Único capitulo de Tobias

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Primero, divergencia; después, falla genética; y ahora, integridad. Pero de una u otra manera, siempre quedo en el ojo de la tormenta. Por ser diferente a los demás he perdido a quienes amaba, mi madre de niño, aunque la haya recuperado hay algo entre nosotros que se rompió y nunca se arreglará; luego mi mentor Amar; el hermano de mi amigo, Uriah, que era como si también fuera mi hermano; y la pérdida más grande: Tris. La luz de mi vida, aunque suene a poeta, es la mejor descripción, ella me entendía, ella me levantaba cuando estaba débil, ella me pertenecía, y yo era suyo. Era lo único que valoraba y amaba realmente en mi desgraciada vida. Y ahora lo perdí todo. La única razón por la que sigo en pie, es la razón por la que tampoco me quité la memoria para olvidar mis penas: ella no hubiera querido que me dé por vencido.

****

Zeke me ha llamado al móvil hoy, me ha explicado lo que está sucediendo: el ejército hace desaparecer a la gente que no apoya su partido político. Secuestran a la gente que, o ha negado apoyarlos públicamente, o simplemente no se les han unido. De cualquier modo, muchos niños han quedado abandonados, y es por eso por lo que luchamos hoy. Yo mismo me estoy escondiendo, no me uní al ejército, es por eso por lo que me buscan. Y porque soy un exsoldado Osadía. Christina y Zeke andan buscando a más de nosotros y... en una extraña luna de miel. Después de tres años de muchas vueltas, decidieron que estarían juntos. Me alegro por ellos, se ayudan mutuamente a sobrellevar las perdidas, Zeke perdió a Uriah, y Christina perdió a sus tres mejores amigos, creo que necesitan un poco de... esa conexión que tienes cuando estás con una persona a la que amas, te sientes seguro. Yo me he cerrado a esto, sería traicionar a Tris. Mi corazón solo le perteneció a ella, y le seguirá perteneciendo, aunque ya no esté.

Siento un nudo en la garganta y trago, se me ha hecho familiar esa sensación estos últimos tres años, aunque ahora ya no siento brotar las lágrimas, solo salen de vez en cuando, en las noches, cuando recuerdo dormirme con mis brazos envolviéndola, sintiéndome seguro y olvidándome de mis pesadillas y ahora siento ese vacío.

Dejo de divagar, y termino la comida que está en la bandeja, tomo toda el agua que hay en mi botella de acero inoxidable y tiro la bandeja de plástico en una esquina. Pongo el saco de dormir sobre el colchón que hay en la cama y me acuesto, me duermo enseguida.

Despierto con el sonido de voces. Me pongo las botas y meto mis pocas pertenencias en la mochila. Miro por la mirilla: soldados. No me había equivocado en mi suposición. Abro la ventana y me aseguro de que ningún soldado ha llegado al fondo del edificio, bien. Puedo subir a los techos y huir por ahí. Saco una pierna y me aseguro de que el ladrillo que sobresale sigue estable. Hago lo mismo con la otra pierna pero un sonido metálico me sobresalta: olvidé guardar la botella en mi mochila. Rayos. Entonces advierto que también olvidé mi arma que está escondida entre el colchón y las maderas de la cama. Vuelvo a entrar y guardo la botella en su lugar y saco el arma de su escondite.

Un puño aporrea mi puerta. Lo sabía. Mi error no pasó desapercibido. Entonces un golpe fuerte sacude la puerta, una patada. Las próximas patadas la arrancarán, así que silenciosamente corro el pestillo para dejarla abierta y me escondo detrás de la puerta. La siguiente patada del soldado abre la puerta, entra y como no observa a nadie cierra la puerta.

Entonces me ve. Pero no estaba preparado, así que tengo a mi favor el elemento sorpresa. Inmovilizo su brazo y le doy con mi rodilla en su estómago y hago una llave tras su espalda. Tapo con mi mano su boca y nariz: no puede pedir auxilio ni respirar, se desmayará pronto, casi no tiene aire por el rodillazo en las costillas.

Cae.

Vuelvo a asegurar la puerta y salgo por la ventana, no sin antes quitarle al soldado su arma. Ya es de día, como las seis de la mañana o algo así. Es verano, por lo que llevo la chaqueta atada en mi mochila.

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