Escapando

Capítulo 4

Capitulo cuatro

-En la guantera están nuestras identificaciones, no hagas preguntas, eres mi novia y tienes diecinueve años y yo veintidós -susurra Mikel.

Mi mente está hecha una laguna pero escondo rápidamente la laptop debajo de mi asiento y saco dos tarjetas de identificación de la guantera. Con razón que Scott demoro tanto. Ahora somos María Ashford y Anthony Dashner.

Sé que estamos cubiertos, pero aun así me tiemblan y transpiran las manos.

-Buenas tardes policial -dice Mikel con vos fingida. De verdad parece un hombre: Mide un metro ochenta y cinco, alto para su edad, en musculoso, de hombros anchos, y sus facciones son duras como las de mi padre.

-Buenas -masculla el hombre, como si estuviera probando algo acido-. Documentos por favor.

Paso las tarjetas a las manos de Mikel y él se las entrega. El policía las comprueba y mira a Mikel:

-¿Es tu novia?

-Lo es -dice Mikel, pasando un brazo por sobre mis hombros. Yo me acerco y sonrío.

-Ya veo... Bésala.

-¿Qué dice?

-Lo que has oído: que la beses.

Mikel me mira con cara de espanto, pero yo le sonrío y tomo su cara entre mis manos. Inclino su cabeza de manera que nuestras bocas no se vean, y coloco mis pulgares sobre sus labios: parece que nos estamos besando pero no. Hago que el "beso" dure un poco más de lo acostumbrado de manera que el policía dice medio incomodo:

-Ya. Okey. Váyanse rápido y con cuidado.

-Adiós -saludamos ambos con una sonrisa falsa y nos vamos.

-¡Oh Mi Dios! -exclama Mikel-. Por un instante creí que tendría que besar a mi hermana. ¡Uakale! (*7)

-Ja. Tranquilo, por tu cara de espanto no se notó. Para nada.

-Vamos. Deja el sarcasmo. ¿Y cómo se te ocurrió eso de los pulgares entre los labios? -pregunta curioso.

-Amm... ¿cómo decírtelo? No todos los adolescentes están fascinados por hackear computadoras, programas y esas cosas -digo-. Yo veo televisión.

-¡Ya! Ahora busca la dirección.

Sonrío y empiezo la búsqueda. Quince minutos después estamos frente a un motel. Nos registramos como pareja, para disgusto de Mikel, pero no puede ir contra mi lógica: hay que guardar las apariencias. Lo que obviamente lo llevará a dormir en el suelo.

Pedimos la cena y luego de comer jugamos un rato al veo-veo. Entonces decido que no me acostaré aún. Dejo a Mikel en la habitación, con su computadora como siempre, afirmando que encontrará a mama y papa, y salgo al pasillo. Llego al pasillo y subo al ascensor ¿adónde iré? Aprieto el botón que me llevará al último piso.

Subo las escaleras que me llevarán a la terraza y salgo al aire fresco de la noche. Son las diez de la noche, pero parece que son las tres de la mañana por la oscuridad y el silencio que hay. Corre una brisa fresca de verano que agita mi cabello. Camino lentamente hacia el balcón y me quedo allí un rato. Siento que huí de mi casa hace una década, pero no, solo dos días.

No sé cuánto tiempo estoy con la cabeza gacha sobre la barandilla cuando siento pasos detrás de mí. A decir por el tipo de golpes en el suelo de los pasos, es un hombre. Un hombre fuerte, camina firmemente. Y camina hacia mí. La sombra apenas perceptible a la luz de la luna lo delata. Es alto y musculoso. Yo en cambio, aunque no soy muy bajita, no soy alta, y soy delgada, con músculos solo en mis piernas debido a mi costumbre de correr tres veces por semana con mi madre.