Capítulo 4

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Año 1799.

— Es una bella vista —comenta una voz a su espalda.

El muchacho de cabellos de oro se gira para centrar su mirada en la mujer que lo observa. Los largos tirabuzones rojizos caen por los hombros desnudos. La muchacha, únicamente vestida con un fino camisón blanco que le llega hasta los tobillos, muestra una gran sonrisa. Los ojos del hombre apenas logran parpadear de la sorpresa. No creía que la volvería a haber ese día.

— Adoro la luna llena, aunque prefiero las noches completamente oscuras —comenta ella—. Me alegra ver que te vas adaptando a todo esto. Sé por experiencia que no es fácil.

— ¿Qué hace aquí? Creía que todos dormían —susurra el joven—. Es peligroso andar despierta por la noche, Señorita. Las criaturas de la oscuridad podrían verla.

La bella Ávalon suelta una risa cantarina que hace que al joven se le erice el bello de todo el cuerpo. Algo en ella hace que se ponga nervioso y no logre controlarse. ¿Qué clase de hechizo le ha lanzado para hacer que su cuerpo reaccione de esa forma? Nunca había sentido algo igual. No se trata de amor o deseo, es una atracción instintiva grabada a fuego en sus adentros.

— Eso es justo lo que menos me preocupa. No son a ellas a quién se tiene que temer. Las Bestias son peligrosas pero los humanos mortíferos. ¿No crees? Temo más a los segundos que a los primeros —su mirada se oscurece y la aparta centrándola de nuevo en la Reina de la Noche—. Para un lividus la Luna es muy importante. Dependen de ella de una forma extraña.

El hombre se queda callado y examina de nuevo a la muchacha. Es muy joven. De unos 14 o 15 años. Su cuerpo es pequeño, frágil, de aspecto quebradizo. Sin embargo, en su mirada se encierra algo difícil de ver a simple vista. Una oscuridad más profunda que la de la noche. Una gota de sudor frío resbala por su frente y va cayendo hasta su mentón. Sin lugar a duda, es una mujer peligrosa. Y debería evitarla y temerla. Pero algo impide que vuelva la mirada y la ignore. Tal vez algo en su interior teme que si lo hace, la oscuridad de los ojos de la chica lo engulla por completo.

Avy se percata de la sensación que le transmite al chico y ella misma decide romper el contacto visual. Sus ojos se vuelven hacia las vistas del pueblo y suspira. El sueño comienza a hacer mella en ella y eso la molesta. Le encantaría seguir hablando. Esa misma tarde Lord Orión ha interferido en sus planes evitando que pudiera hablar con él.

— ¿Sabes por qué la Luna es tan importante para los lividus? —pregunta con ojos curiosos.

— No —responde el muchacho.

— Es por su luz. La luz de la Luna es un mero reflejo del Sol. Ella no produce luz ya que solo las estrellas pueden hacerlo. Los lividus son muy sensibles a la luz, por esa razón, durante el día están casi ciegos. Pero durante la noche la luz es mucho más tenue, casi apagada y esas bestias consiguen ver perfectamente. La Luna les da luz y gracias a ella pueden cazar y ocultarse de posibles depredadores —explica—. Tú eres mitad humano y esa sensibilidad no es tan fuerte, pero tu vista se agudiza mucho durante la noche, ¿verdad? Debido a esa característica los lividus suelen cazar durante la noche, preferiblemente durante las noches de luna llena, ya que es cuando su vista es más precisa. Eso erróneamente ha creado muchas leyendas y mitos en referencia a la Luna Llena como origen del mal que traen esas bestias. Como esa leyenda que dice que los licántropos solo se transforman durante esas noches. Como suelen confundir a los lícans con los lividus, esa superstición quedó más arraigada en referencia los licántropos.

El muchacho asiente y fija su mirada en ese enorme satélite plateado. La luz solar es molesta, siempre ha preferido la noche. Durante mucho tiempo se ha preguntado si ser un híbrido estaba relacionado con su interés por la noche.

Susurros del Bosque [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora