Año 1799.
El mercado de esclavos se extiende y tantos hombres, mujeres y niños esperan para ser vendidos al mejor postor. Una joven de quince años pasea cogida del brazo con un caballero. Ambos vestidos de finas ropas observan a todos los hombres en busca de alguna mercancía interesante. Su larga cabellera rojiza cae en suaves tirabuzones por toda su espalda y contrarresta con su vestido celeste.
El sonido de las olas rompiendo contra la costa queda opacado con los gritos de los comerciantes de esclavos. El tintineo de las cadenas eriza el vello de la joven y despierta en ella un sentimiento ya conocido. Compasión. Ver los grupos separados según sus facciones, color de pelo, color de piel le revuelve las entrañas. Es consciente de que la guerra es algo que crea mucho dolor y pesar. Pero a veces olvida que una vez acabada, aquellos que han perdido son los que más sufren las consecuencias.
A pesar de la situación y de su completa repulsión hacia lo que se está haciendo en ese lugar, la muchacha no aparta la mirada de los hombres y mujeres que están siendo vendidos. La mercancía, como ellos llaman a los esclavos que van a ser vendidos, no parece del todo interesante. Ella busca algo en concreto, algo fuera de lo normal. Se detiene al observar a un hombre joven de entre veinte y veinticinco años. Su barba es espesa y su cabello largo y está muy sucio. La muchacha se acerca y lo observa más detenidamente. Sus piernas y y brazos huesudos, producto de una mala alimentación, son de un color dorado un tanto enfermizo. Debe tener frío, solo viste un pantalón corto y ya roído. Sus manos rodean el pequeño cuerpo de un niño de apenas cuatro años de forma protectora. Ella ve las muchas cicatrices que adornan sus brazos y pecho. Eso no se hace así porque si. Ese hombre es interesante. Aunque aún no está segura de si es lo que busca.
— ¿Es interesante? —murmura su acompañante.
— Aún es pronto para saberlo —contesta sin apartar la mirada del joven.
Dos nobles se acercan al grupo de esclavos y miran con gran admiración al pequeño de corta edad.
— Queremos a ese niño —pide el cabecilla de los dos—. Es exactamente lo que estábamos buscando.
A la chica no le hace falta indagar quién son para saber que no tienen buenas intenciones para ese mocoso recién salido de la cuna. Bufa rabiosa por la depravada mirada que no apartan del niño. Un bago recuerdo inunda su mente y rabia se convierte de terrible ira. Aun así, no mueve ni un músculo.
— Cedrick —llama.
El hombre, quien se había avanzado un poco, vuelve sobre sus pasos y se posiciona a su lado. Con su mano rodea la cintura de la joven a modo de protección. Muchos son los que observan a la pelirroja como si de un bocado se tratase.
— ¿Qué quieres? —pregunta.
— Mira eso —murmura refiriéndose a la escena.
Los dos nobles negocian con el comerciante el pago por el pequeño. Han encontrado lo que quieren y están dispuestos a pagar lo necesario para obtenerlo.
— Señores, este joven es muy pequeño. Que tal si ven a otros más mayores que pueden trabajar mejor —interviene el mercader de esclavos.
Eso sorprende a la joven. A pesar de que es un comerciante de esclavos duda a la hora de vender a un niño. ¿Realmente le importa el futuro que esos hombres le pueden dar a ese muchacho? ¿O intenta conseguir más dinero?
— No queremos a uno más mayor, queremos a ese niño —insiste el otro hombre.
Cedrick frunce el ceño y observa a la joven con claro desconcierto. A veces mira a ese hombre, a ese humano, y se pregunta por qué alguien como él escogería el trabajo que tanto su Amo como ella realizan. Su posición es comprensible, desde que fue recogida siempre ha sido leal. Pero Cedrick es un noble de alta cuna que además es un gran médico. Podría hacer cosas increíbles y alejarse de esa peligrosa vida. Él es humano.
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Susurros del Bosque [#1]
Science Fiction> Una chica que no recuerda su pasado y solo ve un futuro oscuro para ella y para los que la acompañan. Un hombre que nadie sabe de dónde ha salido. Un chico que está empeñado en buscar una vida mejor para él y para su hermano. Una exprostituta busc...