Sabes Que Te Amo

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Cap. 33

—No me voy a ir contigo, no la podemos dejar así. —Le dije a Peter.

—No me importa tu amiguita, vas a venir conmigo. —Me ordenó.

—Haz lo que quieras conmigo, pero no la voy a dejar para que muera. —Grité molesto.

Peter se acercó a mi con sus garras de fuera y las puso en mi garganta, mientras lo escuché decir: —Lláma a tus amigos, dile a Jackson donde está. Es lo único que te voy a permitir.

Y quitó sus garras de mi garganta.

Saqué mi teléfono y le marqué a Jackson, sin dejarlo hablar le dije que tenía que llamar a emergencias e ir a la cancha de Lacrosse.

Peter no me dejó ni quedarme para ver si Jackson llegaba a tiempo, simplemente me forzó a llevarlo en mi Jeep al estacionamiento del super, que a esta hora en la noche debería estar vacío.

Todo estaba en silencio, me negaba a hablar con el hombre-lobo que convirtió a mi mejor amigo, asesinó a quien sabe cuantos inocentes y ahora puede ser que Lydia sea parte de esa lista.

—No te sientas mal. —Empezó Peter a hablar y me dieron ganas de decapitarlo. —Si sobrevive, será una mujer-loba. Será poderosa.

—Sí, y una vez al mes perderá la cabeza y tratará de matarme. —Le contesté con mucho sarcasmo.

—De hecho, considerando que es una mujer, dos veces al mes.

Eso sólo me molestó más, así que deje de escuchar a Peter, quien empezó a explicar los ciclos lunares en las mujeres, y empecé a rezar que no se convierta y que sólo sobreviva.

Cuando por fin llegamos al estacionamiento, Peter me agarró del cuello de mi camisa y me jaló hasta un coche.

—¿De quién es? —Pregunté, pensando que si era suyo, podría tomar una imagen mental de las placas para encontrarlo más fácil si es necesario.

—Era de mi enfermera. —Me contestó mientras empezaba a abrir la cajuela.

—¿Qué le paso a tu...?—Empecé a preguntar, pero Peter abrió la cajuela y ahí estaba el cuerpo de su enfermera. —Ay, Dios. ¿En serio, Peter?

Ignorando mi pregunta, me dio una bolsa que estaba a lado del cuerpo. Él cerró la cajuela y me arrebató la bolsa. De ella sacó una computadora Mac y un MiFi.

—Préndela y conéctate. —Me ordenó.

—Acabas de matar la mística del hombre-lobo. —Contesté mientras hacía lo que me dijo. —De todas formas necesitas el nombre y la contraseña de Scott, y perdón pero esas no me las sé.

—Si te las sabes.

—No, no las sé.

—Aun si no pudiera escuchar los latidos de tu corazón acelerarse, podría saber que estás mintiendo.

—Te juro por Dios...—Empecé a decir, pero fui interrumpido por su mano asotando mi cabeza contra el coche.

—Puedo ser muy persuasivo, Stiles. —Dijo, y se acercó a mi. —No me obligues a persuadirte.

Así que accedí a pensar en cual podría ser la clave de mi mejor amigo y Peter me soltó, dejando mi cabeza regresar a su posición natural.

—¿Qué pasa cuando encontremos a Derek? —Pregunté, preocupado.

—No pienses, Stiles. Escribe. —Me contestó Peter, pero era imposible no pensar en lo que le iba a hacer a Derek cuando lo encontrará. Podría matarlo por todo lo que sé. No debería estar confiando en Peter, pero no tengo otra opción.

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