orleans, 1887

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Nueva Orleans, 1887

—¿No aprecias a tu familia? ¿Es eso, Nik?

La voz de Evangeline no lo hizo voltear, permaneció viendo el horizonte por el balcón de su habitación. Rebekah se ha ido. Fueron sus palabras exactas; la manera tan simple y carente de emociones le molestó.

—Tú más que bien sabes que lo hago—respondió.

—¿Lo haces?—preguntó con burla—. Esto fue demasiado lejos, Klaus. ¿Clavarle una daga en el pecho por qué razón por enamorarse? ¿Ese es el gran pecado de Rebekah?

—No sabes ni la mitad de...

Lo interrumpió.

—¡La sé todas!—exclamó con exasperación—. Somos tu familia y así es como nos tratas, me preguntó que quedará para tus enemigos.

Nik se volteó ante ella, enfrentándola cara a cara. Observó como la ira brillaba en sus ojos, la molestia que sentía ante la injustica cometida no podía ser expresada con simples palabras.

—Te consta que amo a mi familia. Yo hago todo lo que está en mi poder para protegerlos y mantenerlos a salvo. A todos ustedes—sentenció.

—Entonces pruébamelo—respondió, usando sus palabras como base—. Quítale la daga a Rebekah y olvidemos que esto pasó.

—No lo haré—tardó segundos en responder pero cuando lo hizo su voz sonaba firme y supo que él hablaba en serio—. No lo pueden ver ahora, pero será mejor.

Evangeline asintió lentamente.

Marcellus se alejó de la escena minutos atrás, no tenía y no quería discutir con Nik. Se culpaba, era la verdad. Pensó en que si la hubiese dejado ir esto no estaría pasando.

Y, Elijah no se inmutó de su habitación porque simplemente no tenía fuerza alguna; la muerte de Céleste había sido ese mismo día y por su pena; solo quería ser egoísta por un día. Luego, abogaría por Rebekah frente a Niklaus.

Así que solo era Evangeline contra Niklaus; una batalla verbal que no se le veía ningún fin cerca.

Le dolía toda la situación; el hecho de que esto pasará solo demostraba lo paranoico que resultó ser su padre adoptivo. Lo poco que confiaba en su propia familia y le preocupaba porque no era este el Klaus que ella conocía.

Lo admiraba de pequeña y poco a poco solo quedaba una sombra de lo que él era.

—Tu egoísmo...—divago por un momento—. Es mucho más grande que la confianza por nosotros, ¿No es así?

La decepción era palpable en su voz, Klaus la miró; sus ojos no tenían el brillo que adquiría cuando una versión más pequeña de Eva hablaba con él. Eso cambió desde el día en que se disculpó con ella por convertirla sin su consentimiento y no la culpaba.

—Esto no tiene nada que ver con confianza, Evangeline.

La pelinegra rio con amargura.

—Tiene todo que ver, Nik—replicó de manera serena—. No confías en Marcel para que este con Rebekah y viceversa—puntualizó su punto. Y tenía razón pero Klaus no lo admitiría—. Haces todo esto, precisamente, el día en que Elijah se siente morir por la muerte infortuna de Céleste. Él está sufriendo.

Silencio.

Y más silencio.

—Felicitaciones—volvió a hablar—. Me has decepcionado otra vez.

Evangeline salió sin esperar siquiera una respuesta. Las palabras salieron con valor, fuerza y dolor. Él amaba a Nik, era su familia, después de todo. Más, no podía negar la evidente verdad que se mostraba ante sus ojos.

Quería hacerle ver lo mal que estuvo lo que hizo; que sus palabras, lo hicieran recapacitar. Nik no pudo decir una palabra para detenerla porque todo lo que dijo Evangeline fue verdad. Tomó un objeto de vidrio entre sus manos y lo lanzó contra la pared, haciendo que volviera nada y sus pedazos cayeran al suelo.

Necesitaba pintar para calmarse.

•••

Nueva Orleans, 1912

—Veo que por fin despiertas, hermana—la voz de Nik fue lo primero que sus oídos captaron. La aludida miró a su alrededor con confusión.

El cuarto está lleno de velas para iluminar, sabe de inmediato que es su habitación. Se incorpora en su propia cama; con un caos en su mente porque a pesar de saber dónde se encuentra, el temor que en ella reside por saber cuánto tiempo paso esta vez es lo que le aterra.

—¿Qué día es?—se armó de valor e incluso, aun así su voz salió temblorosa.

Como si fuese un cristal a punto de romperse.

—Jueves—respondió con una simpleza que a pesar de ser un alivio para la rubia, la manera en como lo dijo y la sonrisa ladeada que mostró le heló los huesos.

—No he tenido la daga por mucho tiempo, entonces—concluyó con una ligera sonrisa asomándose por sus labios.

—No estaría tan seguro de eso... Verás, en efecto es jueves, pero del año mil novecientos doce.

Sintió como si le clavarán un puñal, abrió la boca para decir algo pero nada salió de ella. Veinticinco años pasaron, sintió una lágrima correr mientras su vista bajo a la daga en la mano de su hermano; él jugaba con ella.

—Estoy seguro que quieres saber cómo está Marcellus—adivinó sus pensamientos, la rubia no podía ni articular una oración de manera correcta—. Él está más que bien, e incluso está considerando alistarse en el ejército.

Las lágrimas no pararon. Aunque su llanto no era escandaloso, parecía que consumió todas las palabras consigo. Sin embargo, tomó una bocanada de aire para hablar:

—¿Qué hay acerca de Evangeline? ¿Elijah?

Nombre que le dolía pronunciar porque pasó tanto tiempo desde la última vez que los vio. Recordó que lo último que supo de Elijah fue la muerte de Céleste y como él se encontraba devastado.

Ella no estuvo ahí para apoyarlo.

—Ambos están bien—respondió—, siguieron adelante, si a eso te refieres. Pero, ya tendrás tiempo de hablar todo lo que quieras hablar con ellos. Fueron veinticinco años los que te fuiste, tienes mucho de lo que ponerte al día. Tanto Elijah como Eva te ayudarán a entrar en sociedad nuevo, no te preocupes.

Se levantó de su asiento; abrió la puerta y antes de que pudiese desaparecer por completo, dijo:

—Bienvenida de vuelta, hermana.

Ties Of Family ━━ The OriginalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora